SUPERCOMPARATIVA
Los compactos siguen siendo los reyes de la versatilidad, y los motores Diesel de potencia intermedia, una apuesta segura en materia de eficiencia y agrado de uso. He aquí tres aspirantes a superventas.
Tres compactos superventas Astra, Mégane y 308 se enfrentan en sus versiones Diesel de potencia intermedia, apuesta segura en materia de eficiencia y agrado de conducción.
EN UNA CATEGORÍA DONDE la competencia es feroz, no tener puntos flacos resulta todo un reto, y ya no digamos despuntar en algo concreto. El segmento C está compuesto por modelos muy homogéneos, versátiles y capaces de cumplir prácticamente cualquier necesidad, pues son opciones lógicas y racionales donde las haya, pero también muy satisfactorias en el uso diario, con una gran variedad de elección en cuanto a motorizaciones, acabados y equipamientos. En líneas generales, los tres automóviles de esta comparativa ejemplifican a la perfección esta competitividad, cada uno con alguna particularidad que lo hace muy interesante.
Se trata de eficientes versiones Diesel de en torno a 130 CV, lo que les sitúa en la zona intermedia de sus respectivas gamas. El equilibrio es la nota dominante en los tres, con solventes prestaciones, unas aptitudes dinámicas intachables y buenas dosis de confort de marcha. A partir de esta base, las diferencias entre ellos son más bien sutiles, pero son precisamente los pequeños matices los que pueden hacer a sus clientes potenciales decantarse por uno u otro.
REFERENTE DINÁMICO. En el caso del Astra, por ejemplo, nos encontramos ante el más rápido del lote, gracias a una respuesta más contundente de su mecánica. Con ello, prácticamente podemos olvidarnos del cambio al circular por
carretera, ya que sus recuperaciones son muy ágiles en cualquier marcha, algo que en parte está motivado por unos desarrollos menos largos que sus rivales. Su chasis también es muy dinámico y en curva da la sensación de ser el más ligero —aunque la báscula da ganador al Peugeot—, con muy pocas inercias, una gran precisión a alta velocidad, así como reacciones muy inmediatas y naturales frente a cualquier insinuación que hagamos sobre la dirección. A pesar de que esta versión del Astra ya no lleva timonería de Watt para reforzar su eje trasero torsional —este elemento ahora queda reservado a los nuevos motores más potentes de la gama—, sigue ofreciendo un comportamiento excelente. Únicamente cuando nos acercamos al límite de adherencia en situaciones extremas puede perder algo de su milimétrica precisión, debido a las leves oscilaciones de la carrocería, pero apenas interfieren con su buen dinamismo, y es algo totalmente comprensible dado el buen compromiso que consigue el tarado de las suspensiones entre eficacia y suavidad, pues garantizan al mismo tiempo un alto nivel de comodidad a los pasajeros. TOQUE DEPORTIVO.
El Peugeot se caracteriza por un enfoque prácticamente igual de dinámico, ya que brinda una eficacia en curva muy similar en caso de que seamos exigentes con su bastidor. Para ello recurre a una puesta a punto de las suspensiones un poco más firme,
algo que le otorga cierto tacto deportivo, pero no resulta incómodo en absoluto. A esto también contribuye un volante de reducido diámetro, que requiere una mayor precisión de movimientos por nuestra parte. La dirección, eso sí, resulta menos comunicativa en fuertes apoyos, aunque el bastidor da mucha confianza debido a sus neutras reacciones, incluso cuando el alto margen de agarre de los neumáticos se agota, momento en el que las ayudas electrónicas, no desconectables, impiden cualquier complicación. En cuanto al motor, su entrega de potencia es muy lineal, refinada y con abundante par desde muy pocas vueltas. El 1.5 BlueHDi mejora considerablemente en prestaciones al motor 1.6 BlueHDi de 120 CV, al que sustituye, sobre todo porque se han acortado ligeramente los desarrollos del cambio. Aun así, y sin detrimento del agrado de uso, es el que ha obtenido los resultados más discretos en nuestras mediciones. REFINADO EQUILIBRIO.
Sin decantarse por una vertiente tan dinámica, pero sin quedarse muy atrás, el Mégane proporciona una conducción igualmente gratificante gracias a una calibración del chasis muy conseguida. Aplomado
y con las reacciones más progresivas de los tres, también permite implicarse en la conducción y aprovechar un tren trasero que, al igual que sus contrincantes, aporta cierta direccionalidad en fuertes apoyos, con el redondeo justo al dejar de acelerar bruscamente y siempre dando muchísima confianza y sensación de seguridad. En caso de llevar a cabo una conducción de talante deportivo, su velocidad de paso por curva no es tan elevada y las ayudas electrónicas acuden antes a nuestro “rescate”, antes que en el 308 y en el Astra, impidiendo que nos desviemos de la trazada, a base del frenado selectivo de las ruedas. El buen confort de marcha se combina con un gran refinamiento, gracias a un motor muy suave y que casi no se escucha en conducción nor- mal, unido a un habitáculo muy bien insonorizado del ruido procedente de la rodadura. También el Peugeot logra muy buenos resultados en materia acústica y de vibraciones, incluso en frío, mientras que en el Astra resulta más evidente una mayor aspereza mecánica, al igual que un sonido más presente en aceleraciones, pero dentro de unos límites más que aceptables. CASI A MEDIDA.
Y si el apartado dinámico está cuidado al máximo, sus interiores no podían ser menos. Aquí encontramos un estilo muy diferenciado en cada uno de los tres, aunque con unas cotas de habitabilidad similares. Destaca el Astra por el espacio que ofrece a sus pasajeros traseros, que pueden estirar
mejor las piernas, pero en el resto de mediciones están muy igualados. En cambio, el maletero del Opel es el de menor capacidad, mientras que en el Renault y el Peugeot son casi idénticos. Dependiendo del nivel de acabado y de los equipamientos elegidos, en los tres es posible alcanzar un alto nivel de sofisticación. No faltan asientos con función de masaje, una completa conectividad, o un amplio elenco de sistemas de seguridad, así como faros de tipo led, que en el Astra pueden ser matriciales para adaptar el haz luminoso en función de las necesidades. En el caso del Mégane, la luz de cruce no llega tan lejos como nos gustaría, aunque la de carretera ofrece un rendimiento excelente. Por otra parte, a la hora de personalizar el interior, resulta muy llamativo el Renault, ya que puede contar con iluminación ambiental de distintos colores, varios diseños para el cuadro de mandos digital y un sistema que modifica el sonido del motor en función del modo de conducción elegido. También ofrece un HeadUp Display escamoteable. En definitiva, es difícil que no te guste alguno de los tres, pues todos tienen mucho que ofrecer.