Car and Driver (Spain)

Supercar: Ferrari 812 Superfast. Su impresiona­nte V12 atmosféric­o nos ha dejado boquiabier­tos, tan contenido a medio gas y tan radical cuando se lleva a fondo…

- IVÁN MINGO CHRISTIAN COLMENERO

Sus 800 caballos y 12 cilindros dan nombre al deportivo de serie más potente que ha salido de la fábrica de sueños de Ferrari, una criatura que tiene tanto de angelical como de diabólica, una sutil frontera que depende de la fuerza con la que pisemos el pedal del acelerador #

Basta que el más mínimo impulso eléctrico de nuestro complejo universo neuronal se abra paso a través de la espina dorsal hasta nuestra pierna derecha y 'aplaste' el pedal del acelerador, para que todas nuestras referencia­s automovilí­sticas conocidas hasta el momento se desvanezca­n. Jamás la frontera entre circular de una forma civilizada o hacerlo propulsado­s por la fuerza inconmensu­rable de una turbina de aviación fue tan sutil como los milímetros del recorrido del pedal del acelerador del 812. Es precisamen­te en esta sutileza donde reside la mejor de las virtudes y la mayor de las debilidade­s del 812, un Gran Turismo a la antigua, que nace fruto de que la sastrería Ferrari 'vista' de Gentleman al mejor de los V12 fabricados por la firma del Cavallino hasta el momento. Y no calificamo­s así a este motor así gratuitame­nte, sino que nos encontramo­s ante el propulsor con mejor potencia específica nunca creado por la marca, con 123 caballos por litro, con una potencia final que lo convierte en la criatura de producción en serie más potente que jamás ha salido de Maranello.

Heredero natural del F12 Berlinetta, el 812 vio la luz en 2017 en plena conmemorac­ión del 70 aniversari­o del nacimiento del Cavallino Rampante como marca con el lanzamient­o del 125 S V12 de 1947. Se iniciaba una doble tradición de modelos de Gran Turismo impulsados por desmedidos bloques V12 que por aquella época ya brillaban con luz propia por su refinamien­to mecánico y por empuje infatigabl­e a cualquier régimen.

Como mandan los cánones

Su estampa cumple a la perfección los cánones de los GT tradiciona­les, con un morro interminab­le capaz de servir de 'cuna' para el corazon de la bestia. De ahí para atrás lo justo para albergar un habitáculo de generosas dimensione­s y una trasera cortada 'al ras' para evitar voladizos innecesari­os. Dentro la amplitud y luminosida­d son sobresalie­ntes, para dos ocupantes eso sí, y no tenemos la sensación de agobio típica de este tipo de supercars, algo que agradecerá­n los millonario­s de talla generosa. No podemos decir que nos sintmos defraudado­s por el entorno, pero la atmósfera es mucho más conservado­ra y tradiciona­l de lo que cabe esperar en un coche así. Detectamos cierta complejida­d en el manejo de las dos pantallas que flanquean al gran cuentavuel­tas central, que manipulamo­s a través de dos diales similares al del volumen de un equipo de música y ubicados a los lados del volante, pero al volante del 812 no disponemos de mucho tiempo para andar trasteando con mandos y pantallita­s, sobre todo en conducción deportiva. Desde las mismas recibimos informació­n de navegación –derecha–, telemetría e informació­n de viaje –izquierda–, excepto consumo, pero ¡quién se preocupa del consumo en un Ferrari!–.

El verdadero universo Ferrari comienza en el volante. A imagen de los que estrenaron sus monoplazas de F-1 hace años, incluyen casi todas las funciones necesarias durante nuestro pilotaje; desde el mismo manejamos intermiten­tes, iluminació­n, limpiapara­brisas, manos libre, botón de arranque, firmeza de suspensión y los modos de pilotaje a través del pequeño Manettino, el verdadero cerebro de esta bestia. El tradiciona­l mando circular nos ofrece en esta ocación cinco posiciones; Wet, Sport, Race, CT off y ESC off, toda una declaració­n de intencione­s, pues ➥

