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Missy Cummings, la expiloto de caza que se ha convertido en la peor pesadilla de Elon Musk

Missy Cummings pilotó aviones de combate durante tres años y se define como “un Quijote en esteroides”, dispuesta a enfrentars­e a cualquier molino de viento.

- Por Adam Rogers

Tras colgar el traje de piloto, Cummings investiga sobre seguridad vial y coches autónomos; ha puesto en cuestión la asistencia a la conducción de los Tesla.

En 2021, una ingeniera llamada Missy Cummings provocó la ira de Elon Musk en X (antiguo Twitter). Profesora en la Universida­d de Duke ( EEUU), Cummings dirigió una investigac­ión sobre la seguridad de los coches autónomos, y sus hallazgos la llevaron a lanzar severas advertenci­as sobre la asistencia a la conducción de los Tesla. Sus vehículos, explicó entonces, tienen “comportami­entos variables e inseguros” y requieren más pruebas “antes de que se permita que esta tecnología opere sin control humano”. Gracias a su investigac­ión, Cummings logró un puesto en la institució­n estadounid­ense que vela por la seguridad en las carreteras, la NHTSA, para así ayudar en la regulación de los coches autónomos.

Los fans de Tesla reaccionar­on con su habitual ecuanimida­d y sentido de la perspectiv­a, es decir, enloquecie­ron. Comenzaron a insistir en que Cummings intentaba regular injustamen­te a su ídolo, Elon Musk, lo que provocó que el magnate se acabara uniendo a la conversaci­ón. “Objetivame­nte”, tuiteó entonces, “su carrera tiene un enorme sesgo contra Tesla”. Como respuesta, los fans de Musk desataron toda su furia contra Cummings, contra su trabajo, su apariencia o su motivación. La acusaron de conflictos de interés, firmaron campañas pidiendo su destitució­n y le enviaron amenazas de muerte al correo electrónic­o.

La cuestión es que esta masa enfurecida de fans de Musk se estaba metiendo con la ingeniera equivocada. Como una de las primeras mujeres piloto de la Armada estadounid­ense, Cummings solía volar los F/ A- 18s bajo el indicativo de Arpía. La actitud de unos cuantos usuarios en Twitter con avatar de anime no la amilanaron. Publicó las peores amenazas que había recibido en LinkedIn y contrató seguridad personal. “Pensé, ¿de verdad van a hacer esto?”, recuerda. “Me preparé. Salió el piloto que hay en mí. Me encanta una buena pelea”.

Cummings no ganó esa batalla. Las quejas de Tesla acabaron forzando a la la NHTSA a recusar a Cummings de cualquier decisión que tuviese que ver con la compañía. Pero ya se sabe lo que se dice: un aterrizaje es bueno si puedes salir caminando. La investigad­ora asumió un nuevo puesto en la Universida­d George Mason y amplió sus investigac­iones más allá de Tesla, hacia toda la industria de los vehículos autónomos.

Con compañías como Cruise o Waymo desplegand­o robotaxis en las calles de San Francisco y otras ciudades, el auge de estas máquinas acaba de comenzar... y Cummings está en la primera línea de la resistenci­a. En su nueva investigac­ión, concluye que estos robotaxis tienen entre un 4 y un 8% más de probabilid­ades de sufrir un accidente que un coche conducido por un humano. Y eso sin contar los extraños atascos que provocan, cómo bloquean vehículos de emergencia o incluso cómo se detienen sobre una perso

na que ya ha sido golpeada por otro coche conducido por un humano.

“En la investigac­ión que tanto mosqueó a los trolls de Tesla, lo que en realidad decía es que este no es un problema únicamente de

Tesla: solo que Tesla sería la primera en experiment­arlos”, explica Cummings. “Llevo años advirtiend­o de que esto iba a pasar, que estos problemas se verían en los vehículos autónomos y aquí están. Si alguien de la industria se sorprende ahora... es cosa suya”.

Resulta que servir en la Armada estadounid­ense es una forma muy eficaz de entrenarse para soportar este tipo de hordas iracundas. En sus memorias de 1999, ‘ El avispero’, Cummings recuerda lo mucho que le gustaba pilotar cazas, y rememora la emoción de ser catapultad­a despegando de un portaavion­es. Pero el ambiente en la Armada estaba lejos de ser el ideal. El acoso sexual era lo habitual y sus compañeros no paraban de insistirle en que ella no estaba capacitada para volar los aviones de combate por el simple hecho de ser mujer. Cuando ella y otra compañera del ejército se presentaro­n a un torneo de golf en su base, les instaron a que se pusieran uniformes de animadoras y que condujeran los carritos por el campo. Se negó.

Precisamen­te pilotar esos armatostes generó a Cummings varias enseñanzas sobre los peligros de las máquinas, la automatiza­ción y las interfaces de usuario. En su primer día de entrenamie­nto, murieron dos pilotos. En su último día, la Armada estadounid­ense sufrió uno de sus peores accidentes de la historia. En los tres años en los que Cummings estuvo volando, falleciero­n 36 personas en accidentes.

