EL MÉTODO ROSBERG
El líder del Mundial ha pasado su peculiar ‘muerte y resurrección’ en 2016, merced a un cambio de actitud que ha descolocado incluso a ese Hamilton que tantas veces le había ganado antes
Algo ha pasado con Rosberg. Quizá le hayan dado aquel viejo truco para superar el miedo a hablar en público: salir al escenario, levantar la mirada e imaginar que el público está desnudo. O tal vez le hayan aconsejado ampliar su zona de confort, practicar la postura del superhéroe antes de subirse al coche o cualquier otra receta de libro de autoayuda… no se sabe qué, pero algo ha cambiado en Nico.
Lo hemos dicho muchas veces en estas páginas: la vida interior de un deportista de elite, y muy concretamente la de un piloto, es tan intrincada como difícil resulta acceder a ella. En el caso de Rosberg, lo más llamativo es que encontró su fortaleza en los momentos más duros de su descalabro frente a Lewis Hamilton, que le ‘metió’ seis victorias entre Mónaco y Alemania. Su gesto ante la derrota, normalmente ceñifruncido, empezó a tomar un aire de indiferencia rayano con el cinismo. También sus respuestas: “Lo he dado todo, pero hoy Lewis era simplemente más rápido que yo. No podía hacer nada”. Y ya está. Sin embargo, todo indica que esa ‘despreocupación’ le ha devuelto al inicio, a concentrarse en hacer lo que más le gusta tan bien como sepa. Su déficit puro respecto a Hamilton –si existe, ambos lo sabrán– es tan pequeño que cuentan mucho más otros elementos, como la suerte o la calma. De lo segundo ya hemos hablado y en lo primero ha salido beneficiado respecto a su compañero el tricampeón. La rotura de motor que Lewis sufrió en el GP de Malasia fue la guinda a un pastel que sabía dulces desde inicios de año –también entonces Hamilton sufrió con la fiabilidad– y que alcanzó su punto de cocción en Bélgica, cuando Rosberg volvió a ganar con un Hamilton que salió desde el fondo de la parrilla tras cambiar el propulsor de su W07. Nico ha sido, por decirlo así, de teflón: da igual que le sancionaran por arrinconar a Verstappen fuera de la pista, que le tocase el propio Hamilton, que le batiese ante el crono. Al teutón todo le resbala y, desde entonces, es un reloj en pista.
Golpe de timón
Mantener la lucidez para hacer este tipo de reflexiones cuando estás en el ojo del huracán es muy complejo: no dejarse arrasar por el ‘síndrome del escudero’, olvidarse del orgullo, renovar su contrato en el momento oportuno, aunque sea a costa de ceder en las negociaciones. En su caso, delegó en la figura de Gerhard Berger, otro piloto que supo ser segundo pero que ganó carreras hasta su último año en la categoría reina, y optó por una negociación suave, de bajo perfil, la de alguien que valora lo que tiene –y ansía el resto de pilotos del mundo–.
Ahora quedan cuatro Grandes Premios y los afronta con 33 puntos de ventaja. Le basta con ser segundo por detrás de su compañero en todos ellos. Sin
embargo, ésta es su perspectiva en público: “Soy consciente de los 33 puntos, pero no es algo en lo que me fijo, como sabéis. Simplemente, voy carrera a carrera, como he hecho este fin de semana. Me he centrado en ganar la carrera y lo he conseguido, así que estoy muy contento. Aún queda mucho por delante, no tiene sentido cambiar el enfoque, me quedo con lo que estoy haciendo”. Es la constatación del cambio, del método Rosberg.
Algún día, si Nico gana el título, revelará quién le ha inspirado este cambio de aproximación a las carreras. Podría ser un psicólogo, como aquél al que recurrió Felipe Massa para superar el impacto de su accidente en Hungría 2009 y, más tarde, el efecto aplastante de Fernando Alonso como compañero en Ferrari. También Romain Grosjean recurrió a una psicóloga deportiva, con la que hablaba incluso desde el circuito a través de Skype.
También es posible que Rosberg trate simplemente de emular a su padre, Keke. Además de ser el protagonista de una canción de Siniestro Total, ‘el rayo finlandés’ fue un piloto velocísimo y aún más agresivo que, sin embargo, ganó su único título mundial en un 1982 donde aprovechó los errores, accidentes y tristemente muertes de sus mayores rivales. Tan sólo ganó un Gran Premio aquel año, el de Suiza, y su Williams-Ford palidecía frente a la entonces emergente revolución del turbo. Sin embargo, esto no le impidió puntuar en más ocasiones que ninguno de sus rivales y sellar el título en la última carrera del año, en Las Vegas… ¡con un quinto puesto!
La causa, en definitiva, es todavía un misterio, pero Nico Rosberg ha pasado de cometer un error de bulto en Suzuka 2014 o de perder la Pole en la primera curva con un Hamilton avasallador en 2015 a ganar el Gran Premio con autoridad frente a su coequipier, condenado desde la salida por un fallo humano en la salida. Este año sí tendremos Mundial.
El líder del Mundial ha aprendido a perder y esto le ha llevado a ganar como nunca