Lamborghini Urus en Islandia.
Crear un SUV claramente italiano a partir de un pedigrí puramente alemán podría ser una manera incomparable de hacer el todocamino definitivo. No hace falta pensarlo, solo citarlo. Así es el Lamborghini Urus…
Probamos el SUV italiano en terrenos casi impracticables.
Islandia es, probablemente, uno el parajes más espectaculares que han visto mis ojos desde que tengo uso de razón. Vecino de Groenlandia, a las puertas del mar de Noruega y a poca distancia del inhóspito Océano Ártico, esta isla de 103.000 kilómetros cuadrados ofrece un paisaje singular. Construida sobre roca volcánica, se acerca más a un entorno lunar que a un hábitat para vivir. Tal es así que actualmente sólo hay censados algo más de 358.000 habitantes, situándolo en el puesto numero 182 de un total de 194 países soberanos –reconocidos por la ONU–.
Un entorno casi virgen, ideal para disfrutar de la conducción ‘todoterrenera’ del que es el segundo SUV de la marca transalpina tras los LM001 y LM002 vigentes, respectivamente, en 1981 y entre 1986 y 1993. Porque para quien piense que el Urus que llevamos entre manos es el primer todocamino de la marca de Sant’Agata, debería de echar la vista atrás y leer un poco de la historia de aquel todoterreno italoespañol cuya carrocería se montaba en la fábrica vasca de Irizar, en Ormáiztegui. Con el Urus, la firma italiana ha intentado mantener ese concepto de aventura, añadiendo el toque ultra deportivo que, históricamente, han definido a todos sus modelos, a excepción del comentado LM –al que precedió el LM001 engendrado como vehículo militar–.
Pero el Urus es diferente. No es un exótico devoto y no es un todoterreno declarado. No es ninguno y, sin embargo, son ambos. Ahí el por qué de nuestro road trip por Islandia, una excusa perfecta para comprobar si el talento de los ingenieros de ‘Lambo’ se extiende más allá de sus brillantes cifras de velocidad.
Pensado para competir...
Tampoco es un país muy montañoso. El pico más alto, el Hvannadalshnúkur, en el borde noroeste del volcán Öræfajökull, se encuentra a 2.109 metros –el Teide escala hasta los 3.718 metros y el Mulacén, en la Península, hasta los 4.479 metros–. Esta orografía es muy común en el interior de Islandia, la zona más lunar de la isla, e inmediatamente sientes que no está hecha para novatos. Toma una mala elección aquí y la naturaleza hará que te arrepientas. Es improbable que un animal te ataque, aunque algún que otro oso polar ocasional encuentra su camino a través del Atlántico, en trozos de hielo que se desprenden de Groenlandia. En cambio, podrás morir por el frío ambiente o por la lluvia helada –la precipitación preferida de Islandia en otoño y la primavera– o incluso por la nieve si decides introducirte lo suficiente hacia el interior, en las tierras altas donde hay tantos kilos de nieve virgen que produce hasta vértigo.
Por eso, cuando expliqué nuestro plan de llevar este SUV de casi un cuarto de millón de euros a esta zona tan abrupta a mediados de febrero, un guía local me miró como si hubiera comido demasiados frailecillos –el ave típico de la isla–. Después de todo, Islandia es el hogar espiritual, si no el origen real, de los camiones de nieve bautizados como Superjeeps por los hogareños. Son Toyota, Land Rover y otros 4x4 puros –resulta curioso ver auténticos Jeep– equipados con ejes amortiguares específicos y neumáticos A/T más altos y anchos que parecen flotar sobre la nieve.
Muchos de estos Superjeep, están de hecho, pensados para que los turistas se aventuren a esta recóndita zona protegiéndose de cualquier imprudencia que pudieran cometer conduciendo ellos mismos. Un tipo de vehículo que, además, ha sido desarrollado para circular por los glaciares y ciénagas que se encuentran en las tierras altas de la isla. Y este Urus, con sus llantas, opcionales de 22 pulgadas montados sobre neumáticos en medida 285/40 delante y 325/35 detrás está muy lejos de parecerse a un Superjeep.
