Miguel A. Torres
Miguel Agustín Torres, Presidente de la Federación Española del Vino (FEV), habla del enoturismo como fenómeno social y del vino que nos traerá el cambio climático.
Q ué le parece el “boom’’ que está viviendo el sector del vino en general y el del enoturismo en particular?
No sé si se puede hablar de un ‘boom’ como tal en el sector del vino ahora mismo. Aunque es cierto que hay indicadores que animan al optimismo, también lo es que tenemos muchos retos a los que hacer frente como sector. Si pensamos en las exportaciones, por ejemplo, en 2018 se registró una cifra récord de facturación de 3.290 millones de euros, con un 10% menos de volumen vendido, gracias principalmente a un aumento del 16% en el precio medio de vino. Ahora debemos trabajar para consolidar esa tendencia e ir mejorando la facturación de las exportaciones españolas de vino de forma estable en el tiempo, de manera que ese incremento vaya unido a una mejora de la imagen y al merecido reconocimiento internacional acorde a la calidad de nuestros vinos y no a cuestiones coyunturales, como una mayor o menor cosecha en función de la climatología. Pero el mayor reto lo seguimos teniendo en casa, con unos datos de consumo que, si bien experimentaron cierto incremento en volumen en 2017, en 2018 ese crecimiento se ha ralentizado debido principalmente a la subida de precios ocasionada por una cosecha especialmente corta. En cuanto al enoturismo, sí que detectamos un interés por parte de los consumidores que va en aumento, ya que cada vez son más los que quieren acercarse al vino y conocer toda la historia y el proceso de elaboración que hay detrás de la copa que se están tomando. Esto supone una gran oportunidad y debemos ser capaces de aprovecharla y situar al enoturismo como un pilar estratégico para el desarrollo de nuestro sector por su enorme potencial de comunicación y cercanía al consumidor. De hecho, la propia Organización Mundial del Turismo reconoció recientemente que el enoturismo es uno de los segmentos más florecientes de la demanda turística mundial y puede generar ingresos y empleo en regiones donde otras fuentes de ingresos pueden estar en decadencia, además de destacar sus vínculos con la artesanía, el turismo, la gastronomía y el agroturismo.
Como presidente de la FEV, ¿cree que corren paralelo este entusiasmo popular y el sector profesional del vino?
Creo que, como sector y como empresa, debemos esforzarnos especialmente por escuchar al consumidor y ser capaces de responder a sus expectativas y a ese interés por nuestros productos, especialmente en lo que respecta a las nuevas generaciones. Para ello, además del trabajo y el esfuerzo individual de cada bodega, contamos ahora también con una herramienta colectiva muy poderosa que es la Interprofesional del Vino, que precisamente hace poco aprobó la realización de un estudio sobre el consumidor que busca profundizar en el entendimiento de sus comportamientos, motivaciones, usos y actitudes, y arrojar información acerca de las barreras al consumo existentes, de las razones que hay detrás de la compra según la ocasión de consumo y de los principales desafíos y oportunidades a los que se enfrenta la categoría del vino en nuestro país.
También la FEV va a plantear una acción al Gobierno para que apoye a los restaurantes españoles en el extranjero como embajadores del vino español.
Este es un tema muy importante que planteé a la Comisión Ejecutiva de la FEV y en el que ya hemos empezado a trabajar desde hace unos meses. En primer lugar, pensamos que hay muchos restaurantes españoles de alto nivel que tienen voluntad de internacionalizarse y a nosotros, como sector, nos interesa que exista una red amplia de restaurantes españoles de calidad en el exterior, similar a la que tienen Francia o Italia, que actúen como embajadores de nuestros vinos en otros países. Por eso, la idea es trabajar mano a mano con ellos en la búsqueda de mecanismos y inanciación que pueda facilitar su
salida al exterior, manera que vean en el sector del vino un aliado. Por otro lado, contamos ya con un buen número de restauradores españoles de gran prestigio y reconocimiento internacional; sin embargo, creo que hasta la fecha no hemos sabido explotar suficientemente la estrecha relación entre el vino y la gastronomía y, en este sentido, pienso que hay mucho camino por recorrer y un amplio abanico de acciones a llevar. En ambos proyectos, desde la FEV pensamos que el papel e implicación de la Interprofesional del Vino debe ser clave y trabajaremos para que así sea.
Vino y gastronomía, un matrimonio bien avenido. ¿Quien hace más por quién, las bodegas por los restauradores o viceversa?
