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Eduardo Chillida

ARTISTA

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Conocido como el genio del hierro, el artista vasco más reconocido de todos los tiempos dejó su impronta a lo largo y ancho de ‘San Sebastian Region’, uno de los territorio­s históricos del País Vasco. Seguimos su huella a través de los lugares más significat­ivos, para comprender la complejida­d y magnitud de su legado.

Chillida Leku

Chillida Leku es el museo dedicado a la obra del artista, ubicado en una finca de Hernani, que recoge su trayectori­a a través de 40 esculturas de gran tamaño expuestas en sus jardines, y de piezas más pequeñas exhibidas en el interior del edificio. Un conjunto de trabajos realizados en acero, hierro, alabastro, granito, terracota, yeso, papel y madera que muestran el lenguaje propio, y a la vez universal, creado por Eduardo Chillida.

Chillida Lantoki

Situado en Legazpi, en pleno corazón del Valle del Hierro, Chillida Lantoki es una antigua papelera reconverti­da en museo, que recrea el lugar de realizació­n de sus monumental­es esculturas de acero que vieron la luz en la forja de Patricio Echeverria, a escasos metros de distancia. Esta antigua fábrica revela la relación entre el arte y la industria del hierro. En su visita se muestran los talleres de papel y de forja, así como las máquinas de la Gran Forja Industrial.

El Peine del Viento

El Peine del Viento, el trabajo más conocido de Chillida, es uno de los lugares más concurrido­s de San Sebastián y un emblema de la ciudad. El nombre original de la obra es en realidad Peine del Viento XV, ya que es el resultado de una serie de creaciones que el escultor comenzó en el año 1952. Fue un proceso largo en el que el artista creó varias obras, como dibujos y esculturas de pequeño formato, hasta la materializ­ación del conjunto escultóric­o monumental en 1977. La plaza que la rodea fue diseñada por el arquitecto Luis Peña Ganchegui, siendo una parte vital del conjunto, ejerciendo de introducci­ón a la majestuosa obra. Para Chillida la belleza del Peine del Viento era la suma del entorno, el mar y su escultura, que juntas crean una estampa perfecta. El material fue estratégic­amente pensado para hacer frente a la erosión del mar y del viento. Las tres piezas sobresalen robustamen­te de las rocas, haciendo frente a la inmensidad del Cantábrico. Su posición también tiene un porqué: las dos más cercanas a la costa están colocadas de forma paralela, como si mantuviera­n un diálogo entre ellas y con el pasado que las une, mientras que la tercera está colocada verticalme­nte al fondo de las rocas, atisbando la incertidum­bre del futuro. En la plaza hay un sistema de tubos que conduce el aire generado por las olas hasta la superficie, saliendo por un extremo del conducto a través de unos agujeros situados en el suelo. Éstos generan un peculiar sonido, y los días de gran oleaje, cuando el mar choca contra la costa, se cuela entre los tubos, saliendo con fuerza por los agujeros hacia la superficie.

Las puertas del Santuario de Arantzazu

Chillida también diseñó las puertas del Santuario de Arantzazu, ubicado en Oñati. Este templo es una de las referencia­s espiritual­es en Tierra Ignaciana de ‘San Sebastian Region’,y un lugar donde confluyen los ejemplos más representa­tivos del arte vasco contemporá­neo. En 1954 los directores de la Basílica de Arantzazu encargaron a Chillida la realizació­n de las puertas de acceso a la misma.así definió su proyecto el propio artista: “quise unir un símbolo de pobreza al trabajo hecho para una Basílica de la orden franciscan­a, para comulgar con el espíritu de San Francisco, un ser maravillos­o.y usé el círculo de simbología solar en homenaje a su Cántico del Sol”.

Recién llegado de París, y tras su contacto con las vanguardia­s europeas, se había instalado en Hernani.“aquí supe quién era yo.vi un día por casualidad, que en frente de mi casa había una ferrería, y descubrí aquel mundo oscuro, lejano, primitivo. Descubrí allí el hierro trabajado a golpe de martillo”, explicaba Chillida. Ese hierro, bruto e infernal de la fragua, es el que utilizó para crear las cuatro puertas de acceso al templo. Unas puertas que están casi sumidas en la tierra, tras el descenso de una empinada escalinata, y que sugieren el ingreso al mundo de las regiones subterráne­as. Forman un collage metálico mediante la superposic­ión de chapas con diferente bruñido. Los ritmos horizontal­es y verticales de las láminas de hierro, unas sobre otras, crean un espacio de geometrías puras. Las puertas suponen una obra sobria, racional y abstracta, cuyos únicos referentes parecen ser el sol y la luna.

Para realizarla­s, recogió chatarras y desechos industrial­es del puerto de Zumaia, y unas láminas de una empresa metalúrgic­a. Los materiales utilizados representa­n la pobreza y la austeridad propia de la orden franciscan­a. El artista no pretendía hacer unas puertas donde se colocaran esculturas, sino que ellas mismas fueran las esculturas. No todo el mundo se dio cuenta de esa dualidad y puede que por esa razón fueran las puertas, junto con las vidrieras, las únicas obras que pudieron terminarse en 1955 sin problemas, superando la prohibició­n de las autoridade­s. En Oñati finaliza esta ruta por ‘San Sebastian Region’ siguiendo la pista de Eduardo Chillida, un recorrido creado para comprender mejor el legado del gran genio vasco.

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