LA CARRERA QUE CAMBIÓ LA HISTORIA
En 1927 se celebraba la primera edición de la Mille Miglia, una carrera que marcó la competición automovilistica para bien… y para mal # PEDRO BERRIO CAR AND DRIVER/GETTY IMAGES
Hace 90 años, cuatro amigos de Brescia y aficionados al automóvil, quisieron quitarle protagonismo al recién construido circuito de Monza y decidieron crear la Mille Miglia, una carrera de resistencia por carreteras abiertas al tráfico, con un recorrido de unos 1.600 kilómetros –mil millas– partiendo de su ciudad, Brescia, hasta Roma y vuelta a Brescia. En esa primera edición contó con 77 participantes de los que acabaron 55 y fue todo un éxito.
Un espectáculo irrepetible
La Mille Miglia se disputaba en las carreteras italianas, sin cerrar el tráfico, lo que le daba el encanto de que el público pudiera ver aquellos impresionantes coches pasando por delante de sus casas pero también era un peligro y los acci- dentes se produjeron desde el principio. Los vehículos alcanzaban velocidades que parecen impensables para la época y las carreteras de entonces. El récord lo tiene Stirling Moss que, en 1955 con el Mercedes 300 SLR, recorrió los 1.597 kilómetros de la prueba en algo más de 10 horas a una media de casi 158 kilómetros/hora, con puntas de más de 250 kilómetros/ hora. Una verdadera locura.
Dos años más tarde de estos registros, se produce la tragedia. El Marqués de Portago, un aristócrata español, famoso playboy de la época y primer piloto oficial de Ferrari muchos años antes de que lo fuera Fernando Alonso, corría a los mandos de un 335 S con el número 531 cuando, a pocos kilómetros del final de la carrera en Brescia, su neumático delantero izquierdo reventó en una recta a ➥
más de 200 kilómetros/hora. El Ferrari salió literalmente volando para caer encima del público que se encontraba en la cuneta y terminar en una acequia. Murieron en el acto Alfonso de Portago, su copiloto Edmund Nelson y 10 espectadores. Este trágico accidente supuso el final de la Mille Miglia tal y como se había disputado hasta entonces, pero no su final definitivo.
Nueva etapa
Los italianos, verdaderos especialistas en marketing, no iban a dejar morir el buen nombre de esa mítica carrera a pesar de la tragedia y en 1977 volvieron a ponerla en marcha con el formato de rally de regularidad, con unas estrictas limitaciones de velocidad, unos cuantos tramos cronometrados cerrados al tráfico y mucho espectáculo.
El éxito fue todavía más rotundo y ahora, 40 años después de ese cambio de rumbo, las solicitudes de inscripción triplican las plazas disponibles año tras año. La Mille Miglia es un magnífico escaparate de la historia del automóvil en un entorno espectacular como son las poblaciones italianas por las que discurre, pero también un acontecimiento para la gente de los pueblos y ciudades por las que pasa, como lo fue hace 90 años cuando se celebró la primera edición.
Un espectáculo reservado sólo a un grupo de afortunados que pueden disponer de un vehículo acorde con la prueba y dispuestos a pagar los 8.000 euros que cuesta la inscripción, sin contar con gastos añadidos como asistencia mecánica, alojamiento, transporte de los coches...
Otro tipo de pilotos
La Mille Miglia se ha convertido ahora en un lujo al alcance de millonarios coleccionistas y celebridades de todo el mundo, actores, modelos, presentadores, cantantes y empresarios que no quieren perderse esta oportunidad de vivir una experiencia única, realmente glamurosa.
Historia del automóvil y glamour convierten cada mes de junio a la Mille Miglia en un acontecimiento único
También algunos pilotos de antaño, como Stirling Moss, han vuelto a participar en la prueba conduciendo el mismo coche con el que lo hicieron seis décadas antes.
Pero los fabricantes también han visto que la Mille Miglia y su repercusión en todo el mundo es por sí solo un importante escaparate para lucir su pasado histórico. Cada vez es más habitual que las marcas saquen de los museos sus ‘joyas’ para ponerlas en manos de alguna celebrity internacional. Eso sí, acompañada por un directivo o un responsable de la marca porque no se trata de dejar un coche, que en algunos casos cuesta más de un millón de euros, en manos de cualquiera.