Beef!

ELLOS Y ELLAS

Con isla o sin isla, de vitro o de inducción... No puedes posponerlo más, el momento de reformar la cocina ha llegado. Hoy: reformas en la cocina

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No entres en pánico: ¡toca reformar la cocina!

ÉL

Si le preguntan en la tienda qué es lo que más echa en falta en su actual cocina, tiene que hacer memoria para recordar cuándo fue la última vez que se fijó en algo que no fuera la nevera. Cuando le presentan el proyecto, se empeña en una isla central porque lo ha visto en las series americanas y es lo que más mola. El tamaño de la cocina no importa. Igual no es mala idea tirar un muro y hacer una cocina americana. Así podrá ver el fútbol el día que él cocina. Se decanta por un horno grande, grande. Si cabe un ternero entero mejor. Plantea la posibilida­d de comprar una cocina de gas, porque le recuerda a la que había en casa de su abuela, y nunca ha vuelto a comer unas lentejas como aquellas, con ese ‘chup chup’ que duraba toda la mañana. Los fuegos le dan igual si son vitrocerám­ica o de inducción, pero tiene que haber uno enorme, para las paellas de los domingos con los amigos. Cuando ve la grifería se decanta por el monomando más moderno: le recuerda al joystick de su consola. Que haya bien de armarios; está claro que uno va a ser para guardar las cervezas. El frigorífic­o, enorme, que la birra hay que tenerla siempre fría por si surge cualquier urgencia. Ha leído en el periódico que hay neveras con aplicacion­es que te avisan cuando se te agota algún producto (la cerveza, por ejemplo). Quiere una así, aunque no haya hecho la compra en su vida. ¿De verdad vamos a comprar un lavavajill­as? No hay nada más relajante que fregar a mano. O eso recuerda. Con todo aprobado, se da cuenta de que hay que empezar de cero: ¡no hay sitio para la vinoteca!

ELLA

Cuando le preguntan qué cambiaría de su actual cocina, dice que todo: está aburridísi­ma de pasar tanto tiempo entre los mismos cacharros. Hace hincapié en que quiere una mesita para el desayuno de los niños. No importa si todo el mundo se tropieza con las sillas, bastará con andar con cuidado. Las paredes no se tocan, y la campana extractora, la más potente del mercado, que aún se acuerda de aquel día que a su pareja se le ocurrió freír sardinas. El horno, pirolítico, ya sabemos a quién le toca limpiarlo. Mejor inducción que vitrocerám­ica: es más rápido y gasta menos. Y si entra una cocina de gas en casa, se va con su madre. El grifo, mejor extensible, que es muy cómodo para aclarar los platos. Tiene que haber muchos armarios y bien organizado­s, que necesita al menos una estantería para sus tés e infusiones. Estos frigorífic­os con puerta transparen­te son muy monos, y además solo hace falta un vistazo para ver qué hay que reponer en el cajón de las verduras. De aplicacion­es inteligent­es no quiere saber nada, que ya hay bastante listillo en casa. El lavavajill­as grande y silencioso, por favor. Bastantes ruidos absurdos tiene que escuchar ya. Cuando ya está el proyecto aprobado, se da cuenta de que el problema no era la cocina. Lo que de verdad necesita es mudarse de casa.

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