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Explora y descubre el Parque Nacional de AIGÜESTORT­ES i Estany de Sant Maurici con el SEAT LEÓN FR

ALLÍ DONDE LOS PIRINEOS CASI ALCANZAN EL CIELO, ENCONTRARE­MOS UN ESPACIO QUE PARECE SACADO DE OTRO MUNDO. CASCADAS, BARRANCOS,RÍOS,MONTAÑAS ALTÍSIMAS Y LAGOS...MUCHÍSMOS LAGOS.

- Texto: Pedro Madera / Fotos: Jaime Sainz de la Maza

Explorar el entorno del Parque Nacional de Aigüestort­es i Estany de Sant Maurici es toda una experienci­a que multiplica sus efectos si seguimos el recorrido adecuado. El corazón del parque tiene vetado el acceso a coches particular­es, pero su entorno dice mucho de la belleza de este lugar. Por eso, es buena idea comenzar nuestro recorrido por los alrededore­s de este espacio natural por Boí, en el valle del mismo nombre, una de las entradas al parque y también el lugar perfecto para una buena toma de contacto con el entorno. Estamos en una pequeña y emblemátic­a localidad, que como sus vecinas cuenta con un ambiente típicament­e medieval, merced a su arquitectu­ra de piedra de la que son la mejor muestra la colección de templos románicos –como el de San Juan de Boí o San Clemente de Taüll– que constituye­n un auténtico tesoro.

A un paso se encuentra el famoso centro termal de Caldes de Boí, a casi 1.500 metros de altura, justo en la margen derecha del Noguera de Tor, que a partir de este punto pasa a llamarse Caldes. Un paraíso verde y azul donde ya nos parecerá haber atravesado una puerta hacia el otro mundo, porque todo lo que aquí se respira es una tranquilid­ad absoluta en un entorno de cuento. Incluso aunque no seáis aficionado­s a los balnearios, merece la pena descubrir estas 24 hectáreas llenas de jardines donde se distribuye­n sus 37 manantiale­s de aguas mineromedi­cinales.

Todo este valle, que en realidad son varios valles de la comarca de la Alta Ribagorça leridana, fue reconocido por la UNESCO como un lugar que merecía ser distinguid­o como Patrimonio de la Humanidad. Entre otras razones, por el excepciona­l conjunto de iglesias románicas que alberga. Una buena muestra de lo que la agencia de la ONU quiso proteger son las pinturas románicas de la iglesia de San Clemente de Taüll, una de las joyas más importante­s del románico pireanico,

cuyo original, del siglo XII, se conserva en el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Desde aquí, podemos escoger entre una gran variedad de senderos de distinta dificultad que nos permitirá adentrarno­s en el parque y conocer sus rincones.

Pero nuestro viaje no ha hecho más que empezar y antes –o después, como prefieras–, de adentrarno­s en la naturaleza única del Parque Nacional de Aigüestort­es continuare­mos por la L-500 en dirección suroeste. Vamos camino de Barruera, Saraís, Castellón de Tor y, por fin, El Pont de Suert; en el que destaca su casco antiguo, en el que vale la pena perderse y visitar la Plaza Mayor, la del Mercadal, descubrir el Palacio Abacial o la iglesia de La Asunción, que atesora una magnífica colección de arte sacro.

Aprovechan­do la parada, también podemos tomar un tentempié, antes de seguir viaje, y aprovechar para probar la gastronomí­a de la Alta Ribagorça, que nos ofrece platos como el freginat o la girilla. Y para los amantes de la caza, el civet –guiso a base de cebolla– de jabalí o el de rebeco.

Ya con el estómago lleno, pondremos rumbo por la N-230 a Forcat, Estet y Casau, justo antes de llegar a Vielha, centro neurálgico de actividade­s outdoor de esta zona. Estamos en una de las localidade­s más pobladas de la comarca y, aun así, mantiene la esencia de todos los pueblos del valle, con sus tejados de pizarra y sus casas de piedra repletas de ventanas y balcones. Aquí, en la capital, vive el 40% de la población del valle de Arán, lo que no le impide seguir siendo un lugar tranquilo donde no se respira ni el estrés ni las prisas de una gran ciudad. Segurament­e, porque todo su contexto es naturaleza en estado puro: se encuentra a casi 1.000 metros de altura, atravesada por el río Nere y está rodeada de altísimas cumbres que superan los 2.000 metros.

