¿HAY ALGUIEN MÁS GRANDE?
Hace tres meses, tuve ocasión de compartir mesa con Carlos Sainz con motivo de la celebración por parte de Peugeot de su trofeo de Coche del Año en Europa para el 3008 –misma denominación para el coche ganador del Dakar aunque poco o nada se parezcan el original y el coche de carreras-. Aquí, Sainz, sin oficialismos, muy a gusto, fue descubriéndonos claves del Dakar. Me quedo con dos píldoras: “Tú sabes que siempre va a haber algún día malo. Cuando esto pase, la clave está en no salir al día siguiente como un loco asumiendo demasiados riesgos. Sales de más atrás y esto se nota, tendrás al menos un par de días en los que te va a costar recuperar para volver a tomar la salida en puestos delanteros que te permitan ir con menos tráfico” y “El copiloto es el doble de importante aquí que en los rallyes. Tú aquí te vas dejando la vida por arañar décima a décima, y luego un error de interpretación te puede hacer perder horas y no veas cómo sienta…”.
Súmale a todo esto sus manos como piloto que ahí siguen, súmale que nadie como Sainz conoce los secretos del 3008 DKR porque él ha sido su principal desarrollador, súmale esa experiencia que tiene para leer carreras y a la que ha sumado todo lo que ha sabido aprender de ese otro gran zorro del desierto que es Peterhansel –“Él va a su ritmo mientras van sucediendo cosas. Es muy inteligente”, nos decía Carlos-, súmale sus deseos de ganar y sus esfuerzos hechos para ganar –preparación física y mental-, súmale ese pelín de fortuna que en otras ocasiones puede haber faltado, súmale un copiloto de bandera, súmale un coche nacido para ganar y dar espectáculo junto a un plantel competitivo de pilotos casi imposible de superar –veremos cómo se cubre la orfandad de Peugeot el año próximo- y no podía haber mejor desenlace para este Dakar que este triunfo de todos, que este triunfo de Sainz. Creo que el premio Princesa de Asturias de los Deportes debe hacer por fi n justicia al más grande de nuestro automovilismo deportivo.