PERSONAL TRAINER:
LOS ENTRENADORES PRETENDEMOS SER LO MÁS RIGUROSOS POSIBLE EN NUESTRA LABOR EN PRO DE LA MEJORA DEL RENDIMIENTO DEPORTIVO. Y EN POS DE ESE RIGOR ACUDIMOS AL MUNDO DE LA CIENCIA Y LA INVESTIGACIÓN PARA IL2*INARNOS PERO ̦%ASTA .2^ P2NTO PODE*OS DE'ARNOS LLEVAR POR LO .2E NOS DICE ESE *2NDO 6 O VIAR CONSE'OS 6 COST2* RES ASADOS EN EXPERIENCIAS PASADAS PERO SIN EL RIGOR DE LA CIENCIA COMO SOPORTE?
TIEMPOS CURIOSOS. CUANDO MÁS EVIDENTE ES LA NECESIDAD DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO PARA RESOLVER LOS GRANDES PROBLEMAS DE LA HUMANIDAD, O POR LO MENOS EL MÁS RECIENTE Y ACTUAL, MÁS RUIDO HACEN AQUELLOS QUE LO CUESTIONAN O PONEN EN DUDA. La pandemia COVID 19 ha influido en todos los órdenes y ámbitos de la sociedad humana. Y si algo debería estar fuera de toda duda es que su solución pasa por el desarrollo de vacunas, tratamientos y medidas de prevención de salud pública que deben surgir de los centros de investigación científica de todo el mundo. Sin embargo surgen voces, minoritarias pero ruidosas, que ponen en duda esta ciencia “oficial” y plantean alternativas, supuestamente también científicas, pero que se salen completamente del control y escrutinio de la comunidad científica. Viendo esta situación en el mundo de la ciencia médico-biológica, este cuestionamiento desde fuera, nos gustaría reflexionar sobre qué papel juega la ciencia y el método científico en nuestro mundo, el mundo del deporte, y más en concreto, en el de la mejora del rendimiento deportivo. Como entrenadores ¿Están nuestras decisiones y argumentos basados por completo en el método científico? ¿Es necesario que así sea? Es más, ¿es aplicable el método científico a nuestro ámbito? Debemos empezar respondiendo a esta última pregunta. Para ello, tenemos que tener claro en qué consiste el método científico, a partir del cual se construye el conocimiento científico. Este método no es más que un intento de explicar y describir la realidad, así como de hacer previsiones de lo que va a ocurrir en el futuro. Ni más, ni menos. Para ello se basa en el planteamiento y posterior confirmación o rechazo de hipótesis, propuestas razonadas sobre temas concretos. Normalmente estas hipótesis se basan en hechos pasados y observados de forma sistemática, y de ellas deberían surgir pronósticos sobre hechos futuros. Para confirmarlas o rechazarlas se recurre a la investigación y a la experimentación. Una vez presentada esa investigación y esa experimentación, sus resultados deben someterse al escrutinio del resto de la comunidad científica, en lo que se conoce cómo revisión por pares. Con todo esto en mente, parece claro que el deporte es parte de esa realidad sujeto de estudio de la ciencia. Y que sobre él se elaboran y se aplican constantemente hipótesis, ya sea para pronosticar resultados o para elaborar planes de entrenamiento que lleven a los deportistas a su mejor versión posible, aquella donde consigan el mejor resultado. Así que la duda estará en cómo son investigadas y experimentadas esas hipótesis y en cómo son valoradas por el resto de la comunidad deportiva.