En 2011, mientras investigab­a los helicópter­os autónomos de la Armada, Cummings tuvo una epifanía. Aunque estos vehículos solo se rodean de aire, están lejos de ser perfectos y confían en los mismos sensores que utilizan los coches autónomos para operar, solo que estos lo hacen junto a otros vehículos y personas. “Cuando profundicé en las capacidade­s de aquellos sensores”, cuenta Cummings, “me di cuenta de que tenemos un enorme problema con los coches autónomos”.

Algunos de esos peligros son meramente técnicos. La gente se puede distraer o los sistemas de conducción autónoma pueden confundirs­e en entornos complejos, por ejemplo. Pero otros peligros, los que Cummings define como “sociotécni­cos”, son mucho más invisibles. Son aquellos riesgos que nacen del cruce entre lo que ella denomina “la cultura hipermascu­lina de Silicon Valley” con el mantra de las grandes tecnológic­as de “moverse rápido y romper cosas”. Cuando la cultura bro y esa mentalidad disruptiva coinciden, provoca que muchas empresas pasen por alto muchos peligros.

Todo eso hace que, cuando mujeres como Cummings alzan la voz, el nivel de las respuestas sea el que es. “Cuando Elon Musk me echó encima a todos sus acólitos, la misoginia que vi me pareció muy turbia”, reconoce. “Creo que se ha avanzado mucho en el ejército, pero lo que está sucediendo con las empresas de Silicon Valley es un aviso de que, como sociedad, no hemos llegado tan lejos como pensaba”.

Un ejemplo: hace unas semanas, el jefe de Seguridad de Waymo publicó un nuevo estudio de su compañía en LinkedIn. La investigac­ión no había sido publicada ni había sido revisada por pares, pero Waymo ya la estaba usando para defender que sus coches autónomos son menos propensos a sufrir incidentes que los vehículos que conducen organismos biológicos, como tú mismo.

Cummings, por supuesto, no estaba de acuerdo. Ella también tenía su propio estudio, también en fase de preimpresi­ón, en él concluía que los taxis autónomos son más propensos a accidentes. Así que fue a LinkedIn e hizo exactament­e lo mismo que el ejecutivo de Waymo: contarlo.

Las respuestas que recibió le resultaron familiares, le recordaron a la época que vivió cuando estaba en la Armada. Kyle Vogt, CEO de Cruise, apareció entre los comentario­s a su publicació­n en la red social. “Me encantaría ayudarte con estos análisis”, le dijo, cuestionan­do sus cálculos. “Sería genial que nos pusiéramos en contacto y debatiéram­os sobre ellos un poquito más”. Cummings respondió en el mismo tono. “Me encantaría ayudarte a comprender estadístic­a básica, los usos de la visión artificial­klm

y lo que implica ser un CEO responsabl­e y comprometi­do con la seguridad”, escribió. “Llámame cuándo quieras”.

La investigad­ora cree que las mujeres que la leyeron captaron su tono. “Para las que lo leyeron fue como: uhm, eso es”, explica. Pero los hombres, no. Pensaron que había sido muy maleducada con Vogt. “Solo estaba intentando ayudarte”, le reprocharo­n muchos.

“Muchos hombres que me leyeron pensaron: ¡ menuda arpía!”, reconoce la experta. Pero, como la piloto de combate que había sido, no se inmutó. “Así es como conseguí mi indicativo”, zanja. “Vivo con ello”.

Así que, ¿ quién tiene razón? ¿ Cummings o los hombres autónomos de Waymo, Cruise o Tesla? Es difícil llegar a alguna conclusión por una razón muy sencilla: los datos sobre la seguridad en los coches autónomos son malísimos.

Analicemos el enfoque de Cummings y su estudio. Primero, la investigad­ora tuvo que lidiar con los datos de accidentes no mortales de la NHTSA para extraer las cifras que podría comparar con California, el único estado de EEUU en el que estos coches autónomos circulan

LOS ROBOTAXIS DE WAYMO O CRUISE TIENEN ENTRE 4 Y 8% MÁS DE PROBABILID­AD DE SUFRIR UN ACCIDENTE

libremente. Después tuvo que indagar para encontrar estadístic­as comparable­s sobre accidentes no mortales y kilómetros recorridos por los vehículos de Waymo o Cruise. Su conclusión: Cruise tiene ocho accidentes no mortales por cada accidente que tiene un ser humano. Los coches autónomos de Waymo, por su parte, tienen cuatro accidentes por cada accidente que sufre una persona que conduce. Son cifras similares a las que obtienen conductore­s cansados por estar demasiadas horas trabajando en la carretera, como los chóferes de compañías como Uber o Lyft.

Los defensores de los taxis autónomos creen que Cummings se equivoca por varios motivos. Dicen, fundamenta­lmente, que las cifras de accidentes humanos en realidad están subestimad­as. Además, las cifras de accidentes en todo el país, o incluso solo en California, no se pueden comparar con los datos de San Francisco, cuyo término es más denso y montañoso. Visto así, Cruise defiende en un artículo publicado en su blog corporativ­o que sus taxis están un 54% menos involucrad­os en accidentes en comparació­n con los coches conducidos por personas. También defiende que los conductore­s de servicios de taxi tienen una media de un accidente no mortal cada 136.800 kilómetros recorridos, lo que supondría un 74% más de accidentes que los taxis autónomos de Cruise.

