EL AUDI Q8 POR EL SUR DE AMÉRICA
Del desierto más árido a cumbres andinas nevadas de más de 4.500 metros, en un solo día y entre volcanes, salares, géiseres y un manto de estrellas. Una expedición con el nuevo Audi Q8 nos descubre la ruta más extrema y fascinante: Atacama y el Altiplano
EN ATACAMA LLUEVEN ESTRELLAS. LA REGIÓN MÁS SECA DEL MUNDO OFRECE EL MEJOR CIELO DEL PLANETA PARA OBSERVAR EL FIRMAMENTO
LA TEMPERATURA ES TAN EXtrema que pasas, en sólo 5 horas, de -8 grados a más de 40 º C a mediodía; el ambiente es tan seco que, no sólo te abrasas los labios, sino que incluso te sangra la nariz sólo con sonarte; la radiación ultravioleta es tan fuerte que, sin protector solar, sufrirás una insolación segura si no te proteges, mientras que, a 3.800 metros de media sobre el nivel del mar, el mal de altura (lo que aquí llaman “puna”) te dejará, en el mejor de los casos, sin aliento y con la cabeza como un globo si no has realizado una buena aclimatación. Por no hablar que estamos dentro de la zona con más actividad geosísmica del mundo, incluida en el anillo o cinturón de fuego de la Tierra, que registra hasta el 75% de los volcanes activos y el 90% de los terremotos del planeta.
Sí, estoy en el Altiplano de Chile, en el desierto más árido del mundo y en pleno invierno austral, cerca de la frontera con Bolivia y Argentina. Y, como nos advierten sus habitantes, Atacama no es para cualquiera… pero cualquiera que sepa dónde va quedará sólo sacudido y atrapado para siempre en una de las regiones más asombrosas y espectaculares del mundo.
TRAVESÍA POR EL DESIERTO. Lo mejor del viaje comienza en San Pedro de Atacama, la puerta de entrada al desierto y donde, entre calles de tierra, decenas de agencias de viaje, animosos bares alternativos donde tomarte un buen “pisco sour” y mercadillos indígenas de souvenirs, me espera ya una caravana de nuevos Q8 para iniciar una ruta inolvidable. Audi quiere llegar lejos con su nuevo SUV.
Convertida hoy en “El Dorado” para hippies de todo el mundo, la paradisíaca e informal San Pedro contrasta con el lujo con el que nos recibe el Q8, un SUV sin embargo que, a pesar de invitar primero a sacudirse la arena del zapato para subir, termina siendo también salvaje. Es muy pronto, las 5 de la mañana, pero el viaje debe empezar con el mejor amanecer. En pleno desierto, nos desplazamos sólo 25 km entre el
silencio de la madrugada (y el del Q8 rodando) hasta la Laguna de Tebenquiche. En pleno Salar de Atacama y con el majestuoso Volcán Licancabur (5.920 metros) siempre presente de fondo, y de postal, el sol emerge como un espejo entre sus aguas y las vastas montañas de los Andes. Taguas, guallatas y otras aves autóctonas, despiertan en lo que es la Reserva Nacional de los Flamencos para guiarme ya a nuestros próximos destinos: El Valle de la Luna… y el de la Muerte.
EL VALLE DE LA MUERTE. Modo Allroad a nuestro Q8 TDI de 258 CV y ruta hacia quizá el paisaje más “sahariano” que encontrarás en Atacama, mien- tras atraviesas antes un inmenso salar que posee el 25% de las reservas mundiales de litio ( Tesla y Elon Musk se rumorea que ya han comprado extracciones), además de bórax y otras sales potásicas. Por momentos siento casi cruzar la Antártida, hasta que me recibe la gran Duna mayor y el anfiteatro, inmensas lomas de arena que un día recibieron incluso el Dakar sudamericano y desde cuyas cimas, tras ascender sus más de 50 metros, tienes quizá el paisaje más bello del Desierto de Atacama.
