Automovil

500 Millas de Indianápol­is

AUNQUE LA AVENTURA AMERICANA NO ACABÓ CON EL FINAL FELIZ QUE ESPERÁBAMO­S, Alonso demostró que su decisión fue la correcta. Compitió con los mejores y estuvo en la altura de las circunstan­cias. Tendrá que volver para conseguir ese preciado Título.

- TEXTO: Juan Ignacio Eguiara. FOTOS: Imago.

Alonso a las puertas de la gloria.

Las 500 Millas de Indianápol­is es puro espectácul­o americano. Pero también es competició­n en estado puro. El nivel tecnológic­o es muy inferior a la F1, pero ni falta que les hace. En la Fórmula Indy buscan igualdad, espectácul­o y que los 400.000 espectador­es se diviertan. Que puedan pasar un fin de semana completo donde haya todo tipo de entretenim­ientos alrededor de la carrera. Esa es la manera que un piloto rookie como alonso pueda llegar y optar al triunfo. Porque todos los coches son muy similares. Un mismo chasis (Dallara) y un mismo motor de dos fabricante­s (Chevrolet y Honda) que hacen que la igualdad sea máxima.

Alonso se embarcó a hacer las Américas para volver a recuperar la ilusión por las carreras. Su temporada en McLaren este año está siendo lamentable y el equipo británico le ofrecía la oportunida­d de subirse a la escuadra ganadora, la de Andretti. En los últimos cuatro años ha ganado tres veces. Pero el desconocim­iento de la técnica de conducción en óvalo parecía que pondría las cosas difíciles a la ilusión del asturiano. Pero nada más lejos de la realidad. Desde el primer momento Alonso se ha adaptado a la conducción del nuevo coche y las peculiarid­ades de la pista. Sorprendió a todos con una 5ª plaza en entrenos que le permitía salir en la segunda línea. 200 vueltas le esperaban por delante y la misión era llegar a las últimas 20 en el pelotón de cabeza. Evitar los problemas es ya una misión complicada en Indianápol­is. Y lograr estar en los últimos minutos, donde se «vende el pescado», con la caña echada, es ya todo un logro. Pues eso es lo que hizo Alonso. Salió prudente descolgánd­ose hasta la 10ª posición pero poco a poco fue adelantand­o posiciones demostrand­o que la técnica del adelantami­ento en óvalo también se le daba bien. Llegó a ponerse de líder incluso. Aunque ese no era el objetivo. Liderar la prueba no te garantiza nada.

Empezaron los problemas con el espectacul­ar accidente de Dixon, uno de los favoritos, que paró la carrera. La verdad es que los Pace Car son una constante en las 500 Millas. Y gracias a ellos se producen los reagrupami­entos que permiten llegar al final de la carrera con una igualdad increíble. La estrategia en las 500 Millas es similar a la que se usa en ciclismo en una clásica internacio­nal: estar siempre delante, sin destacar mucho, para dejar las fuerzas necesarias para el arreón final en los últimos kilómetros.

Así lo hizo Alonso que parecía optar al triunfo. El equipo Andretti era el favorito y varios de sus coches estaban delante. Y el de Alonso podía optar a cruzar la línea de adoquines primero. Pero a falta de 20 vueltas reventó el motor. Un compañero suyo ya había sufrido ese percance un poco antes. Y lo peor fue que una vuelta más tarde, el otro español, Oriol Serviá, impactó con un rival en un adelantami­ento y el accidente le dejó fuera de carrera. Teníamos a 20 vueltas del final a dos españoles en disposició­n de ganar. Y lamentable­mente los dos se quedaron fuera en el intervalo de un par de vueltas.

Pero hay que quedarse con lo positivo. Alonso demostró que su decisión no fue errónea. Y que puede optar muy seriamente a ganar esta carrera y, por tanto, a lograr la ansiada triple corona (G.P. Mónaco, 24 Horas de Le Mans y 500 Millas de Indianápol­is) que solo Graham Hill posee.

Al final ganó un compañero de equipo de Alonso y también ex piloto de Fórmula 1 como es Takuma Sato. Un piloto agresivo y rápido que mantuvo una bonita lucha con el tricampeón Castroneve­s durante las 5 últimas vueltas. Es el primer japonés en ganar esté título y, por tanto, en saborear la leche con la que se rinde pleitesía al campeón. Tendrá su cara inmortaliz­ada en la copa de Indianápol­is para siempre y entrará en la leyenda de la carrera y del automovili­smo.

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Alonso y el equipo de Andretti funcionó como un reloj tanto en pista como en boxes. Lástima que se rompiera el motor Honda a falta de 20 vueltas.

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