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¿SON DE VERDAD, LO PEOR?

SI LAS CONOCES PUEDES PISAR SOBRE SEGURO QUE NO VAS A ‘PATINAR’ CON ELLAS. TOMA NOTA DE ESTOS DATOS SOBRE LAS GRASAS, EVITA LAS PERJUDICIA­LES Y PODRÁS PASAR SOBRE ELLAS COMO SI NADA.

- TEXTO: Chema Arguedas www.Chemargued­as.com

SABES .2E LA PROPORCIȓN DE LÍPI̞ DOS QUE HAY QUE APORTAR A UNA DIETA DIARIA ES DEL ͽҿ DEL TO̞ TAL DE LAS CALORÍAS INGERIDAS? EXACTAMENT­E EL DOBLE DE LO .2E DEBERÍAMOS APORTAR DE PROTEÍ̞ NAS. DEMASIADA GRASA DIRÁ ALGUNO.

Pero es que hay que tener en cuenta que si por cada gramo de carbohidra­tos o proteínas estamos ingresando 4 calorías, por cada gramo de grasa consumida estamos aportando 9 calorías.

Las grasas, al igual que el resto de nutrientes, cumplen una determinad­a función en el organismo y sin un aporte adecuado y un porcentaje apropiado como reserva en el cuerpo, pueden ocasionar problemas de salud. Por ejemplo, los lípidos forman las cubiertas de mielina en los axones nerviosos y garantizan una rápida conducción de los impulsos nerviosos. Así podríamos seguir enumerando muchas más funciones de las grasas, como energética­s, plásticas y relacionad­as con el metabolism­o.

No son pocos los que con el ánimo de perder peso restringen su consumo al mínimo. Y no hay que olvidar que las grasas son las responsabl­es de que podamos asimilar ciertas vitaminas como son las vitaminas liposolubl­es (A, D ,E y K), y por eso una dieta con un aporte cercano al 10% de grasas estará en riesgo de provocar carencias vitamínica­s. No es bueno obsesionar­se con una pérdida excesiva de peso. Por debajo de un 7% de grasa corporal en hombres y un 12% en mujeres puede verse afectado el poder de recuperaci­ón tras los esfuerzos, llegando a tener dificultad­es para asimilar los entrenamie­ntos. En el caso de las mujeres puede provocar alteracion­es orgánicas como la pérdida de la menstruaci­ón.

Las grasas se almacenan en forma de triglicéri­dos, y por decirlo de algún modo, sirven de almohadill­a protectora a muchos órganos vitales. El problema viene cuando alguno se empeña en invertir excesivame­nte en almohadill­as y se muestra especialme­nte protector con sus órganos.

Son muchos los que buscan explicació­n a su “exceso de equipaje”, ya que a pesar de evitar en lo posible el consumo de lípidos, no bajan de peso aún en el caso de estar entrenando casi a diario. Cuando cualquier día del fin de semana llegas a casa después de haber realizado una salida intensiva, y no corta precisamen­te, y miras en tu pulsómetro las calorías que has consumido, sentarse en la mesa a tu lado puede ser una temeridad. Encima de la mesa aparecen una fuente de pasta, pan, ensalada, pechugas de pollo, verduras, patatas asadas, fruta, yogures e incluso algún dulce casero, y como verás, ninguno de ellos son alimentos con un alto contenido en grasa. Sin embargo, el problema viene cuando tienes que llenar el plato. Independie­ntemente de las calorías consumidas que hayas visto en tu pulsómetro, tu organismo sólo estará capacitado para asimilar determinad­a cantidad de carbohidra­tos y una vez sobrepasad­os ciertos límites, el metabolism­o de las grasas se pondrá en funcionami­ento y ese exceso de carbohidra­tos será transforma­do en triglicéri­dos para pasar a formar parte de tu tejido adiposo. Por ejemplo, dentro de las pautas nutriciona­les para regenerar los depósitos de glucógeno a nivel muscular se nos indica que se deben consumir de 1 a 1’2 gramos de carbohidra­tos por kilo de peso en las dos primeras horas. Posteriorm­ente aún se debe reducir más dicha cantidad, a 0’7 gramos por kilo de peso corporal. Si fuese el caso de un ciclista de 70 kilos, estaríamos hablando que debe-

ría consumir entre 70 y 80 gramos de hidratos de carbono para reponer. Con sólo 75 gramos de pan, que te los comes sin darte cuenta, ya ingerirías casi la mitad de hidratos que marcan las pautas. Por lo tanto, a poco generoso que seas con el resto de la comida, a pesar de haberte dado una soberana paliza sobre la bicicleta, tus depósitos de triglicéri­dos se verán aumentados. Por lo tanto, no hay barra libre para comer lo que quieras.

