Opel Corsa GSi.
Las siglas GSi recogen el testigo dejado por el Corsa OPC, brindando un conjunto que conseguirá algo sencillo pero complicado al mismo tiempo: hacérnoslo pasar bien
Por relación calidad-precio-prestaciones, es uno de los mini GTi del momento.
Recta, acelerón. Curva, frenada y giro. Stop, borboteo. Si acompañas esta secuencia de un sonido seco y constante, transmitido probablemente por un instrumento de percusión, quizá te pase como a mí y te imagines, no sé muy bien por qué, el típico anuncio de bebida refrescante. Precisamente esto último, refrescar, es lo que consigue la variante que tenemos entre manos y que consigue que el Corsa, en la recta final de vida de esta generación, se convierta en un modelo extremadamente atractivo. Tres siglas tienen la culpa de ello: GSi. Un apellido que seguramente está fresco en tu memoria gracias al Insignia GSi, que Opel presentó a principios de año y que nosotros ya hemos probado en profundidad en esta revista, una saga que comenzó hace 34 años con aquel maravilloso Kadett E de 115 caballos para, más tarde, llegar a otros como el Manta, el Astra o, claro está, el Corsa. El utilitario ha sido, justamente, el que más jugo ha sacado del término Gran Sport injection porque son ya cinco las generaciones que han lucido esta sigla en el portón del maletero.
El 'giracuellos'
De todas ellas, la más representativa ha sido, sin lugar a dudas, la primera… hasta ahora. Ese primer Corsa GSi de 1988 sorprendió por su excelente relación peso/ potencia, con 100 caballos para mover únicamente 820 kilos. En cambio, el que hemos podido probar por las reviradas
carreteras de la frontera francosuiza, han conseguido que olvidemos aquel purasangre tan divertido.
Ataviado con un elegante ‘traje’ rojo –también hay disponible uno amarillo, menos discreto–, los 4,02 metros del tres puertas –única carrocería disponible–, entran directamente por los ojos. Parte de culpa la tiene un diseño exterior bien rematado, con elementos exclusivos como las grandes entradas de aire frontales, el capó voluminoso, las marcadas taloneras laterales, la parrilla en forma de panal de abeja y los retrovisores exteriores acabados en imitación de fibra de carbono. A eso se añade la salida de escape cromada situada en lado izquierdo, el extravagante alerón trasero o las pinzas de freno en rojo, que se dejan entrever entre los radios de las vistosas llantas de 18 pulgadas –de serie parte con unas bicolor de 17 pulgadas–, montadas sobre neumáticos Michelin Pilot Sport en medida 215/40 ZR18.
Le basta, pero no le sobra
Una silueta exterior que enamora y que tiene su continuidad en un habitáculo bien rematado con un aspecto racing, que poco o nada tiene que envidiar al del extraordinario y extinto Corsa OPC. Los asientos delanteros de tipo bacquet firmados por Recaro –opcionales, eso sí– consiguen extrapolar a sus ocupantes a cualquiera de los rallies que se celebran en nuestro país. No importa cuál sea tu fisonomía, que acabarás bien encajado en ellos sin perder un ápice de confort. Elemento que se rodea de un volante achatado en su parte inferior forrado en cuero y un pedalier de aluminio perfecto para realizar el punta-tacón.
Porque más allá de este singular diseño, lo que realmente invita a ponerlo en movimiento es lo que se encuentro bajo el capó. Allí se esconde el bloque de gasolina 1.4 Turbo modificado especialmente para la ocasión para incrementar la respuesta al acelerador. Dicho y casi hecho. Porque aunque los 150 caballos de potencia y 22,3 kilográmetros de par sean más que suficientes para mover los poco más de
Más allá del diseño, lo que invita a ponerlo en marcha es el 1.4 Turbo
1.200 kilos de peso –manteniendo intacto el espíritu de la primera generación–, lo cierto es que se hacen visibles en cuanto la aguja del cuentarrevoluciones pasa de las 3.000 vueltas. Por debajo de este régimen, el Corsa GSi resulta algo perezoso, arrastrado principalmente por unos desarrollos enfocados a no disparar el consumo –el dato oficial se mueve entre los 6,0 y los 6,4 litros/100 kilómetros en función de la llanta y el equipamiento–.
Si bien sólo necesita 8,9 segundos para alcanzar los 100 por hora desde parado y marcar una punta de 207 kilómetros/ hora –que no hemos podido conseguir dada las restricciones de las carreteras suizas y francesas–, el objetivo real de las siglas GSi es que nos lo pasemos bien por tramos de montaña. Ahí es directamente donde nos ha dirigido la ruta organizada por Opel. Las estrechas y reviradas carreteras de la Alsacia son el escenario ideal para sacar ese nervio y mala leche que le demandamos al Corsa más prestacional. Una vez conseguimos movernos en torno a las 3.500 y las 4.000 revoluciones, todo son ventajas. El bloque 1.4 Turbo no desfallece, ni siquiera si apuramos hasta las 6.500 vueltas, donde se encuentra el corte, ya que entre las 5.000 y las 6.000 aparece un boost extra que mantiene el régimen de giro a un nivel alto.
El perfecto heredero
No contestos con eso, seguimos elevando el ritmo, animados por un chasis heredado del Corsa OPC frente al cual, el GSi aporta sus propias cualidades. Amortiguadores Koni con un compromiso perfecto entre comodidad y firmeza, una altura de carrocería rebajada en 10 milímetros frente al propio OPC, una dirección rápida, intuitiva y que transmite todas nuestras órdenes o un equipo de frenos con discos de 308 milímetros colocados en el eje delantero, consiguen lo que Opel nos comentaba al principio de la rueda de prensa: dibujar una sonrisa en nuestro rostro.
La felicidad plena llega cuando nos anuncian el precio definitivo, marcado en unos accesibles 21.500 euros sin campañas, por lo que a poco que incluyamos algún descuento, no es descabellado pensar que podremos tener un auténtico mini cohete aparcado en nuestro garaje por poco más de 14.400 euros.