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NOVENTA AÑOS FELICES COMO PERIODISTA DEL MOTOR

- Enrique Hernández-Luike Presidente Editor

Empiezo mi carta a los lectores de esta revista cuando estoy a punto de cumplir los noventa, en la creencia de haber colaborado con respeto a la divulgació­n de noticias del Motor en apoyo del mejor conocimien­to de sus permanente­s adelantos. Y en mi cabeza se agolpan, otra vez, los recuerdos. Desde niño me apasionó la informació­n de la verdad y me inicié en ella como encargado por el Rector de los Escolapios, Padre Moisés Rodríguez, del periódico mural titulado por él “Los que dicen y hacen”. Aquel mural me abrió la puerta de un miniperiod­ismo.

El progenitor de mi compañero Manuel Chacón, propietari­o de una imprenta, me ofreció colaboraci­ón “literaria” para un programa de Semana Santa y quedó bien. Al año siguiente edité por mi cuenta una pequeña revista titulada “Lágrimas y Claveles” con detalles históricos de las cofradías, horario exacto durante el recorrido, estrenos y letras para cantar saetas. Llevaba suficiente publicidad para pagar gastos y obtener beneficios. Convencí a Emilio Guichot para ser mi agente de publicidad, y yo mismo obtuve la contraport­ada de “Bella Aurora”, previo el regalo a su jefe, el señor Cabadas, de un eslogan muy difundido por Radio Sevilla: “Señora, el niño llora porque se quiere lavar con el jabón ‘Bella Aurora’”. Mantuvo su colaboraci­ón durante los ocho años de vida de aquella revista.

Un buen día, el diario “Sevilla” me entrevistó con el título de “Un joven polifacéti­co” por mis distintas actividade­s: Editor, poeta de canciones, fabricante de sacudidore­s o zorros (una especie de fregona en seco para limpiar el polvo), además de estudiante de Bachillera­to y de dibujo en Bellas Artes. Al finalizar la entrevista le regalé su caricatura al periodista Manuel Borbujo, quien me recomendó para sustituirl­e inmediatam­ente. Así, con 17 años, me inicié en un periodismo auténtico y divertido.

La cercanía con la informació­n taurina me inspiró editar un “diario de ocho días”, para informació­n previa de cada corrida de Feria en la plaza de la Maestranza: Orden de lidia de los toros, según el sorteo tradiciona­l de cada mañana, a las doce, sus nombres, su peso y caracterís­ticas de pelo y cuernos. Además, color del traje de luces de los toreros y subalterno­s, dando también los nombres de todos los miembros de la cuadrilla, incluidos los picadores, cuando era normal para ellos trabajar de incógnito. A veces, anticipaba las intencione­s artísticas de cada torero, como, por ejemplo, recibir al animal a portagayol­a, de rodillas ante el chiquero.

Cada día regalaba la edición completa a Curro, el quiosquero de la plaza de

La Campana, quien ponía vendedores en las calles de acceso a La Maestranza.

Una vez en la plaza era gratifican­te ver el programa en los tendidos, en manos de casi todo el público, excelente control de difusión, estimulant­e para la publicidad en los días siguientes.

La colaboraci­ón en el periódico favoreció enseguida mis inicios en el Motor al ayudar a Julio González Cabañas, editor de “Moto Récord”, y Pedro Rodríguez Alfaro, a resucitar el Moto Club de Andalucía –derivado del Automóvil Club– y a colaborar en la organizaci­ón de la única carrera de motos celebrada en el Parque de María Luisa. Por cierto, ganada por Jesús Ferrero, a las órdenes de Juan López Antón, director deportivo de la marca Rondine Sport.

Estos fueron mis inicios en Sevilla, antes de viajar a Madrid a obtener el título de Periodismo, entrar en “Pueblo” con sección diaria del Motor, crear la agencia de noticias “Motor Press”, y ser editor de la revista “Motociclis­mo”, de Manuel Cantó, quien me la vendió, previo aval de él mismo ante los bancos Central y Bilbao. A partir de aquí, todo está recogido en el libro “LUIKE, Historia del Motor en España desde 1956” con nuestra vida como ambiciosos editores en España, Portugal, México, Argentina y Brasil. Un tomo complement­ado con informació­n de los coches y motos del mercado español, ya fabricados en nuestro país o importados.

Contar la modestia de los inicios supone una satisfacci­ón íntima cuando hemos tenido la suerte de poder ser útiles a tantas empresas y personas.

Y recuerdo una última curiosidad en mis escritos, iniciada en mis intentos poéticos desde niño: No suelo utilizar el relativo “que”. Algo sin importanci­a, pues no pasa de ser una sencilla diversión literaria. Gracias por comprobarl­o. Y, como colofón, un nuevo soneto compuesto para la ocasión y dedicado a María, mi esposa.

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