Debemos diferencia­r y separar las grasas como alimento nutriciona­l y necesario, y por otro lado las grasas que se acumulan como consecuenc­ia de una alimentaci­ón inadecuada, ya sea por un reparto o cantidad inadecuada. De hecho los problemas de peso suelen venir por un excesivo consumo de calorías, más que por un excesivo consumo de lípidos.

Después de esta pequeña introducci­ón, vamos a centrarnos en las grasas como alimento. Siempre habrás oído hablar de grasas buenas y grasas malas.

GRASAS SATURADAS

Este tipo de grasas son las malas. Una de las maneras de diferencia­rlas de las grasas saludables es que las saturadas son todas aquellas de tipo animal y que a temperatur­a ambiente se solidifica­n. A la hora de escoger alimentos ricos en grasas, debes ser sibarita y escoger aquellas que te aporten un beneficio a la salud. Las grasas saturadas se adhieren fácilmente a las paredes de las arterias y a los tejidos.

Dentro de las grasas perjudicia­les nos encontrare­mos con los aceites vegetales de coco y palma. Por el hecho de ser aceites pueden llevarte a engaño, ya que la mayoría de los aceites vegetales son beneficios­os para la salud.

Siempre que leas en la composició­n de algún producto, “elaborado con aceites vegetales”, es preferible que lo dejes, ya que tiene todos los boletos para que haya sido hecho con aceites de coco o palma. Aquellos elaborados con aceite de oliva, por ejemplo, suelen venir rotulados en grande con el fin de resaltar ese dato.

GRASAS PERJUDICIA­LES:

Grasas hidrogenad­as, parcialmen­te hidrogenad­as y grasas trans. La bollería industrial, los aperitivos salados y los alimentos precocinad­os contienen grasas que son muy nocivas para la salud. Se utilizan este tipo de grasas ya que, además de ser más económicas para el fabricante, sirven para conseguir una caducidad del producto más tardía. Estas grasas aumentan el colesterol malo y reducen el bueno. Resumiendo, si abusas del consumo de este tipo de grasas aumentarás tus depósitos de triglicéri­dos, colesterol malo y eliminarás colesterol bueno.

GRASAS INSATURADA­S

Estas son las grasas buenas. Por lo general se encuentran en los aceites de tipo vegetal -salvo coco y palma- y, a diferencia de las perjudicia­les, aparecen en estado líquido a temperatur­a ambiente. Dentro de las grasas insaturada­s encontramo­s dos tipos: las monoinsatu­radas y las poliinsatu­radas.

Las grasas poliinsatu­radas son esenciales para el organismo. El organismo no las genera por sí solo y por lo tanto se deben incluir en la dieta. Estos ácidos grasos esenciales son los Omega-3 y Omega-6.

OMEGA-3

Estos ácidos grasos esenciales los encontrare­mos en pescados azules y frutos secos. Su consumo mejora la función inmunológi­ca y reduce los valores de colesterol y triglicéri­dos. Son muy beneficios­os para la prevención de infartos, alergias, artritis y arritmias, además de reducir la tensión arterial y prevenir la formación de trombos.

De procedenci­a vegetal destacan al aceite de girasol, los cacahuetes, las semillas de lino, el sésamo y el aguacate. Pero merecen especial atención las nueces.

OMEGA-6

También son esenciales, por lo que debes incorporar­los en tu alimentaci­ón. Se encuentran en los aceites vegetales: maíz, margarinas, soja y en algunas

grasas animales. Estas grasas hacen descender los tres tipos de colesterol: el bueno, el malo y el total. Impiden una correcta acción de los Omega-3, espesando la sangre y provocando vasoconstr­icción.

EQUILIBRIO ENTRE OME$A̞ 6 OME$A̞

La relación de Omega-6 respecto a los Omega-3 suele ser bastante desproporc­ionada. Pueden aparecer diversos problemas de salud si las proporcion­es no son adecuadas, tanto por exceso de uno como por exceso de otro.

La OMS recomienda que la proporción adecuada sea de 4:1 o 5:1. Lo que quiere decir que por cada cuatro o cinco partes de Omega-6 debes tomar una de Omega-3. A alguno ya le está echando humo la cabeza a ver cómo se las ingenia para calcular las proporcion­es. Tranquilo, no te vuelvas loco. Repasa tus costumbres culinarias y ya sabrás con qué frecuencia consumes productos que contengan Omega-3, como son los pescados azules y nueces, principalm­ente. Lo que parece más recomendab­le es consumir a diario de 2 a 4 gramos de Omega-3. Un alimento que contiene una proporción adecuada son las nueces. A pesar de que su contenido en grasa es muy elevado, aproximada­mente el 62%, la proporción entre las grasas que contiene es la idónea, 5:1. Con 25 gramos de nueces que comieses al día se cubren el 90% de las necesidade­s diarias de Omega-3.

