VENENO EN LA SANGRE
El TT más radical y potente de la historia lleva una preparación extrema en lo que a imagen y chasis se refiere así como un motor de cinco cilindros que bien podría utilizar un coche de carreras…
Si el Circuito del Jarama se engalana sólo puede significar una cosa: que se va a celebrar un Gran Premio. Eso o que se presenta un nuevo modelo a la prensa, que es el caso, ya que el fabricante Audi se ha 'adueñado' de las instalaciones madrileñas para darnos a conocer su último deportivo, el TT RS de 400 caballos. Mejor escenario, imposible…
Aunque fuera del trazado madrileño tenemos oportunidad de conducirlo y comprobar que, a pesar de su imagen, no se trata de un coche extremo y que incluso permite su uso con todo tipo de comodidad por ciudad y por carretera, es en la pista donde el Audi TT RS demuestra que tiene el temperamento necesario para poner en aprietos a 'bichos' más serios como el RS 6 Avant performance de 605 caballos, al que iguala en prestaciones como el 0 a 100 –3,7 segundos– y la velocidad punta –250 por hora limitada electrónicamente, aunque ambos se pueden pedir sin topes a fábrica–.
Buena parte de la culpa de ser un auténtico misil recae en su motor, un bloque de cinco cilindros en línea que ha sido revisado con doble finalidad ya que deriva del anterior TT RS de 2009: por un lado, ser más ligero que antes –26 kilos menos–; por otro, conseguir ser más potente –60 caballos más–. También se ha logrado que el par esté disponible en un abanico de revoluciones más amplio, en torno a 4.000.
Cuidado al máximo
Sobre el asfalto se nota la armonía de todo lo anterior porque, desde el mismo momento que estrujas el pedal del gas y sales aprovechando las virtudes del Launch Control, la aguja del cuenta se dispara hasta las 7.000 vueltas con la violencia de un rayo. Cuando esto sucede, el cuadro de mandos digital Virtual Cockpit parpadea en amarillo para avisarnos de que hay que subir una marcha ya que se acerca el corte de inyección. Entonces pulsamos la leva derecha y cae la siguiente relación del cambio automático de doble embrague S tronic sin notar ningún tirón, aunque finalmente decidimos que sea la propia caja la que gestione las
decisiones porque lee bien nuestras intenciones y se anticipa subiendo o bajando 'hierros', eso sí, sin la súbita rapidez del PDK de Porsche, una comparación obligada.
La tracción integral también es una garantía –diríamos que hasta una necesidad– para gestionar los 400 'jacos' del RS porque, a pesar de que el comportamiento del TT es bastante neutro, en curva rápida tiende a mostrarse subvirador, lo que nos obliga a hacer mínimas correcciones con la dirección. Este mecanismo funciona junto al control de estabilidad ESC, que es capaz de frenar las ruedas interiores levemente para conseguir mantenernos en la trazada y salir catapultados a por la siguiente curva. Algo de agradecer, por cierto, en un coche que pesa poco más de 1.500 kilos con conductor, más de lo esperado teniendo en cuenta sus compactas dimensiones. A pesar de todo, en los cambios de apoyo parece que vamos a los mandos de un vehículo más pequeño como el S1, lo que da valor al chasis del TT.
En cuanto a la suspensión, nuestra unidad de pruebas monta la RS opcional que, además de ser un centímetro más baja que la de cualquier otra versión, varía su dureza entre varias posiciones en función del modo de conducción elegido, aunque la percepción en marcha entre los distintos niveles apenas es perceptible.
Los frenos carbocerámicos aguantan bien aunque haya que hundir más el pedal
No esconde su origen
De vuelta a la carretera, el RS se deja conducir de forma placentera incluso con los programas más confortables, transformando a este TT vitaminado en un deportivo cómodo. Y es que esa es la principal virtud de este bólido: llevar a los pasajeros muy rápido rodeados de los lujos y la calidad que se espera de cualquier Audi.