LOS TRES ESTUDIOS
Para analizar si esto se hace bien o mal, o si es útil o no, tenemos que saber antes las tres formas más habituales de presentar las investigaciones y experimentaciones en el mundo de la ciencia. Esas que se publicarán en las revistas científicas dedicadas a este ámbito del conocimiento. Hablamos de los estudios observacionales, estudios de investigación y los meta análisis. Los estudios observacionales son aquellos en los que nos limitamos a registrar desde fuera los datos de lo que queremos analizar. En nuestro caso podría ser ver cuánto tiempo en cada zona de entrenamiento pasan los ciclistas de más éxito. No hacemos nada, solo “ver” y “anotar” y posteriormente analizar esos datos. Son el nivel más básico de la ciencia. Luego tenemos los estudios de intervención, en los que el investigador propone y ejecuta un experimento donde modifica a su antojo, en una situación controlada, algunas variables y observa los resultados. Sería coger a 10 ciclistas y ponerles a rodar siempre en zona aeróbica, y por otro lado coger a otros 10 y ponerles a rodar en zona aeróbica unos días y en zona anaeróbica otros días. Después se vería cómo ha evolucionado el rendimiento de cada grupo. Este tipo de estudios se consideran más concluyentes que los de observación, podríamos decir que son un nivel superior de evidencia.
Y finalmente tenemos los meta análisis, que son estudios de estudios. El investigador fija unos criterios comunes de inclusión y mete todos los estudios que encuentre que los cumplan. Posteriormente “junta” todos esos estudios en uno solo para lograr una evidencia más sólida sobre el tema de estudio. En nuestro ejemplo podríamos coger todos los estudios
que han evaluado el consumo de oxígeno y los vatios máximos en un test de más de 20’ en ciclistas profesionales y que a su vez hayan registrado el tiempo de entrenamiento en zona aeróbica o anaeróbica. Veríamos los datos de cada uno de ellos y trataríamos de unificar sus resultados, viendo en total cuántos ciclistas mejoraron y cuánto lo hicieron en función de estar más o menos tiempo en cada zona. Estos estudios de estudios serían el nivel más alto de evidencia científica.
VARIABLES
Todos estos estudios se publican posteriormente en revistas especializadas. En el mundo del rendimiento deportivo tenemos diferentes publicaciones, con más o menos nivel de reconocimiento y prestigio. Y los artículos publicados en ellas no dejan de crecer. Es difícil encontrar un tema de interés sobre el rendimiento deportivo que no haya sido tratado en algún estudio ya publicado. Desde el entrenamiento en ayunas o con baja disponibilidad de glucógeno, el entrenamiento interválico, el de fuerza, la planificación, el control del rendimiento… lo dicho, prácticamente cualquier tema. Pero que existan muchos artículos es una cosa, y el conocimiento sólido y las hipótesis demostradas que nos aporten esos estudios son otra muy distinta. Especialmente si hablamos de hipótesis con capacidad predictiva sobre el rendimiento. Es decir, que si hacemos algo, por ejemplo, entrenar la mayor parte del tiempo en zona aeróbica, va a pasar esto o aquello. En este caso sería saber si vamos a mejorar, cuánto lo vamos a hacer y si mejoraríamos más que pasando menos tiempo en esa zona y más en la zona anaeróbica.
Y es que la ciencia es muy exigente. Lo que es una de sus fortalezas, pero también una de sus limitaciones. Es decir, para poder dar por buena una hipótesis, el peso de la evidencia tiene que ser muy grande. Tiene que haber estudios muy bien hechos y muy concluyentes, o muchos estudios de menor nivel pero que siempre apunten en la misma dirección. Cualquier resquicio de duda nos debe hacer ser cautos al respecto. Pues bien, resulta que en nuestro ámbito es muy, pero que muy difícil, poder demostrar sin lugar a dudas las hipótesis de estudio. El rendimiento deportivo se basa en proporcionar estímulos de entrenamiento al deportista para que su cuerpo se adapte en la dirección que queremos, que se supone es la óptima para lograr sus mejores resultados. Pero resulta que poder replicar de forma exacta esos estímulos en muchos deportistas de igual condición y posteriormente poder evaluar de forma precisa la adaptación de cada uno de ellos, es muy complejo. Y si esto debemos hacerlo varias veces y con diferentes grupos la cosa se complica más aún. Además, tenemos el gran problema de poder controlar todos los elementos y variables que pueden afectar el rendimiento de un deportista. No sólo se trata de saber lo que ha entrenado, sino también en qué estado estaba cuando entrenó, que había comido, cuánto y cómo durmió, que motivación tenía, qué condiciones ambientales se dieron, etc.
