GLAMOUR EN LA MONTAÑA
Más allá de las ciudades, allí donde no hay semáforos ni asfalto que pisar, Audi y Mini nos demuestran que sus SUV urbanos más modernos aún son capaces de dar la talla sin perder un ápice de exclusividad
Corría el 2010 cuando Mini se lanzaba a la piscina al comercializar una carrocería SUV del popular One que muchos no dudaron en calificar como la versión artificialmente musculada y hormonada de su hermano pequeño. Siete años después y tras el buen resultado de aquella generación, ve la luz una nueva versión del modelo que crece 20 centímetros de largo, lo que le permite ofrecer unas proporciones mucho más atractivas y equilibradas. En paralelo, hace sólo unos meses que Audi puso a la venta el Q2, un SUV urbano que por cotas y concepto rivaliza directamente con la criatura germanobritánica. Ambos entran de lleno en el segmento de los SUV premium de ciudad, aunque desde concepciones estéticas y funcionales ligeramente diferentes pero 100% enemigos por su precio y por su mecánica.
Al primer vistazo
Salta a la vista que la imagen del Q2 es más convencional que la del Mini. El Audi es fiel al ADN de la firma, con un diseño sobrio pero elegante y seductor a la vez. El Mini se muestra mucho más desenfadado y con su mera presencia deja notar un tamaño superior al del rival, algo obvio al comprobar en la ficha técnica que mide 10 centímetros más de largo, tres más de ancho y cinco más de alto. Estas cotas le permiten ofrecen un habitáculo
➥ ligeramente más grande; mientras que en las plazas delanteras apenas se nota diferencia, tanto las posteriores como el maletero del Mini resultan más grandes y aprovechables, contando además con una banqueta posterior que bajo pedido puede deslizarse longitudinalmente para ganar espacio de piernas o capacidad de carga.
Sentados al volante del Mini descubrimos una posición ligeramente más alta y erguida que en el Audi, más en línea con los SUV, aunque en ninguno de los dos tenemos la sensación de estar en un 4x4, entre otras cosas porque la altura al suelo de uno y otro es bastante limitada –145 milímetros en el Q2 por 165 en el Countryman–. Lo que sí es cierto es que a los mandos del Mini tenemos la impresión de conducir un coche más grande, más voluminoso y con el que resulta algo más ‘complicadillo’ maniobrar en ciudad, aunque contamos con la ayuda de los sensores traseros y delanteros, estos últimos se venden de forma opcional acompañados por la cámara posterior.
Detalles que distinguen
En el Audi nos vuelve a seducir el cuadro de relojes digital Virtual Cockpit, más por su certero funcionamiento y la cantidad de información que aporta que por su estética, mientras que en la configuración general interior de mandos y la ergonomía nos convence más que su rival, en el que prevalece el diseño aun a costa de algunos pulsadores de difícil manipulación como los interruptores de la parte baja del salpicadero que nos obligan a quitar la vista de la carretera.
Ambos cuentan con sofisticados equipos multimedia que montan de serie pantallas capacitivas de siete pulgadas en el Q2 y de 6,5 en el Mini, aunque opcionalmente pueden ser de 8,3 y 8,8 pulgadas respectivamente. El nivel de acabado de los dos es referencia natural en su segmento, con unos materiales y
Los dos cuentan con selectores de modos de conducción
unos ajustes que están por encima de lo que es habitual en el segmento compacto, incluso en marcas de alta gama como BMW o Mercedes.
Poco más puede comentarse respecto a sus interiores, excepto que Mini y Audi permiten que cuatro personas viajen con total comodidad y amplitud y se acompañen además de lo necesario para un fin de semana.
La juventud de sendos modelos les permite incorporar las últimas novedades en materia de equipamiento, tanto de seguridad con faros led, frenada de emergencia en caso de detectar un obstáculo en la calzada, sistema de reconocimiento de señales, head up display… como de personalización estética, con multitud de detalles como pedales en aluminio, molduras iluminadas, carrocería bicolor e infinidad de llantas disponibles… Eso sí, conviene tener presente siempre al configurarlos el precio final del vehículo conforme vamos ‘personalizándolo’ a nuestro gusto, pues podemos llevarnos una desagradable sorpresa al final. En ambos casos el coste de las opciones es directamente proporcional al abultado número de las mismas.
Vigor bajo el capó
Pero es en materia mecánica donde estos SUV premium compactos brillan con luz propia porque marcan el cénit de potencia de sus respectivas gamas con 190 caballos y un par motor que quita el hipo. En el caso del Audi este propulsor se acompaña obligatoriamente por tracción integral y cambio automático, lo que encarece la factura final frente al Mini en 1.400 euros, mientras que en el Mini el automatismo All4 es opcional, aunque resulta muy recomendable por el plus de seguridad que aporta. Precisamente a cuenta de la tracción integral y de la potencia del motor, ambos recurren a un esquema de suspensión trasera independiente, que acaba de redondear un conjunto realmente brillante. ➥
Las suspensiones de tarado variable son opcionales en ambos casos
Basta rodar unos metros para darnos cuenta de que los 190 caballos están siempre presentes bajo el pedal del acelerador de ambos, aunque es cierto que en uno y otro caso llegan de forma diferente. En la zona inicial del cuentavueltas el Audi se muestra más ‘retozón’, empujando con ‘violencia’ a partir de las 2.000 vueltas y hasta casi las 4.000, todo ello con una ‘patada’ más que importante que nos facilita los adelantamientos y las recuperaciones, el Mini, por su parte, empuja como una mula tan pronto superamos las 1.500 vueltas, y es capaz de mantener esa entrega hasta las 4.000, apoyado además por una caja automática de tipo convertidor de par que con ocho velocidades se muestra casi tan rápida como la de doble embrague del Q2 y más suave en su funcionamiento.
Dejando bien claro que ambos coches nacen por y para el asfalto, la tracción integral les permite ligeras licencias en caminos y pistas de tierra, donde contamos además con un modo específico del control de estabilidad que ‘limita’ el par motor que llega a los neumáticos para ganar en capacidad de tracción.
Es precisamente en asfalto donde encuentran su razón de ser, con unos sistemas de tracción integral con reparto automático de potencia que nos permite circular con tranquilidad sobre agua o nieve, un plus de seguridad que deberíamos valorar más en España.
Fino y preciso en sus trazadas, el Mini nos convence con unas reacciones que no parecen propias de un vehículo de
su peso y tamaño. El trabajo de puesta a punto es excepcional y al volante no percibimos ni inclinaciones de la carrocería ni rebotes que comprometan el comportamiento. En zonas montañosas es una verdadera delicia enlazar curvas, con una dirección muy rápida y un tren trasero que desliza y nos deja jugar tan pronto como desconectamos el ESP.
El Audi, en cambio, se muestra más equilibrado y confortable como compañero de viaje en autopista, con una comodidad de marcha muy elevada gracias a detalles como la excelente insonorización del interior, aunque conforme llegan las curvas deja notar que no se siente tan cómodo, con un ESP algo intrusivo y unas respuestas que nos invitan a sosegar nuestra marcha en pos de la comodidad.