EL SEMÁFORO FOTO-ROJO
consiste en la instalación de cámaras en una peana o poste a una distancia suficiente para poder encuadrar completamente el paso de peatones y el semáforo de conductores.
Estos radares se suelen encontrar en intersecciones muy transitadas o aquellas zonas donde se llega a gran velocidad. Normalmente, se avisa de su presencia mediante una señal vertical -aunque no es obligatoria su señalización, la mayoría de ayuntamientos lo suele hacer por cortesía- y sancionan a los vehículos con matrícula -turismos, furgonetas, camiones, autobuses, motos...-; es decir, nunca a ciclistas o peatones.
El sistema foto-rojo está formado por una cámara por carril -algunas son capaces de cubrir varios- con infrarrojos que permite capturar la matrícula del vehículo tanto en el día como en la noche y con situaciones de climatología adversas.
Además, dispone de otra cámara a color que toma cinco fotografías del vehículo para poder así distinguir la marca, modelo, color y matrícula; una de ellas ofrece una visión general del entorno para detectar si, por ejemplo, nos hemos saltado el semáforo por órdenes de algún agente que esté regulando el tráfico -su función prevalece sobre la del semáforo-. Estas cámaras únicamente toman fotografías cuando el semáforo está en rojo; en ámbar no se activan.
Para sancionar, los agentes validan una por una todas las posibles denuncias y sólo se tramitan aquellas en las que existe un mínimo de dos fotografías en las que se vea de forma clara la infracción: una del vehículo con el semáforo en rojo antes de la línea de detención y otra a cierta distancia después.
La infracción por saltarse un semáforo en rojo está catalogada como grave y supone una sanción económica de 200 euros y la pérdida de 4 puntos del permiso de conducir.