Car and Driver (Spain)

Cara a cara: Citroën C3 Aircross y Ford Fiesta Active.

De la fiebre SUV no se escapa ni siquiera el Ford Fiesta que, con el acabado Active, muestra una faceta aventurera nunca antes vista en el modelo. ¿Llegará al nivel polifacéti­co del Citroën C3 Aicross?

- CARLOS GARCÍA-ALCAÑIZ CHRISTIAN COLMENERO

¿Son SUV de verdad?

Pocos coches son tan polivalent­es como el nuevo Ford Fiesta dada la cantidad de versiones con las que se comerciali­za. Para el día a día, las terminacio­nes Trend, Trend+ y Titanium son perfectas. Vignale da el punto de distinción mientras que ST saca a relucir la deportivid­ad. La última cara de este curioso poliedro tiene un enfoque campero: se llama Active y destaca por replicar el look de los auténticos SUV. Nos referimos a neumáticos con mayor perfil, proteccion­es plásticas en la carrocería, barras en el techo –esto último es un extra que vale 150 euros–… A pesar de este maquillaje, el Fiesta Active no es un todocamino en sí porque carece de tracción integral o de programas específico­s para su práctica, como pueden ser un control de descenso de pendientes u otros enfocados a circular fuera del asfalto. Sí tiene los modos normal, eco y baja

adherencia, que afectan principalm­ente a la potencia disponible y que permiten reducir el consumo si así se desea.

Diferente visión

Uno de los máximos rivales del Fiesta Active es el Citroën C3 Aircross, un vehículo opuesto al planteamie­nto del Ford. Porque el francés, a pesar de ser la variante off road del C3, tiene una carro- cería específica, con mayores dimensione­s exteriores y un habitáculo realmente práctico para la familia, con planteamie­ntos tan interesant­es como la banqueta trasera corredera, que gana o resta espacio al maletero en función de las necesidade­s de transporte. Con esta idea y en la posición más retrasada, el cofre cubica unos ya de por sí buenos 410 litros, pero llega a unos sorprenden­tes 520 litros cuando la ban- queta se adelanta al máximo, alcanzando de esta forma el nivel de una berlina media como el Fiat Tipo Sedán y a tan sólo 30 litros de un Seat Toledo. Además, la boca está baja y es muy amplia.

Junto con estas prácticas soluciones, el Citroën despunta en otras vertientes ya que, ¡sorpresa!, se atreve a dejar atrás el asfalto y adentrarse por pistas. Para lograrlo e independie­ntemente del motor,

hay que elegir el acabado Shine, el más alto, y montar el paquete de idéntico nombre por 1.000 euros. Éste incluye Grip Control –el selector de modos de conducción con el que básicament­e se modifican los parámetros del control de tracción–, descenso de pendientes y ruedas all season sobre llanta de 17 pulgadas. Vaya por delante que estas herramient­as facilitan las excursione­s, pero tampoco garantizan salir airosos de una trialera embarrada o de un cruce de puentes, aun contando con el añadido de la mayor altura libre al suelo. Es cierto que a la hora de abandonar la carretera, con el C3 Aircross tenemos mucha más confianza mientras que, con el Fiesta, vamos con más cuidado. Los programas ‘barro’ y ‘arena’ del citado Grip Control ayudan a que las ruedas traccionen mejor. No obstante, hablaremos de las diferencia­s dinámicas de ambos unos párrafos más adelante…

¿Con cuál te quedas?

De regreso a los habitáculo­s, el puesto de mandos del Ford es más bajo y mucho más envolvente que el del Citroën gracias a unas butacas más anatómicas y de mejor agarre lateral. El del C3 está más próximo al de los auténticos todocamino­s, ya que los asientos se encuentran unos 10 centímetro­s más altos respecto a los del Ford. La sensación de amplitud del galo también es superior dadas las mayores cotas exteriores del vehículo, como dijimos al principio del artículo. Asimismo se aprecian matices en los materiales empleados en la construcci­ón de ambos. De hecho, el C3 se sitúa por debajo del Active por el abuso de plásticos duros que aparenteme­nte aguantarán bien el paso del tiempo, pero los diversos mullidos del Fiesta juegan en una liga superior; sobresale hasta el que recubre la parte alta del salpicader­o, casi al nivel de lo visto en el nuevo Focus.

Los sistema multimedia también difieren en profundida­d. El del Fiesta está colocado en una excelente posición para evitar apartar la mirada de la carretera, aunque agradecerí­amos que la pantalla de ocho pulgadas estuviera un poco más retrasada para manejarla mejor. En líneas generales, el equipo es rápido, la navegación muy intuitiva y veloz en el cálculo de las rutas y el navegador muestra los datos al más puro estilo Google Maps, por lo que los millenials están más que familiariz­ados. Es una auténtica delicia que se completa con el magnífico equipo de audio de la firma B&O, ya que reproduce la música por los altavoces con una increíble definición.

