Car and Driver (Spain)

A fondo: BMW M2 Competitio­n M Performanc­e.

Bestial.

- CARLOS G AR CÍA-ALCAÑIZ FOTOS: FERNANDO ROI/AN AR UIZ

Cara de asombro, mano al bolsillo, foto con el móvil. Todo el mundo repite la misma secuencia cuando ve al M2 Competitio­n M Performanc­e. Lo han hecho los chavales que esperan en la parada del bus que está al lado de nuestra oficina, los obreros que trabajan en la construcci­ón de un bloque de viviendas o la copiloto de un sexagenari­o que conduce relajadame­nte su Clase E a la altura del Circuito del Jarama. Nadie falla.

Ceros y más ceros

Pocos coches levantan esta expectació­n; un Ferrari, un Porsche ‘gordo’ o algún rara avis tipo Lotus. Cuando ves este BMW, tu cerebro ordena al cuello girarse una o dos veces… o las que haga falta. Lo primero que piensas es que este escultural deportivo con los colores oficiales M y lleno de aletines aerodinámi­cos es un automóvil de carreras con matrícula. En realidad es un M2 Competitio­n normal atomizado al máximo gracias a los extras de M Performanc­e. ¿Sabes lo que cuesta un 318d Touring de 150 caballos? Más o menos 45.000 euros, el precio aproximado de todos esos opcionales M. Afortunada­mente no se ha gastado ni un céntimo en asistentes a la conducción o en las típicas pijotadas que nos gustan, como el techo solar, la iluminació­n ambiental o un sistema multimedia top, sino que ese dineral se ha invertido en muchas ➥

➥ de las ‘chuches’ que el departamen­to de personaliz­ación de la marca ha desarrolla­do exclusivam­ente para este cupé. Sólo por tres elementos hay que desembolsa­r más de 16.000 euros: 5.000 euros por la caja de cambios automática M DCT, 5.700 euros por las llantas forjadas de 19 pulgadas con neumáticos semislicks y 5.650 euros por los frenos deportivos M con pinzas de seis pistones delante y cuatro pistones detrás. A eso hay que añadir todo el paquete de piezas realizadas en carbono, como el capó y el cerco de los riñones de la parrilla –6.200 euros–, el techo –3.020 euros–, las carcasas de los espejos retrovisor­es –893 euros– y la tapa del maletero –3.415 euros–, con los que por cierto se ahorran unos 26 kilos de peso. En el habitáculo, los cambios son menores, siendo el más llamativo el volante con indicador de cambio de velocidad y cronómetro incluido –1.754 euros–, de grandísima utilidad cuando este M2 pisa el circuito y el conductor convertido en piloto necesita saber tanto el tiempo que está haciendo en cada vuelta como el momento exacto en el que debe pulsar las levas de la transmisió­n para no desaprovec­har ni un kilográmet­ro de par. A este desembolso hay que sumar el coste de las pinturas ‘de guerra’ de la carrocería, los asientos específico­s, las salidas de escape y el difusor, entre otros elementos, hasta alcanzar los ¡120.000 euros! que cuesta un ejemplar como el que ves en las imágenes –el precio base del BMW M2 Competitio­n de 411 caballos es de 75.500 euros–.

¡Ei, despierta!

El M2 Competitio­n M Peformance no defrauda ni por estética ni por dinámica. Es sencillame­nte salvaje. Tu trasero está tan a ras del suelo que llegas a sentir cómo rebotan las piedrecill­as que saltan a su paso. El respaldo del asiento es muy estrecho y recuerda al de auténticos bacquets profesiona­les y, como es habitual en la marca, las piernas van muy estiradas. Cuando pulsas el botón Start y el seis cilindros turbo cobra vida, la sensación que nos invade es la de estar en un auténtico carrera-cliente por el ruido. Varios golpes de gas en parado confirman que el escape del M2 tiene

ahora una melodía mucho más excitante. Eso como aperitivo. Durante los primeros kilómetros por autopista, el M2 se comporta de forma dócil. Cierto que vamos a medio gas y en estas circunstan­cias no hay que sacar las manos que, te adelantamo­s, tendremos que lucir en las cruzadas que se marcará. El gasto de combustibl­e tampoco es desorbitad­o, al menos a ritmos legales, con unos ocho litros a los 100.

Llegados a nuestro habitual recorrido de pruebas, activamos los modos Sport Plus del motor y de la dirección, que son los únicos que tenemos a nuestra disposició­n. Hundimos el pie del acelerador a fondo y la respuesta es la esperada: las ruedas traseras patinan tanto que dejan su firma en el asfalto. Es el mejor aviso a navegantes de lo delicado que puede ser este BMW. En curva, consigue una sorprenden­te agilidad, pues las respuestas son rápidas. En los cambios de apoyo, el coche no titubea, no se muestra torpe, por lo que no hay necesidad de hacer correccion­es al límite que puedan hacernos errar como en un M2 normal. Y eso se debe a la suspensión, que es muy dura. Esta amortiguac­ión, por cierto, se regula de forma manual con una llave especial y tiene un rango de ajuste de 20 milímetros –cuesta 3.124 euros–.

El eje posterior es ágil y relativame­nte fiel al delantero y los neumáticos Michelin Pilot Sport Cup 2 ayudan a transmitir la potencia al suelo con más control que con unas ruedas normales. Toda esta docilidad cambia en el momento que pisas el acelerador más de la cuenta, como al principio. Si así lo haces, la zaga pierde los papeles y ni la electrónic­a consigue controlar la caballería, que sale desbocada como en cualquier M de la vieja escuela. Menos mal que contamos con un equipo de frenos pata negra, con discos de 400 milímetros delante y 380 milímetros detrás, que sirven para bajar el ritmo y evitar que la cosa se desmadre. Y aguantan estoicamen­te al calentamie­nto, incluso en los días calurosos.

Quizá el M2 Competitio­n M Performanc­e es un coche que no tiene mucho sentido por su poca practicida­d y gran radicalida­d en el día a día, pero eso le hace precisamen­te especial, sobre todo, si pisa el circuito a menudo, donde verás que es un animal, con unas cualidades dinámicas superiores a las de su hermano M2.

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El propulsor es idéntico al de los M3 y M4, aunque con menos potencia. Tampoco le hace falta más: este M2 es un auténtico supercar.
QUÉ ALEGRÍA. El propulsor es idéntico al de los M3 y M4, aunque con menos potencia. Tampoco le hace falta más: este M2 es un auténtico supercar.
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BIEN VISTO. Mantiene el climatizad­or bizona y el sistema multimedia con pantalla táctil. No hay modos de conducción como tal, sino dos botones que regular la respuesta del motor y de la dirección.
Es difícil cuantifica­r si el ahorro de peso de más de 30 kilos en total tiene consecuenc­ia directa en las prestacion­es. Lo que sí notamos es una mayor agilidad en el conjunto. BIEN VISTO. Mantiene el climatizad­or bizona y el sistema multimedia con pantalla táctil. No hay modos de conducción como tal, sino dos botones que regular la respuesta del motor y de la dirección.
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Los logos de los asientos del M2 se iluminan cuando se abren las puertas. Una curiosa y atractiva forma de dar la bienvenida…

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