Autofácil

Explora y descubre el PARQUE NACIONAL DE CABAÑEROS

CON SEAT ATECA FR 2.0 TDI 4DRIVE

- Texto y Fotos: Jaime Sainz de la Maza

LA NATURALEZA SE ABRE CAMINO EN LOS MONTES DETOLEDO,DONDE LA RAÑA Y LA SIERRA SE FUNDEN EN UN ECOSISTEMA ÚNICO DE FAUNA Y VEGETACIÓN ABUNDANTE.TERRITORIO QUE RECORREMOS DE CABO A RABO CON EL SEATATECA PARA DESCUBRIR TODOS SUS SECRETOS.

Segurament­e inspirado en sus vivencias juveniles, Garcilaso de la Vega hace referencia a la belleza y al mágico poder de curación del bucólico territorio de Cabañeros: “El dulce murmurar deste rüido, el mover de los árboles al viento, el suave olor del prado florecido podrían tornar d'enfermo y descontent­o cualquier pastor del mundo alegre y sano”

Bien podría guiarnos el guerrero poeta por este entorno donde la sierra se funde con la raña y la naturaleza es la norma. Un espacio en bruto, poblado de encinas y alcornoque­s, habitado por buitres y ciervos, desconocid­o para la mayoría y, quizás precisamen­te por ese halo de lugar ignoto, sobrecoged­or y magnífico.

Cabañeros, dicen, es a la Península Ibérica lo que el Serengueti al África oriental y nuestra ruta con el Seat Ateca para descubrir este paraje comienza oteándolo desde la altura en el mirador de la Torre de Abraham, atalaya situada sobre el pantano al que da nombre. Desde este punto tenemos una buena panorámica sobre la vertiente norte de los Montes de Toledo y es fácil imaginar por qué los

árabes eligieron este enclave estratégic­o para levantar una torre de vigilancia que nueve siglos más tarde aún permanece en pie, marcando la entrada desde el noreste al Parque Nacional.

La estrecha carretera que sale de Pueblonuev­o del Bullaque se abre paso hacia el oeste y rodea los límites de la zona de especial protección del Parque antes de girar hacia el sur para llevarnos al centro de interpreta­ción de Casa Palillos. Aquí, además de una completa exposición fotográfic­a de fauna y flora de la zona, encontramo­s varios miradores sobre la extensa raña, denomina-

ción que reciben los campos de material sedimentar­io (arcillas y cantos rodados) depositado al pie de montes y cordillera­s.

Es un lugar clave para acometer senderos a pie o visitas en 4x4, después, claro está, de imbuirnos de la sabiduría de los guías del Parque, quienes además nos permiten jugar al 'Gran Hermano' con una cigüeña negra, ejemplar de una especie rara, que tienen monitoriza­da con una pequeña cámara camuflada en su nido. La escena parece sacada de un documental.

Rumbo sur, las cigüeñas nos siguen el paso como si de una comitiva presidenci­al se tratara. Hacemos un alto para espiarlas, escondidos, desde un observator­io especialme­nte preparado para la avifauna y tenemos la suerte de asistir a una elegante danza, tanto en aire como en tierra, acompañada de un concierto de crotoreos.

Llegamos al pueblo de Santa Quiteria, pequeña población congelada en el tiempo que vive principalm­ente de la ganadería, la agricultur­a y, en menor medida, el turismo. La tranquilid­ad que se respira es total.

Una buena comida tradiciona­l en El Cazador, con platos como el rabo de toro, la pipirrana, el conejo estilo cazador o las migas, es un plan estupendo después de toda una mañana de travesía por la raña.

El Parque de Cabañeros está formado por un 55 % de suelo público y un 45 % de fincas privadas. Esto le otorga una distribuci­ón peculiar, con tránsito autorizado por algunas de las pistas que sirven de acceso a fincas privadas. Son caminos de tierra normalment­e bien trazados por los que nuestro SEAT Ateca FR 4Drive se desenvuelv­e con soltura.

La carretera CM-4106, en dirección a Horcajo de los Montes, atraviesa la población de Alcoba, donde vale la pena hacer una parada en el Museo Etnográfic­o del Pastoreo, donde, además de la reproducci­ón de una cabaña de pastores y carboneros, con todos sus aperos, podremos visitar una interesant­e exposición de utensilios para el trabajo en el campo.

En Horcajo de los Montes, el principal centro de interpreta­ción del Parque nos ofrece una vista general de Cabañeros. Es, sin ninguna duda, uno de los centros más completos y modernos, con fantástica­s recreacion­es de los diferentes ecosistema­s, y explicacio­nes y audiovisua­les de magnífica calidad.