en ningún momento nos propone un modo Normal o mínimament­e civilizado…

Aún de madrugada y en el garaje de la redacción –el préstamo de coche incluye condicione­s como que debe dormir en un garaje siempre vigilado– pulso el botón de arranque. Tengo que confesar que la onda expansiva del V12 alcanza tal nivel que me sobresaltó, es una eclosión de ruido de difícil descripció­n hasta que equilibra su ralentí. Es momento de rozar el acelerador 'en vacío' y deleitarno­s con un bramido que no escuchábam­os desde asistir al Gran Premio de Mónaco hace una década. Sorprende tanto la manera cómo sube en agudos según pisamos el pedal como por la abrupta manera en que se corta la melodía al aliviar la presión, todo ello con la puerta abierta, una sinfonía mecánica que acaba tan pronto como el vigilante del edificio baja alarmado por la atronadora secuencia de vibracione­s… Con esta inigualabl­e banda sonora y no sin comprobar que los Ferrari no están diseñados para los garajes angostos salimos en direción al Circuito del Jarama.

La autopista A-1 es la pista de pruebas perfecta para verificar una cualidad imprescind­ible para todo GT que se precie, la de permitirno­s viajar rápido y de forma confortabl­e, sin brusquedad­es. En estas condicione­s y pese a que el Manettino anuncia el modo Sport, el 812 es 'una madre'; la dirección, por primera vez eléctrica en la marca, se muestra firme pero no extrema en sus reacciones, y la suspensión asegura un elevado grado de comfort. La excelente insonoriza­ción del habitáculo junto con un motor que llena de potencia cada milímetro de la zona inicial del acelerador nos permite circular como si fuéramos en un 'coche normal', mantener una conversaci­ón con nuestro acompañant­e e incluso poner a prueba el salvaje equipo multimedia o hacer una llama con el sistema Apple Car.

Llega lo bueno

Salvamos los badenes de entrada al Jarama con nota gracias a un automatism­o que eleva el morro del coche para este tipo de situacione­s. Ahora sí, los 3.850 metros del trazado madrileño se despliegan como una interminab­le alfombra roja bajo los neumáticos del 812. En estas condicione­s la posición Sport del Manettino nos parece más que suficiente para tomar confianza. Calentamos neumáticos, extrañamen­te montamos unos Pirelli Sottozero código M+S, y por primera vez 'desbloquea­mos' el seguro mental que habíamos puesto en el recorrido del pedal del acelerador, del que sólo habíamos explorado el primer tercio. Parados en plena curva María de Villota justo antes de la recta pulsamos la leva derecha que engrana la primera de las siete velocidade­s y ¡a fondo…! El bramido es ahora incontenib­le en el interior, la docena de cazoletas oscilan a ritmo frenético emitiendo alaridos, toses y bramidos conforme va cayendo cada una de las marchas. En sólo 2,9 segundos alcanzamos 100 kilóme-

tros/hora y en menos de 8 superamos los 200. Mantenemos en todo momento un elevado grado de control sobre el tren delantero, sin sensación de que flote, y solo echamos de menos un tacto de volante algo más firme, aunque para ser el estreno de la marca en el terreno de las direccione­s eléctricas el aprobado está asegurado.

Supe ramos holgadamen­te los 200 cuando la prudencia nos marca hacer una frenada crítica con margen suficiente para entrar en el giro de final de recta con solvencia. Las pinzas Brembo, heredadas del mismísimo LaFerrari, cumplen con su cometido y nos dejan clavados, superamos el vértice del viraje con precisión deseando aplastar de nuevo el acelerador. La dirección nos sorprende tanto por su rigor como por incorporar un sistema que detecta posibles subvirajes o un sobreviraj­es y 'ablanda' su tacto en el sentido correcto para neutraliza­r la derrapada. Con el coche en pleno apoyo pero rectos y apuntando al si - guiente giro, salimos disparados a fondo destacando una capacidad de tracción asombrosa si tenemos en cuenta que las gomas traseras –305 35 R20– tiene que lidiar con 800 caballos en tropel.

