Honda CR-V.
La nueva generación llega con siete plazas y solo un motor gasolina.
Honda ha puesto el listón alto con el nuevo CR-V. Es más bonito que nunca, más práctico que antes y con una calidad de fabricación tan alta que estamos ante el mejor Honda de la historia. A los hechos nos remitimos. Bajo su deportivo diseño se esconde un habitáculo funcional, con multitud de soluciones para una familia, como el apoyabrazos delantero, configurable entre tres posiciones, o un espacio para las piernas que roza lo estratosférico. También tiene la posibilidad de acomodar hasta siete pasajeros en su interior, porque el CR-V se venderá con cinco asientos o siete sin necesidad de incrementar la longitud del vehículo –ambas variantes miden 4,60 metros– o la distancia entre ejes –2,66 metros–. En el caso del siete plazas, la tercera fila es muy justa para adultos.
Toda una garantía
Mecánicamente, el CR-V está disponible sólo con un motor gasolina turbo, que varía la potencia en función del cambio elegido –173 caballos manual, 193 caballos en el automático–. Se trata de un propulsor silencioso en líneas generales, algo más ruidoso en el CVT, y muy progresivo en aceleración. La acústica del habitáculo se ha estudiado a fondo y se ha instalado un revestimiento especial en el suelo y en partes estratégicas del coche para mejorarla, a lo que se añade el Active Noise Cancellation, un sistema similar al de los auriculares y que consiste en producir frecuencias contrarias con el objetivo de anular las consideras como molestas.
En carretera, el CR-V es muy estable. La suspensión amortigua muy bien y las inclinaciones en curva apenas se perciben. Delante utiliza un esquema McPherson mientras que, detrás, se opta por un eje multibrazo. La dirección tiene un tacto exquisito, con 2,3 vueltas, y su asistencia facilita las maniobras. Respecto a la dinámica, conviene aclarar que todas las unidades llevaban tracción integral, con un embrague multidisco que reparte el par entre los cuatro neumáticos.