Mazda CX-3.
El CX-3 se actualiza con cambios discretos en el exterior y el interior, si bien lo verdaderamente nuevo está en su chasis, con mejoras en dirección, suspensión y motores más parcos en consumo
Retoques en el diseño y en la puesta a punto del chasis.
Siendo sinceros, al Mazda CX-3 le hacen falta pocos retoques para seguir siendo uno de los SUV urbanos más atractivos del momento, ya que su competencia es más clásica en este sentido. Por eso, única y exclusivamente varían la forma de la parrilla, ahora con ocho láminas; las llantas de 18 pulgadas son más deportivas, los pilotos traseros incorporan iluminación de led…
Dentro sucede más o menos lo mismo, con molduras de mejor aspecto en la consola, y la colocación de un práctico apoyabrazos entre los asientos delanteros con cofre, en el que se pueden dejar objetos de pequeño tamaño como un teléfono móvil o la cartera. La instalación de éste ha sido posible tras la eliminación de la palanca del freno de mano. Ahora, el CX-3 viene de serie con uno de estacionamiento eléctrico, que además incluye la práctica función AutoHold.
Gana enteros
Donde de verdad se encuentran las novedades de este Mazda es bajo este discreto maquillaje. La dirección ha sido recalibrada y gana tanto firmeza como precisión a la hora de trazar las curvas; lástima que el radio de giro siga siendo tan reducido. La suspensión tiene un punto más firme y reduce todavía más las inclinaciones de la carrocería, con la incorporación de muelles y amortiguadores más duros. Por último, la gama mecánica se ha revisado al completo para cumplir la normativa WLTP. Los dos propulsores gasolina siguen siendo atmosféricos mientras que el Diesel, que apenas representa un 10% de las ventas totales del modelo en España, es completamente nuevo. Este último es el que menos combustible gasta, a costa de ser un poco más ruidoso en aceleración. Los dos primeros, en cambio, son muy progresivos y silenciosos. Los tres puede asociarse en opción con una transmisión automática de seis relaciones.