LOS ARTÍCULOS DE SEILER
De todo esto lo que surge es que sí, que el entrenamiento deportivo es sujeto de estudio de la ciencia y que existe mucha investigación al respecto. Pero que si nos ponemos a ver el conocimiento sólido y práctico que surge de toda esa ciencia, ya no es tan extenso. Y podemos poner un ejemplo de algo tan básico y tan elemental cómo puede ser la periodización del entrenamiento. Cómo organizar la carga de entrenamiento a lo largo del año para lograr los mejores resultados posibles. Estaríamos hablando de una de las principales acciones que llevamos a cabo cómo entrenadores. Planificación tradicional, inversa, macrociclos integrados, ATR, cargas acentuadas… son algunos ejemplos propuestos de formas de planificar una temporada de entrenamiento. Pues bien, la realidad es que no existen estudios sólidos al respecto. Y es normal, son extremadamente complicados de poder hacer. Podríamos hacer un estudio observacional, pero necesitaríamos una muestra muy
grande. Un ejemplo de este tipo de estudios podrían ser los artículos de Seiler sobre el entrenamiento polarizado. Estos artículos son muy importantes y reveladores, pero sólo nos dicen que en alto rendimiento la estrategia más seguida en los deportes de resistencia es estar más de un 80% del entrenamiento en ritmos puramente aeróbicos, y un 5-15% en ritmos por encima del umbral anaeróbico, limitando mucho el tiempo que se pasa en zona intermedia. Eso dista mucho de poder ser una ley general que garantice el mejor resultado a todo el mundo, y desde luego no es una planificación completa para una temporada.
LAS OC%O SE*ANAS
Aún más complicado sería hacer un estudio de intervención. Tener controlados un número grande de ciclistas durante uno o varios años, a los que se les aplican diferentes planificaciones para ver cuál es más exitosa. No sólo encontrar esos ciclistas de similar nivel que se presten al estudio es ya una gran barrera, si no que aún más complicado sería poder demostrar que realmente la diferencia de rendimiento entre cada uno de ellos hubiera sido la diferente planificación. La mayoría de estudios en rendimiento deportivo tienen muestras (participantes en el estudio) muy pequeñas. A esto se junta que los estudios de intervención suelen ser cortos en el tiempo. Es raro encontrar estudios que vayan más allá de las 8 semanas. Todo ello hace que siempre tengamos dudas sobre la aplicabilidad de los resultados al día a día de ciclistas de muy diferentes niveles y contextos, durante vidas deportivas largas, o desde luego de más de 8 semanas.
LA CUEVA
La conclusión final es que sí debemos usar la ciencia y todo lo que nos va enseñando. Pero no nos podemos limitar a ese conocimiento académico. Sería como si la ciencia fuera una linterna que nos alumbra dentro de una cueva enorme. Tan enorme que nunca vamos a poder iluminarla del todo con esa linterna. Por lo que si queremos avanzar dentro de ella deberemos de usar más recursos y también, a veces, dar pasos más allá de donde podemos ver. Lo mejor será dar esos pasos “a ciegas” en base a lo que nos cuenten otros que hayan pasado por allí antes, o nosotros mismos después de un tiempo dando vueltas en círculo. Ese paso repetido por el mismo sitio, esa experiencia práctica, sobre todo si tomamos notas y dejamos señales, nos dará un conocimiento magnífico de esa parte de la cueva. En ese momento nuestra pequeña linterna ganará utilidad y será cuando podamos avanzar con paso más firme, al juntar experiencia y ciencia. Nunca será la mejor opción empezar a correr pensando que con lo que nos alumbra la ciencia podemos estar seguros de todo lo que nos vamos a encontrar. Lo más probable en esos casos es que acabemos tropezando antes o después. Así que estemos atentos a lo que nos va enseñando la ciencia, pero nunca olvidemos nuestra experiencia ni la que nos cuenten otros. De todo ello, aderezado con un buen aceite de sentido común, saldrán las mejores decisiones sobre nuestro entrenamiento. Arte y ciencia, de la mano.