EN FAMILIA
Este mes ha sido especial para mí al reencontrarme con un coche al que le guardo un especial cariño. El Audi RS2 fue uno de los primero coches «gordos» que probé. O mejor dicho, uno de los primeros que probé y escribí sobre él, porque ya antes había probado muchos otros pero no había tenido la suerte de escribir la prueba importante de la revista. Estamos hablando de octubre de 1994 y anda que no ha llovido desde entonces. Recuerdo aquella prueba como si fuese hoy. Por eso tenía claro que había que volver a traerlo a estas páginas aprovechando la llegada del nuevo RS4, el sucesor de aquel original RS2. Nuestros amigos Alvaro y Gonzalo tienen uno en perfecto estado. Podría decir que está mejor que nuevo. Es impresionante el trabajo que han hecho con esta unidad que han restaurado hasta dejarla impecable, como se puede ver en la prueba comparativa estrella de este número de AUTOMÓVIL.
Volver a reencontrarme con el RS2 trajo a mi memoria unos recuerdos imborrables. Haciendo uno de los múltiples recorridos de consumos que hacíamos entonces, una abrazadera del manquito del turbo se rompió y me dejó tirado en la carretera. Aquel turbo de tamaño de un motor de camión tenía un efecto de retardo y una patada que te pegaba al asiento. No estábamos acostumbrados a esas sensaciones en modelos familiares. Y de tanto estrujar el 5 cilindros —que ha acabado en convertirse en un motor de leyenda—, pues fuimos capaces de rasgar el manguito y quedarnos sin sobrepresión. El moderno RS4 no tiene nada que ver. Es mucho más suave y mucho más prestacional, pero nunca tendrán el encanto de los pioneros. Igual que ninguna otra marca podrá quitarle a Audi el galardón de ser el que fomentó la deportividad en los familiares. Mucho después llegó el fenómeno SUV, pero quizás estos Avant fueron los que iniciaron el camino al combinar carrocerías prácticas y funcionales con motores potentes.
Volver a reencontrarme con el RS2 trajo a mi memoria unos recuerdos imborrables