Comparativa: Toyota C-HR, Mazda CX-3 y Audi Q2.
Híbrido frente a motores gasolina.
No vas mal encaminado si estás barajando la compra de un híbrido vistos los últimos movimientos medioambientales que han declarado la guerra al coche tradicional en ciudades como Madrid, Barcelona, París… Los principales argumentos de adquisición de un híbrido son el bajo gasto de combustible y la posibilidad de rodar por los centros sin emitir ni un gramo de C02, dejando el factor emocional en un segundo plano. Afortunadamente la cosa está cambiando para los que sí amamos los coches y de un tiempo a esta parte se han puesto a la venta atractivos y llamativos cupés y SUV de la talla de los Lexus LC y Toyota C-HR respectivamente. De hecho, este último no sólo ha supuesto una revolución dentro de la propia marca por planteamientos sino que está cautivando a un público alejado de estas carrocerías gracias a la unión bajo el mismo techo de los conceptos SUV y eficiencia energética, hasta ahora incompatibles.
Objetivo a batir
Es cierto: el C-HR consume tan poco como un Auris teniendo casi el espacio de un Avensis. Esto es posible tanto por la plataforma GA-C como por el sistema híbrido heredados del Prius, modelo que por cierto hace un par de números desgranamos a fondo –recordemos que tiene un motor gasolina y otro eléctrico que pueden trabajar por separado o en conjunto–. Esto ayuda a que el todocamino nos resulte familiar desde el mismo momento que arrancamos. Pero ha habido un cambio y muy profun- do a nuestro juicio: la simplificación en el manejo del mecanismo híbrido eliminando interruptores que, si bien no eran difíciles de manipular en marcha, es cierto que costaba hacerse a ellos por su ubicación poco intuitiva. No obstante el conductor puede seguir forzando que entre el modo eléctrico a través de un pulsador colocado tras la palanca del cambio y variar la respuesta de los dos propulsores con tres programas a los que se tiene acceso a través del cuadro de mandos: Sport, Normal y Eco.