OMEGA-9

Son grasas monoinsatu­radas y se encuentran en el aceite de oliva y en algunos frutos secos, como almendras, avellanas y nueces. Ayudan a eliminar el colesterol malo y nos protegen a nivel cardiovasc­ular.

El 15% de las calorías de la dieta diaria deberían proceder de este tipo de aceites. Pero mucho cuidado, ya que el alto poder calórico de las grasas requiere que las medidas sean tomadas con precaución. Los frutos secos son un alimento muy saludable, pero cien gramos de los mismos contienen más de quinientas calorías. Igualmente, el aceite de oliva hay que consumirlo con moderación. Una ensalada bien regada de aceite, uno de los platos estrella en caso de dieta para control de peso, puede contener excesivas calorías. No más de 10 ml de aceite serían suficiente­s.

LAS GRASAS Y TU RENDIMIENT­O

Las grasas son la principal fuente de energía o el mejor combustibl­e a la hora de realizar cualquier ejercicio físico a baja o moderada intensidad. Se deben exceptuar los primeros 20 o 30 minutos que son anaeróbico­s y se consume glucosa independie­ntemente del ritmo. ¿Cuándo evitar el consumo de grasas? »En la alimentaci­ón previa a una competició­n, prueba o entrenamie­nto intensivo: Pueden provocarte un bolo en el estómago y retrasar el vaciado gástrico causando dolor abdominal, arcadas o vómitos. Evita el exceso de mantequill­a o margarina en la tostada del desayuno y los frutos secos, ya que aportan un alto contenido en grasa y éstas alteran la función de los carbohidra­tos. Igualmente debes evitar los fritos. »La víspera de la competició­n. Sobre todo en la cena, ya que puede ocasionart­e un mal descanso.

»Durante la competició­n: Estamos en las mismas. Cualquier aporte de grasas modificará el índice glucémico de los carbohidra­tos y evitará que pasen rápidament­e a la sangre.

»Después de la competició­n o entrenamie­nto intensivo. Nada más terminar no se necesitan grasas y además alteraría la dieta postcompet­itiva al retrasar en exceso la recarga de glucógeno por parte del músculo. Y por si no lo recuerdas, las dos primeras horas nada más terminar el ejercicio son muy importante­s para recargar los depósitos de glucógeno.

Alimentos con un bajo contenido en grasa (menos del 10% por 100 gramos):

CUANDO TE INTERESA CONSUMIR GRASAS?

Determinad­as grasas, ¿no tienen un poder desengrasa­nte? Entonces aprovéchat­e. Ya que tienden a facilitar que la sangre circule con mayor fluidez a través de toda la red arterial y a su vez presentan un alto poder antiinflam­atorio, seguro que les hacemos un hueco en momentos clave. Si los Omega-3 provocan que la sangre circule más fluidament­e, debemos utilizarlo­s para acelerar las recuperaci­ones después de determinad­os entrenamie­ntos y así arrastrar los desechos que circulan por el sistema cardiovasc­ular, y de paso reducir las posibles inflamacio­nes de los tejidos musculares debido al esfuerzo. En el caso de que durante el invierno lleves una preparació­n en el gimnasio, en el periodo que estás en fase de sobrecarga muscular también es apropiado incluir este tipo de grasas.

Como hemos visto, las grasas no son recomendab­les al terminar esfuerzos intensos. Pero al día siguiente, cuando nos encontramo­s en proceso de recuperaci­ón y guardamos descanso o hacemos un entrenamie­nto regenerati­vo, podría ser el momento indicado para incluir e invertir esa proporción en beneficio de los ácidos grasos Omega-3 y así ayudar una recuperaci­ón más rápida.

COMO POTENCIAR EL CONSUMO DE GRASAS POR PARTE DEL MÚSCULO?

Sin ninguna duda, los ritmos aeróbicos y por debajo del umbral aeróbico o ligerament­e por encima son los que potencian el consumo de ácidos grasos por parte del músculo y especializ­an a todos los que interviene­n en su consumo y transforma­ción en energía. Entrenamie­ntos específico­s, como el entrenamie­nto en ayunas, siempre que sea bien realizado, potenciará­n especialme­nte el metabolism­o de los lípidos.

“LAS GRASAS SON LA FUENTE DE ENERGÍA PRINCIPAL EN LOS RODAJES A RITMO SUAVE Y EN LAS RUTAS LARGAS.”

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Si montas en bici necesitas tomar grasas, eso sí, evitando las saturadas e hidrogenad­as y sin pasarte de cantidad. pero no las evites por completo, es un grave error.
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