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Los cuerpos de animales sacrificados, tanto piezas de caza como animales útiles, han sido siempre demasiado valiosos como para desperdiciar nada de ellos. Quedan muchas partes aprovechables después de haber digerido la carne: por ejemplo, las pieles, con las que se obtiene cuero o una cálida cobertura. Los huesos son verdaderos multitalentos más allá de los pucheros: hace miles de años, los seres humanos ya fabricaban con ellos puntas de flecha, instrumentos precursores de agujas de coser, adornos o juguetes.
El instrumento musical más antiguo encontrado hasta la fecha es una tibia convertida en flauta de unos 30 000 años. De una edad similar son las flautas halladas en Asia fabricadas con huesos de alas de águila y grulla. Hoy en día los puentes (piezas entre las cuerdas y la tabla de armonía) de los más refinados instrumentos de cuerda se siguen haciendo con hueso.
Hacia el año 5 000 a. C. se empezaron a utilizar huesos puntiagudos como husos para hilar y de una época un poco más reciente proceden los más antiguos knucklebones –huesos de los dedos de la oveja– y los predecesores de los actuales dados. Sin ellos serían impensables juegos antiquísimos como el koruru de los maoríes de Nueva Zelanda. Los griegos arrojaban huesos para jugar al astragaloi (tabas) y los romanos para jugar al tali. Desde tiempos primitivos los esquimales construyen los patines de los trineos con huesos de quijada de ballena. Y el codillo de cerdo alemán recibe el nombre de eisbein (palabra germana compuesta por ‘hielo’ y ‘hueso’) porque los huesos de la tibia del cerdo también se utilizaban para confeccionar patines de hielo en la Europa central de hace unos 4 000 años.
Molidos como harina o convertidos en ceniza, los huesos de los animales también prestan un valioso servicio: el óxido de calcio y el fosfato de calcio presentes en las cenizas del hueso hacen que la porcelana
sea transparente. Una vez cocida se puede pintar con el pigmento “azul de Prusia” que antaño se obtenía también de restos de animales.
La harina de huesos ha sido una materia prima importante para la producción de cola, jabón, grasa lubricante, azúcar (blanqueante) y velas. Hoy sirve para la producción de gelatina (aprox. 20 por ciento de la masa cruda), como abono para plantas y como componente de los productos para limpiar plata. Hoy, en Estados Unidos aún se mezcla con pienso de animales.