El equipo del Citroën se ubica en una posición más baja. La pantalla de siete pulgadas tiene un brillo siempre inferior respecto a la del Fiesta y aglutina más funciones, ya que desde ella se maneja hasta el climatizad­or. Es una propuesta interesant­e de no tener la necesidad de cambiar de menú cuando, por ejemplo, el copiloto quiere bajar un grado la temperatur­a y dejamos de ver el mapa durante unos segundos. Este módulo es común con otros vehículos como pueden ser los Peugeot 308 y el Citroën C4 Cactus, con los que comparte el mismo ‘pero’.

Hechos para viajar

Ya en carretera, el Ford se comporta como lo que es, un excelente rutero. Dejando de lado la terminació­n estética de esta variante, tiene el comportami­ento noble de sus hermanos. Es más: tras el paso de los kilómetros, la sensación es la de estar en un coche mucho más grande y pesado

El C3 Aircross no tiene miedo a salir fuera del asfalto. El Fiesta no lo tiene tan claro…

➥ porque la dirección y el cambio tienen un tacto muy fino. No ayuda la respuesta del propulsor elegido para la comparativ­a, el 1.0 de 125 caballos, mucho más progresiva de lo esperado. A 2.000 vueltas es cuando realmente se nota la ‘patada’ del turbo, y eso que entrega el par en un régimen de revolucion­es amplísimo. El propulsor de tres cilindros tiene unas vibracione­s más contenidas que el también tricilíndr­ico de 130 caballos de Citroën; el sonido y el traqueteo de éste se perciben más de puertas para adentro. Además, el Ford va menos revolucion­ado que su competidor, por lo que el consumo de carburante se acerca un poco más a los valores oficiales. Conviene matizar que ni el Ecoboost ni el Puretech son precisamen­te parcos, con medias de seis litros a los 100 en el Fiesta y que coquetean con los 6,5 en el Citroën. Ahora es cuando nos acordamos de los Diesel, ¿verdad?

El C3 Aicross, como era de esperar, también es suave, aunque demasiado para ese conductor que viene de una berlina tradiciona­l. La dirección eléctrica, con tres vueltas entre topes, se maneja con soltura en ciudad y permite maniobrar con mucha más facilidad, si bien en autopista se echa en falta algo más de firmeza. La suspensión, a su vez, tiene una puesta a punto confortabl­e, algo que se aprecia desde que abordas la primera glorieta. Tampoco favorecen los asientos, cuyo nivel de agarre lateral es más bien justo –eso sí, son súperancho­s para los más que sean grandes–. En lo que respecta al propulsor, es mucho más vivo que el 1.0 Ecoboost y tiene unas recuperaci­ones en sexta asombrosas para el tipo de vehículo que es, por lo que no suele hacer falta echar mano al cambio para salir ‘escopetado’. Eso, unido a un contenido peso, hacen que el Citroën acelere con bastante descaro y sea 1,5 segundos más rápido en el 0 a 100. No es

El C3 Aircross está pensado para las familias: plazas traseras correderas, más material plástico, un maletero inmenso…

un valor que decante la balanza hacia un modelo u otro porque no estamos hablando de GTIs, pero ese toquecito deportivo nos ha gustado y mucho.

¿Más o menos SUV?

A pesar de su enfoque espartano, el Citroën C3 Aircross es un coche para uso familiar, con un diseño diferente y con unas plazas traseras capaces. Además, monta lo último en equipamien­to: cámara de marcha atrás, avisador de ángulo muerto, Head Up Display –400 euros–, reconocimi­ento de señales de tráfico, carga inalámbric­a para teléfonos móviles –300 euros–… Sólo se puede echar en falta la ausencia de faros de xenón o de led para completar el apartado tecnológic­o, ya que no están disponible­s ni siquiera en el catálogo de extras.

Hablando de iluminació­n, el Fiesta Active monta faros led sin coste en la versión Plus probada, aunque existe una variante más económica, denominada Active a secas, que carece de ellos. Lo que está claro es que el Ford es un coche de capricho, coqueto, al más puro estilo Mini, alejado de la polivalenc­ia del Citroën y que prefiere ver la tierra del campo tan lejos… como el C3 Aircross de cerca.

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OTRA OPCIÓN. Si te gustan las carrocería­s SUV, no hace falta salirte de la gama Ford, ya que tiene a la venta el EcoSport con este mismo Ecoboost de 125 caballos –a partir de 14.000 euros–.

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