El Urus tampoco es un italiano de cepa. Comparte plataforma, la MLB Evo del Grupo Volkswagen, con los Audi Q7 y Q8, el Bentley Bentayga y el Porsche Cayenne, frente a los que se diferencia por un diseño exterior madeinLambo, con unas líneas angulosas, afiladas y ciertamente aerodinámicas que nos invitarían a acelerar a fondo si nos encontráramos metidos ➥
➥ en cualquier circuito del mundo. Papel importante es el que juega el motor, también de origen alemán. Un V8 biturbo de 4.0 litros de 650 caballos, que desarrolla nada menos que 86,7 kilográmetros de par. Pese a estos datos, se encuentra un peldaño por debajo del Cayenne Turbo en lo que en las especificaciones de rendimiento se refiere, pero este Urus de 2,3 toneladas de peso es capaz de acelerar de 0 a 100 por hora en 3,6 segundos y alcanzar una punta de 305 kilómetros/hora.
El encargado de gestionar todo este potencial no es otro que el cambio automático ZF de ocho relaciones que envía el par al efectivo sistema de tracción total que, en condiciones ‘normales’, presenta un reparto 40/60 entre sus dos ejes, aunque si es necesario puede enviar hasta un 70% delante o hasta un 87% detrás. Justamente, en la parte posterior, se coloca un diferencial controlado electrónicamente con vectorización capaz de gestionar la cantidad de par que se quiere enviar a cada rueda. Con ello, el comportamiento deportivo está asegurado, aunque si uno quiere incrementarlo siempre puede sumar barras estabilizadoras activas, dirección a las cuatro ruedas, suspensión neumática, frenos carbocerámicos o elegir el programa Corsa del selector de modos.
... y para mancharse
No obstante, hay que recordar que vamos dirección hacia la nada, para lo cual es indispensable activar el modo Nieve. Mientras llegamos a ella, podremos ir jugando con los otros dos programas restantes Sabia –arena– o Terra –grava–, que nos permiten desacoplar completamente las barras para superar zonas más escarpadas.
¿El objetivo por el que nos vinimos hasta Islandia? Llegar hasta el segundo y el tercer glaciar con más superficie de la isla. Para alcanzarlos, nos dirigimos hacia el sureste desde Reikiavik en la Ruta 1 girando posteriormente hacia el noreste en la Ruta 35, también conocida como Biskupstungnabraut, donde perseguimos arco iris a lo largo de la cara casi vertical del Ingólfsfjall. Entre medias, un alto en la catarata Gullfoss, la más visitada de la.
Mientras nos aproximamos por carretera, tanto Charlie –el fotógrafo– como un servidor nos percatamos de que este Urus es más introvertido que, por ejemplo, el Aventador pues el motor se desvanece en el estoicismo alemán que sobrepasa el modo Strada –Calle–, sintiéndose más como un Audi que como un ‘Lambo’, sobre todo, a velocidades de crucero. Al salir de la misma, paramos ante un cartel que prohíbe la entrada de vehículos 4x2 y, poco más adelante otro que avisa de la inestabilidad. Sin mediar palabra
nos adentramos en un pista impresionante que, fuera de todo pronóstico, nos permite incluso activar el modo Sport. Con él en marcha, el Urus se convierte casi en un todocamino de competición.
Recorremos varios kilómetros antes de llegar a la cima de una colina y despedirnos del pavimento. Cerca de este puntio, la Ruta 35 cambia los nombres de Biskupstungnabraut a Kjalvegur acercándonos, por fin, al verdadero protagonista de Islandia: la nieve. Momentos después de cruzar otro valle, cae copos del cielo con ligereza para que, a los pocos minutos, observar como el entorno se ha cubierto por un manto blanco. Alucinante.
Perezosamente ascendemos 300 metros mientras el viento ha conseguido que elevemos al máximo la carrocería –7,62 centímetros por encima de la altura estándar–. El desafío es real ahora, pero el Urus aún no ha mostrado ningún signo de retroceder. En el punto más alto, cerca de Bláfell, estamos a 670 metros sobre el nivel del mar, pero bien podríamos estar perdidos en el Karakorum.
En un solo día hemos presenciado las múltiples virtudes que atesora este Urus. Antes de nuestro merecido descanso en el hotel de Gullfoss, afrontamos un tramo menor de montaña en donde una pronunciada pendiente amenaza con ‘escupirnos’ de la misma. No desistimos y aunque golpeamos ligeramente en el tercer intento, pasamos con solvencia. Poco después, el Urus vadea dos ríos, el segundo con profundidad suficiente para hundir sus piernas. Otro síntoma más de que la combinación italogermana funciona de verdad…