No es cuestión de ver quién hace más por quién, sino de trabajar en equipo para obtener mejores resultados, y de ahí que desde la FEV queramos potenciar más esta relación, porque entendemos que es beneficioso para ambos sectores. Hablar de vino es hablar de gastronomía y viceversa y, en este sentido, no hay otra bebida que realmente potencie y realce aquello que comemos de la manera que lo hace el vino. Se trata de un vínculo absolutamente natural que quizás no hemos sabido aprovechar suficientemente a nivel de imagen y comunicación, como sí lo han hecho otros países de nuestro entorno.
Vino y salud, vino y cosmética, vino y cultura, vinoterapia…De la noche a la mañana hemos descubierto que el vino es fuente de muchos maridajes sociales, más que profesionales.
La relación entre vino y salud lleva muchos años estudiándose y hay numerosas evidencias científicas al respecto. Es más, desde el sector del vino contamos con la Fundación para la Investigación del Vino y la Nutrición (FIVIN), que, desde el año 1992, trabaja para promover y difundir esos estudios que demuestran la influencia positiva del consumo moderado de vino en la salud humana como alimento que forma parte de la Dieta Mediterránea. En la FEV trabajamos para que el vino se consuma con moderación y que se separe el vino del alcohol, un tema que ya hemos expuesto al Ministerio de Agricultura. En cuanto al resto de maridajes que comenta y otros muchos que existen, son la prueba de lo que comentaba al principio de la entrevista, que es ese estrecho vínculo que tiene el vino con nuestra sociedad y que, en pocos alimentos o productos, se da tan claramente como ocurre con el vino.
Cuánto de “postureo” hay en los nuevos ilustrados del vino, productores y consumidores especialmente de mediana y alta gama?
Quizás la palabra “postureo” tiene una connotación peyorativa en cierto modo que no corresponde a esa realidad a la que se refiere. Yo diría que más bien se está produciendo un proceso de cierta “premiumización” dirigido a un segmento de consumidores con inquietudes para los que el precio no es la principal palanca de compra y que buscan cierta exclusividad y diferenciación en su vida a través de los productos que consumen. Es gente que quiere conocer el relato o la historia humana que hay detrás del vino que están bebiendo y esto es algo positivo, porque abre oportunidades muy interesantes a las empresas para crear valor en torno a sus marcas y consolidar una estrategia de precios acorde a la calidad de esos vinos.
¿Qué opina de los vinos naturales o los biodinámicos? Y ante la evidencia del cambio climático, ¿qué efectos está notando y qué veremos en el futuro?
Creo que la viticultura ecológica debería tener en consideración aspectos como las emisiones de CO2, que afectan al cambio climático, y la cantidad de cobre que se utiliza, porque puede darse la paradoja de que una viña cultivada en ecológico sea más contaminante que una viña convencional. En cuanto a la biodinámica, se han hecho ensayos en el campo para ver cómo influye este tipo de cultivo en la calidad de los vinos y no se han constatado diferencias significativas. Pero, evidentemente, cada uno es libre de implementar el tipo de viticultura que estime más adecuada. Sobre los vinos naturales, al llamarlos naturales se está diciendo
implícitamente que el resto no lo son y eso no es cierto. Todos los vinos vienen de la naturaleza, y por ende son naturales, pero todos también requieren intervención humana, en mayor o menor grado. Yo defiendo los avances que ha hecho la enología en los últimos 30 años y que nos permite ahora hacer mejores vinos, y vinos además con capacidad de envejecimiento. Lo importante es que los vinos tengan unos estándares de calidad y garantías para el consumidor.
El cambio climático ha entrado siempre dentro de sus mayores preocupaciones...
El cambio climático es, sin lugar a dudas, la mayor amenaza a la que se enfrenta la viticultura y la industria del vino. La subida de temperaturas y los episodios meteorológicos cada vez más extremos están afectando las cosechas y en consecuencia la calidad de los vinos. Tenemos que adaptarnos buscando variedades que sean más resistentes al calor y la sequía y nuevos escenarios a mayor altitud donde plantar viñedos. Se están llevando a cabo un gran número de proyectos en toda España en relación con el cambio climático, muchos de ellos impulsados o apoyados por la Plataforma tecnológica del vino, donde se estudian las variedades y los clones mejor adaptados a la sequía, se llevan a cabo plantaciones a mayor altitud y también diferentes ensayos para retrasar la maduración mediante diferentes sistemas de conducción, orientación, combinaciones de porta injertos, optimización del riego por goteo (allí donde hay agua), etc. Debemos hacer cuanto esté en nuestras manos para mitigar las emisiones de CO2 y eso requiere inversiones en energías renovables, eficiencia energética, movilidad sostenible, aprovechamiento de los recursos hídricos, tecnologías CCR (captación y reutilización del dióxido de carbono), etc. Hay que descarbonizar urgentemente los procesos productivos de todos los sectores.