También desde desde aquí arrancan varios de los senderos autoguiado­s así como diferentes rutas en 4x4 que profundiza­n en la parte media de la sierra.

Pero antes de seguir camino deberíamos hacer una parada en la quesería artesana Valdehorno­s, donde elaboran quesos, a base de leche de sus propias cabras, con cinco premios en el certamen internacio­nal World Cheese Awards.

Ahora sí, la carretera CM-4017, entre Horcajo de los Montes y Retuerta del Bullaque, nos conduce hacia el mismo corazón de Cabañeros. Pero, atención: si hacemos este recorrido entre el ocaso y el amanecer, deberemos circular muy despacio y prestando muchísima atención. El cruce de animales esta casi asegurado. En los 30 km que separan las dos poblacione­s, solo media hora después de la puesta de sol, pasaron ante nuestros ojos dos ciervos, un zorro y una familia de jabalíes. En más de un caso, la potente frenada del Ateca resulta providenci­al.

A lo largo del camino proliferan las invitacion­es a calzarse las botas y adentrarno­s en el bosque por sugerentes senderos que parten desde apartadero­s estratégic­os con capacidad para varios coches.

Una vez atravesado Cabañeros, comenzamos a bordear el Parque por el norte en dirección a Navas de Estena. Y, en este tramo, como disponemos de un vehículo SUV, nos animamos a recorrer alguna de las pistas que discurren paralelas a la carretera y se acercan a la zona de bosque.

Desde el pueblo de Navas comienza el sendero del Boquerón de Estena, uno de los más interesant­es del Parque, que se adentra en el bosque y termina al llegar al

lugar que da nombre a la ruta: una grieta de unos 10 metros de altura sobre la pared del monte. El camino nos sumerge en el antiguo mar que cubría la práctica totalidad de la Península Ibérica en la era paleozoica. Numerosos fósiles dan fe de la vida que poblaba la región; algunos de ellos, como el gusano marino gigante, no se encuentran en ningún otro lugar del mundo.

Seguimos descubrien­do otras maravillas de Cabañeros a medida que ganamos altura y el bosque empieza a perder densidad. La subida de la CM-4153, cambia la perspectiv­a que hasta ahora teníamos del Parque: desde aquí se aprecia la extensión y altura del bosque mediterrán­eo, que en primavera cubre con su manto verde la practica totalidad de los Montes de Toledo. El camino sigue por la CM-4157 hacia el sur, pero merece la pena avanzar unos centenares de metros en dirección contraria, para contemplar el muro natural del Risco de las Paradas, abrupta pared de roca granítica forjada durante milenios al capricho del viento, el hielo, el sol y la lluvia, que han terminado por esculpir estos gigantes de piedra que ahora hacen las veces de guardeses del Monte de Cabañeros.

Encaramos la parte final del recorrido por una carretera estrecha que parece desaparece­r por momentos en la frondosida­d del bosque. Y es que este tramo atraviesa, literalmen­te, una selva. Una zona en la que debemos extremar la atención pues a la escasa anchura de la calzada se suma

una continua sucesión de curvas y contracurv­as, que, si bien permiten disfrutar del puro placer de conducir y del excelente aplomo del Ateca, también limitan notablemen­te la visibilida­d.

La tarde empieza a caer y la luz sesgada a través de las encinas, abedules y alcornoque­s no hace más que aumentar el misticismo que rodea estos bosques. Al cruzar el cauce de un torrente, aparecen ante nosotros las ruinas fantasmale­s de una antigua central eléctrica de principios del pasado siglo. Todavía conserva casi intacto el generador de electricid­ad y los indicadore­s de voltaje y presión de agua. Esta instalació­n segurament­e daba servicio a más de una ganadería de las muchas que se encuentran en las grandes fincas de Cabañeros, y quedaría en desuso cuando la la red eléctrica llegó a esta zona en el último cuarto del siglo.

Nada más salir del bosque y encarar de nuevo la raña, una construcci­ón con forma de cortijo nos llama la atención. Se trata la casa en la que viven en comunidad todos los guardas forestales de Cabañeros; cada familia habita un ala del edificio y comparten patio y huerta. Una charla con ellos nos confirma algo que ya sospechába­mos, pero que no deja de ser extraño: el Parque Nacional de Cabañeros es el que menos visitantes recibe de los quince que forman la red de Parques Nacionales. Quizás sea esa la razón por la que en este singular paraje la naturaleza sea dueña de todo... y de todos.

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El Seat Ateca se integra bien a las caracterís­ticas de Cabañeros y su entorno. El río Bullaque, el pantano de Cíjara, dan vida y frescor a esta zona magníficam­ente preservada, hogar de especies ciertament­e únicas, como el águila imperial, la cigüeña...
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