Llega lo bueno

En estas condicione­s y aún en modo Sport, nos sorprende la facilidad de conducción que muestra el 812, con un cambio de marchas F-1 tipo doble embrague que en posicion automática nos permite olvidarnos de que existe, pues es simplement­e genial por su rapidez –un 30% más veloz que su predecesor–, suavidad y por su acierto a la hora de engranar la velocidad adecuada. En este punto llevamos el Manettino hasta su posición Race, la pantalla izquierda cambia su configurac­ión y ahora nos proporcion­a informació­n sobre temperatur­a de neumáticos, frenos, escape y diferencia­l y se activa un modo del control de estabilida­d mucho más permisivo con las cruzadas.

Basta cubrir LeMans y Farina para descubrir que el 812 se ha tensado como un culturista en plena exhibición. Ahora la dirección sí es extrema en su tacto, lo que nos lleva a adaptarnos y ser más suaves con ella, mientras que el 'culo' cobra protagonis­mo; cada milímetro de recorrido del pedal del acelerador cuenta. Perdemos cierta eficacia hasta que nos aconstumbr­amos al nuevo tacto, pero antes de completar el trazado disfrutamo­s de un tren trasero mucho más inquieto y de unos latigazos que neutraliza el control de estabilida­d antes de llegar al trompo.

Nuestra prueba toca a su fin y no queremos dejar de 'catar' sus reacciones a pelo, sin controles electrónic­os que valgan. En estas condicione­s toda la responsabi­lidad recae sobre el autoblocan­te y sobre nuestras manos, y bastan un par de acelerones a tres cuartos de gas con sus correspond­ientes cruzadas para descubrir que mejor no hacer enfadar al 812, pues de ángel a demonio no hay más que un paso.

El tren trasero direcciona­l hace que el 812 parezca más ágil y corto de lo que es

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 ??  ?? MÚSCULO CARDÍACO. Motor V12 frontal, longitudin­al y retrasado respecto al eje delantero y caja de cambios en posición trasera logran un reparto de peso del 47%/53% entre el eje anterior y el posterior. EL JARAMA, PROTAGONIS­TA. Sólo en un circuito podemos intuir los límites del 812, intentarlo en carretera abierta es como tratar de correr el Rally de Montecarlo en un F-1.
MÚSCULO CARDÍACO. Motor V12 frontal, longitudin­al y retrasado respecto al eje delantero y caja de cambios en posición trasera logran un reparto de peso del 47%/53% entre el eje anterior y el posterior. EL JARAMA, PROTAGONIS­TA. Sólo en un circuito podemos intuir los límites del 812, intentarlo en carretera abierta es como tratar de correr el Rally de Montecarlo en un F-1.
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 ??  ?? MONTAÑA RUSA. En conducción deportiva podemos olvidar las pantallas laterales y centrarnos en disfrutar con el trabajo intensivo de la esfera cuentavuel­tas.
MONTAÑA RUSA. En conducción deportiva podemos olvidar las pantallas laterales y centrarnos en disfrutar con el trabajo intensivo de la esfera cuentavuel­tas.
 ??  ?? ESCULTURA MÓVIL. Cada milímetro de su carrocería está esculpido para canalizar las partículas de aire; bien refrigeran­do la mecánica o bien mejorando la adherencia.
ESCULTURA MÓVIL. Cada milímetro de su carrocería está esculpido para canalizar las partículas de aire; bien refrigeran­do la mecánica o bien mejorando la adherencia.
 ??  ?? V12 BESTIAL. 100% atmosféric­o, nada de turbos, y actualizad­o al 75% respecto al del F12, el motor es capaz de comportars­e con educación por debajo de las 5.000 vueltas. Pero ese régimen marca el inicio de una tormenta perfecta que alcanza su cénit a las 7.000 vueltas con 73,26 mkg de par, muriendo a las 8.500. Un territorio de difícil exploració­n.
V12 BESTIAL. 100% atmosféric­o, nada de turbos, y actualizad­o al 75% respecto al del F12, el motor es capaz de comportars­e con educación por debajo de las 5.000 vueltas. Pero ese régimen marca el inicio de una tormenta perfecta que alcanza su cénit a las 7.000 vueltas con 73,26 mkg de par, muriendo a las 8.500. Un territorio de difícil exploració­n.

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