Cara a Cara. Honda Civic y Peugeot 308.
Sus motores Diesel nos siguen convenciendo.
En un mundo plagado de SUV, hablar de dos vehículos compactos parece ciencia ficción. Sin embargo, muchas compañías siguen apostando por ellos para alegría de unos cuantos, entre los que me incluyo. Es el caso de nuestros dos protagonistas. Por un lado el Honda Civic, un vehículo con más de 40 años de experiencia en el sector y que ha conseguido sobrevivir a todo tipo de modas. Por otro, el Peugeot 308, un modelo que ha logrado revitalizar las ventas de la marca gala convirtiéndose, el año pasado, en el cuarto compacto más vendido de su categoría. Ambos han sufrido modificaciones que han mejorado tanto su aspecto como su dinámica. No son muy profundos, pero resultan lo suficientemente importantes como para hablar de ellos.
En el caso del Honda Civic, resulta curioso que presente cambios que hayan afectado a toda la estructura cuando sólo lleva un año a la venta. Éstos van desde la carrocería, que ha crecido y varía un poco su estética, hasta su interior. El chasis también ha sido revisado a fondo para mejorar aún más su comportamiento. Pero lo más novedoso del nipón es el bloque 1.6 i-DTEC de 120 caballos que estrena. En el Peugeot, las novedades se han centrado en ligeros retoques tanto fuera como dentro pero, sobre todo, en la incorporación de un nuevo motor 1.5 BlueHdi de 130 caballos que promete mejores consumos. Una bajada de cilindrada que podría pasarle factura…
Todo bajo control
A los mandos del Peugeot apenas encontramos cambios. En su habitáculo, seguimos contando con el conocido iCockpit, seña de identidad en los modelos del león, y del que la marca ha sabido sacar su mejor partido en vehículos como éste hatchback. Una curiosidad que no sabe la mayoría es que la altura del volante en esta configuración coincide con la posición del corazón, permitiéndonos realizar más kilómetros con menos fatiga.
Continuando con su interior, su mayor novedad se centra en la pantalla capacitiva de 9,7 pulgadas, que ahora cuenta con un sistema mucho más rápido y fluido a la hora de usarlo. En su exterior, las diferencias con el modelo al que sustituye pasan por alto pero si te fijas, la parrilla ha sido ampliada, dando ahora la sensación de ser más ancha. Además, ha sido cromada al completo y el logotipo integrado en la misma le confiere un toque lujoso. Los faros por su parte, han conservado su tira led pero la configuración interna ha cambiado. Cosa que no ocurre en los traseros, en los que sólo se han incluido las mismas tiras para simular el emblema de la marca.
Nos ponemos en marcha con el 308 y nuestra primera sensación es que el motor es algo perezoso en bajas, costándole un poco la salida desde parado. Pero una vez que el vehículo ha cogido impulso, en torno a 1.750 vueltas, la mecánica se muestra de lo más enérgica y silenciosa. Esto último se puede apreciar incluso al ralentí, donde las vibraciones apenas son apreciables. Tanto es así que, estando estacionados, llegamos hacer el amago de volver arrancar.
Adiós gasolineras
Si hablamos del Civic, el ‘traqueteo’ es algo más notable. Sin embargo, su comportamiento es totalmente diferente. Debido a su concepción de corte deportivo, la respuesta del i-DTEC es de lo más enérgica y reactiva. Una ligera pisada al acelerador y el vehículo sale disparado hacia el objetivo que te marques. El empuje es sorprendente para un vehículo Diesel, estirando el par hasta las 4.000 revoluciones por minuto casi sin despeinarse. E incluso estando ahí, el propulsor no
El 308 pisa de forma exquisita. El Civic igual, pero con un toque más deportivo…