Suzuki Swift Sport.
GTI de bolsillo.
Si buscamos en los anales de la tradición automovilística GTi un coche que tenga un hueco por méritos propios, ahí estaría el Swift GTi, nacido a finales de los 80 y que puede considerarse el 'abuelo' del Swift Sport que acabamos de conducir. Aquel Swift, tenía tan sólo 101 caballos, pero marcó una línea que mantuvo la segunda generación del mismo en los 90 y tuvo continuidad en el Swift Sport de 2005, que con 125 caballos marcaba una senda que siguió la cuarta evolución en 2011 con un motor 1.6 de 136 caballos y ahora el Sport 2018 con un 1.4 turbo de 140 caballos. El secreto de este GTi tan especial ha sido siempre su peso contenido; de hecho las dos primeras entregas rondaban los 800 kilos, lo que les permitía ser extremadamente ágiles con una potencia que, en ese momento, podía considerarse elevada.
Para esta nueva evolución la marca ha apostado por las mismas armas, logrando una reducción de peso de 80 kilos frente al predecesor, lo que le permite bloquear la báscula en los 970 kilogramos. En combinación con sus 140 caballos le aportan una relación peso potencia de 6,9 kilogramos/caballos, similar a la de un Mini Cooper S, por establecer una referencia clarificadora. Pero en lo que realmente brilla este 1.4 turboalimentado en su cifra de par motor, pues con 23,4 kilográmetros ofrece una elasticidad enviadiable, lo que le permite disponer de unos desarrollos largos para contener consumos y reducir el régimen de giro habitual, pudiendo circular y adelantar sin tener que recurrir a la palanca de cambio con asiduidad.
Vestido de lobo
El nuevo Sport calca a su predecesor en longitud, pero ahora incrementa la distancia entre ejes –20 milímetros–, su ancho de vías –40– y reduce la altura de la carrocería sensiblemente –15–, soluciones que potencia su apariencia racing y mejoran su comportamiento al límite. Estéticamente destacan los nuevos paragolpes envolventes, la parrilla inédita de gran tamaño y las dos salidas de escape posteriores, aunque lo que realmente llama la atención es el nuevo color Yellow Champion, un tono que hace honor a la tradición de la firma nipona en competición, todo un acierto. Esta transformación GTi tiene continuidad en el interior, ➥
donde descubrimos unos asientos tipo bacquet con los reposacabezas integrados en el respaldo que además tienen la firma Sport bordada. El color rojo toma protagonismo en los pespuntes del volante o el cambio así como en finas molduras repartidas por todo el salpicadero.
Entorno racing
Firmemente sujetos en las butacas, arrancamos el nuevo bloque –compartido con otros modelos como el Vitara, pero con gestión específica– y descubrimos un agradable ronroneo. Es discreto pero te invita a subir de vueltas para escucharlo con más claridad. Los recuerdos de la prueba de las anteriores generaciones nos trasladan a un mundo de sensaciones mucho más radicales de las que nos encontramos en este Swift, donde se han dulcificado sus respuestas aunque sin perder en eficacia como veremos más adelante. El nuevo equipo de amortiguadores Monroe es uno de los responsables de su nueva personalidad, que resulta mucho más friendly a la hora de hacer un uso cotidiano de automóvil, algo que antes no podíamos plantearnos.
En autopista viajamos hasta cómodos, apoyados por una suspensión que se 'traga' las irregularidades sin aspavientos y por un motor que es una verdadera delicia en materia de empuje y funcio-
namiento a partir de las 2.000 vueltas. Sin duda ofrece un temperamento rutero del que antes carecía. Pero es en zonas de montaña donde queremos exigirle el do de pecho. Su propulsor muestra un 'repunte' en su empuje a partir de las 5.000 vueltas, lo que nos hace estirarlo sin compasión para sacarle la quinta esencia. En paralelo la dirección es extremadamente fiel en su guiado y rápida en sus respuestas, acompañada por un tren trasero muy obediente y que apenas se deja notar, salvo que le 'busquemos las cosquillas'. Sólo el tacto del cambio desentona ligeramente con la deportividad del conjunto; no es malo, pero nos gustaría un que fuese algo más seco y firme en las transiciones.
Una dieta muy eficaz
La puesta apunto es excepcional, con unos apoyos firmes y unas respuestas predecibles que transmiten mucha confianza al límite. Al paso por curva permite frenadas salvajes y correcciones de última hora sin perder la compostura, todo ello con una sensación de control muy elevada. Una vez más se demuestra que el bajo peso es el mejor aliado de la deportividad, limitando las inercias y las respuestas parásitas.
Su precio de venta esta en línea de su competencia sobre todo si tenemos en cuenta que tiene una campaña de lanzamiento de 2.000 euros y cinco años de garantía, lo que significa que su precio puesto en la calle es de 19.700 euros, con un equipamiento de serie muy completo que incluye detector por cambio de carril, frenada de emergencia, asistente de luces de largo alcance, control de velocidad adaptativo y sistema multimedia con pantalla de siete pulgadas.