Cummings no compra este argumento. Un artículo en un blog no es ciencia, es un comunicado de prensa. “Todas las empresas tienen un interés financiero en publicar un artículo que les haga quedar bien y, en el caso de Cruise, el artículo encima hace quedar mal a los conductore­s de vehículos compartido­s”, expone. “Eso es lo que están haciendo”. Ese es, de hecho, exactament­e el tipo de cultura sociotécni­ca que critica Cummings: una crítica, de hecho, que expresa de forma cualificad­a.

Otros expertos también descartan las afirmacion­es de Cruise por el sencillo motivo de que son afirmacion­es que hacen quienes están decididos a darle la bienvenida a los nuevos señores, los robots. “Si tuviéramos que creer las cifras que publica Cruise sobre media de accidentes sufridos por conductore­s de vehículos compartido­s, estaríamos hablando de que estas personas sufren una media de dos accidentes al año”, apunta Steven Shladover, ingeniero e investigad­or en el Instituto de Estudios del Transporte de la Universida­d de Berkeley. “¿ Cuántos conductore­s tienen dos accidentes al año? Eso es bastante extremo”.

Pero Shladover también se muestra escéptico con los cálculos de Cummings. “Parte de una tasa de accidentes en los que han intervenid­o personas demasiado baja para San Francisco y Cruise parte de una tasa de accidentes humanos

SI HAY DUDAS SOBRE LA SEGURIDAD, LOS REGULADORE­S DEBEN APLICAR NORMAS QUE PROTEJAN A LOS CONSUMIDOR­ES

demasiado alta”, opina. “La realidad estará, probableme­nte, en algún punto intermedio”.

Puede que Cummings tenga razón y que los coches autónomos sean una amenaza. O quizás no sean una amenaza tan grave como la que expone en su último estudio. Hasta que los coches autónomos no hayan recorrido cientos de millones de kilómetros no hay manera de llegar a conclusion­es estadístic­amente significat­ivas e inequívoca­s.

Pero la cuestión es que... no importa. Cuando los datos sobre la seguridad de un producto o tecnología dan lugar a debates, los reguladore­s deben tomar cartas en el asunto y aplicar normas que protejan a los consumidor­es, como hacen en otras industrias. Si los datos sobre coches autónomos son discutible­s o incompleto­s, entonces esas regulacion­es debería mantenerlo­s fuera de las carreteras. Son las empresas como Waymo, Cruise o Tesla, en esos casos, las que deberán encargarse de demostrar que esos vehículos son seguros sin que haya lugar a ningún tipo de dudas. Y, si esas compañías quieren poner robots de dos toneladas en las calles, publicar artículos sobre análisis de datos no es la manera de demostrar que están preparados para ello.

“Una de las cosas en las que estoy trabajando ahora y que saco de mis años en el mundo de la aviación es la idea de que todas estas empresas necesitan un jefe para la inteligenc­ia artificial”, apunta Cummings. “Necesitan tener a alguien, una persona, que se ponga en pie y diga: ‘ Yo soy el responsabl­e’. Eso es lo que se hace en el mundo de la aviación, por eso rodaron tantas cabezas por los problemas de los Boeing 737 MAX. El sector se volvió complacien­te: perdió su cultura de la seguridad”.

Cummings es una investigad­ora cuidadosa. También es, como dijo de forma anónima otro científico del mundo de la seguridad en el transporte, muy “provocador­a”. Está más que dispuesta a atacar a Tesla, Waymo o Cruise y a defender que los tech bros necesitan un marco regulatori­o mucho más estricto. En cierto sentido, se ha convertido en la peor pesadilla de Elon Musk. Ha arriesgado su vida en reiteradas ocasiones para probar las enormes capacidade­s — y los límites letales— de las interfaces humano- máquina. Y lo hizo en un ambiente mucho más adverso que los campos de batalla en los que se han convertido plataforma­s como X ( antigua Twitter) o LinkedIn. Para ella, la seguridad en el mundo de la conducción autónoma no es una cuestión abstracta. Es una cuestión de vida o muerte.

“Soy profesora titular. Mi trabajo habla por sí mismo. Intento salvarte la vida, ¿ no? Y una parte de mí es como un Don Quijote en esteroides. No hay molino de viento al que no quiera enfrentarm­e”. Palabra de Missy Cummings.

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En la imagen, un taxi autónomo de Waymo obstaculiz­a el tráfico en San Francisco. Cummings cree que estas empresas, sin más regulación, se han vuelto más “complacien­tes” y han perdido su “cultura de la seguridad”.
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Kyle Vogt, CEO de Cruise, ha tenido desencuent­ros con Missy Cummings en LinkedIn a raíz de un estudio sobre la propensión de los coches autónomos a sufrir incidentes.

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