Ya estoy a más de 3.000 m, pero de momento ni rastro de mal de altura para mí… ni para el Q8. Tras una buena excursión, y no sin llegar a cruzarme con al
menos una decena de intrépidos ciclistas solitarios (el cicloturismo está de moda en Atacama), el Valle de la Muerte me espera… aunque no es tan aterrador: en realidad, su nombre surgió de una mala traducción de un sacerdote belga que entendió “Muerte” y no “Marte”. Y crees estar en el planeta rojo. La vegetación hace horas que desapareció y las caprichosas formaciones rocosas de la Cordillera de Sal conforman un entorno que, por momentos, me recuerdan al Wadi Rum de Jordania. Y es que, viendo de fondo cómo los jóvenes practican en sus dunas el “sandboarding”, Atacama me parece eso, un parque temático de todos los desiertos del mundo. Te sorprende con paisajes distintos en cada rincón que pisas.
CAMINO DE LOS ANDES. Modo ya Off Road para salir y, convertido ahora en un rudo todoterreno con más de 25 cm de cota libre avanzado por el que parece el escenario de Mad Max, encaro la segunda parte de nuestra ruta por el Altiplano: el cruce de los Andes. Tras 80 km de ascensión entre pistas y carreteras mal pavimentadas, y con primeros signos de leve vegetación, se abre ante mis ojos la cadena montañosa más larga de la Tierra (más de 7.000 km) y el paisaje más increíble que haya vivido. Los Andes albergan los volcanes más altos del planeta, y el de Láscar, con 6 cráteres y su olor a azufre, se empeña en darnos la bienvenida saludando con sus fumarolas y explosiones permanentes.
Estoy ya a 4.520 metros y, con la nieve ocultando hasta la carretera, es imposible no acordarse entre sus cumbres de la película “Viven”. Hora de comer… pero, en nuestro caso, quinoa. Probada ya en sopa, en ensalada, de acompañamiento... Aunque nueva para nosotros y con ingentes propiedades, esta semilla extraordinariamente resistente y eficiente en el uso de agua, la utiliza ancestralmente la comunidad andina, donde se cultiva, del mismo modo que se extrae en sus minas el cobre (Chile es el mayor productor del mundo) o el lapislázuli, esa preciosa gema azul que es el mejor regalo de un viaje por Atacama. Ahora sí, estamos demasiado altos y la falta de oxígenio castiga. Seguí las recomen-
daciones de no beber alcohol ni realizar comidas copiosas desde el día antes y, a pesar de no haber recurrido como la mayoría de turistas a hojas, té o caramelos de coca (no soy yo de experimentos), sigo en pie. Pero algo de mareo siento y me cuesta respirar… como al Q8 50 TDI: el turbo (o en este caso, los dos turbos) no pueden soplar como deben y, con mezcla pobre, el SUV parece perder caballos por minutos, aunque aún son suficientes para continuar a buen ritmo y aprovechar el descenso para rebajar consumos, gracias a su tecnología mild-hybrid de 48V capaz de impulsarle sólo con electricidad planeando entre 55 y 160 km/ h.
SU CIELO, UN TESORO. Porque, para explosiva, la siguiente parada a la que debe llevarte toda ruta por el Altiplano: los Géiseres del Tatio, el tercero más grande del mundo tras Yellowstone (USA) y Kronotski (Rusia). Así, disfrutándolo y viendo alejarse sus erupciones de agua a 86º C, regreso a San Pedro, no sin antes volver al Valle de la Luna para ver, ahora, el mejor atardecer. Sí, porque Atacama, tras una ruta de 300 km donde no recuerdo haberme cruzado con ningún coche durante horas, está considerado el mejor lugar del planeta para ver el firmamento y sus constelaciones, albergando los mayores proyectos astronómicos del mundo. A la ausencia de contaminación lumínica, elevada altura y casi total falta de humedad del aire ( ha registrado períodos de hasta 400 años sin agua), aquí sólo llueven estrellas. Y el Q8 es ya, por derecho, una más. ¡ Qué día!