Entre los lugares que merece la pena conocer, están la iglesia de Sant Miguel, con su torre campanario de aspecto fortificad­o, dedicada al santo que fue también príncipe; el famoso busto del Cristo de Mijaran, según cuentan, el único fragmento que se conserva de la escena de la bajada de la Cruz del siglo XII que realizó uno de los maestros del románico lombardo que se instaló en el vecino valle de Boí; y también, un par de museos interesant­es: el Museo Etnológico, ubicado en la Torre del General Martinón –una casa del siglo XVII perfecta para descubrir la historia del Valle de Arán– y el Museo de la Lana, donde descubrirá­s la máquina de tejer denominada "Jenny", clave en los talleres textiles durante la Revolución Industrial, y que nos

da idea del auge que tuvo este sector en el Valle de Arán durante el siglo XIX. Otro rincón que no podemos obviar es el de la casa señorial Ço de Rodès, en plena calle Mayor, con una caracterís­tica fachada renacentis­ta y cantoneras de piedra.

Seguiremos ahora camino de Arties, un poco más arriba de Vielha, justo donde confluyen el Garona y el Valarties, y otro lugar que no podemos saltarnos. Muchos lo conocen como el pueblo de los osos, porque hasta hace dos años había un par de osos pardos que vivían en un pequeño recinto, a la vista de todos los viandantes, que se pegaban a las verjas para verlos de cerca. Hasta que, en 2016, los reubicaron en un santuario de Hungría donde ahora viven en 30 hectáreas de bosque.

Pero, lo cierto es que Arties es mucho más que el pueblo de los osos. Si paseamos por él encontrare­mos uno de los tesoros más espectacul­ares de todo el valle: la iglesia parroquial de Santa María de Arties, donde se localizaba también una hospedería de caballeros templarios que construyó un castillo junto al santuario. Allí, en la que se considera uno de los mejores ejemplos del románico aranés, se conservan aún un retablo originario del siglo XV –considerad­o por los especialis­tas como una obra maestra de la pintura gótica– y unas pinturas murales del juicio final en el techo del presbister­io. Además, al otro lado de la carretera encontramo­s la antigua iglesia de San Juan, del siglo XIII, ahora convertida en centro de exposicion­es. Igualmente merece una visita la casa Ço de Paulet y el macizo torreón de la casa de Portolà. Y ya que estamos allí, podemos acercarnos a las piscinas termales de Arties, junto a los Baños de Arties, un antiguo complejo con tres fuentes de aguas termales sulfurado-sódicas, que estuvo en funcionami­ento hata los años 80.

Nuestro camino sigue ahora rumbo a La Bonaigua, el paso natural entre las montañas que separan el Pallars Sobirá y el Valle de Arán. Antiguamen­te era, junto con el famoso túnel de Vielha, el único paso que permitía alcanzar el Valle de Arán desde el resto de España. Por eso, la ermita y refu-

gio de la Virgen de las Ares, en la vertiente pallaresa, se convirtier­on en un punto estratégic­o de refugio y descanso. Ya comenzado el siglo XX se abrió un camino de tierra que con el tiempo acabó siendo parte de la carretera C-28; un trazado sinuoso en el que nuestro León FR hace gala de toda la agilidad y eficacia en curva que le confiere su ligera y avanzada plataforma MQB. Su precisa dirección y un eje trasero multibrazo, con unas reacciones muy nobles, le convierten en un modelo muy sencillo de conducir, transmitie­ndo tanta confianza que, a los pocos kilómetros, tendremos la sensación de que llevamos toda la vida a sus mandos.

De curva en curva, llegamos a nuestro siguiente punto en la ruta: Espot, la otra entrada al Parque Nacional de Aigüestort­es i Estany de Sant Maurici, por la parte oriental. Allí se encuentran los valles altos de los ríos Escrita y de Peguera. Una opción perfecta para conocer el lago de Sant Maurici y los macizos de Els Encantats, así como los valles laterales con los estanques de Monestero, Subenuix, Ratera y Amitges. En el valle de Peguera podemos recorrer los lagos de Trescuro, Tort, Trullo y Negre, y no son las únicas sorpresas de naturaleza virgen que podemos encontrarn­os.

Nos queda aún por conocer Llavorsí, otro de esos pueblos de cuento que tiene como protagonis­tas la piedra y la pizarra y en los que podemos descubrir pequeños tesoros en forma de iglesias, como la de Santa Ana y Sant Serni de Baiasca, el castillo de Gilareny o el santuario de Biuse.

Nos encontramo­s ya muy cerca de Sort, el punto final de nuestra ruta y donde podemos darnos un buen homenaje en uno de los restaurant­es con estrella Michelin del Pirineo, Fogony, además de comprar lotería en una de las administra­ciones más famosas de España y recorrer el antiguo cauce del Noguera Pallaresa antes o después de conocer el Castillo de los Condes de Pallars, desde donde pueden observarse los cerros emblemátic­os de Costa Negra y el Valle de Siarb.

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En la localidad de Espot encontramo­s el puente medieval sobre el río Escrita y un animado mercado ambulante de setas. Estación de esquí de Baqueira-Beret. Iglesia de Sant Feliù de Barruera. Torre-campanario de Santa Eulalia d'Èrill La Vall. Río Noguera de Tor a su paso por Barruera. Museu Hidroelèct­ric en la antigua central de Cabdella.
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