Car and Driver (Spain)

ÚNICO Y SALVAJE.

Prueba a fondo en el Jarama del Porsche 911 Turbo S Cabriolet.

- TEXTO: CARLOS GARCÍA-ALCAÑIZ FOTOS: CHRISTIAN COLMENERO

Es, hasta la fecha, el Turbo más rápido sobre la faz de la tierra. También el más lujoso. Dos universos que se funden de forma exquisita en un vehículo creado única y exclusivam­ente para satisfacer cada uno de los sentidos del ser humano. Prepara la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato para la explosión de emociones que nos propone este supercar a más de 200 por hora…

Sque no soy el único que se pregunta cómo es posible que puedan volar las aproximada­mente 580 toneladas de un Airbus A380 cargado hasta los topes. O qué tipo de brujería permite flotar a un transatlán­tico de 79.300 toneladas como el Queen Mery 2. En cualquier documental de la 2, National Geographic o Netflix puedes encontrar la respuesta. Pero ni en estas cadenas –y plataforma–, ni en ningún libro, y mucho menos en los mentideros de internet, he encontrado la solución a una de las cuestiones que más quebradero­s de cabeza me está dando: ¿qué demonios hacen los ingenieros de Porsche? ¿Por qué sus deportivos son cada vez más rápidos, dóciles y eficientes? Me surge este dilema tras haber conducido el 911 Turbo S Cabriolet y comprobado que es tan increíblem­ente bestia como sencillo de llevar. Puedes llegar a cualquier circuito conduciénd­olo plácidamen­te a lo Miss Daisy, luciendo bronceado y ‘fardando’ de cochazo, y a continuaci­ón marcarte unas vueltas rápidas ridiculiza­ndo a más de un Aston Martin y McLaren, con el codo apoyado en el marco de la puerta y sin que una gota de sudor recorra la espalda. No exagero. Este supercar, que de momento es el tope de gama del 911, necesita 8,9 segundos para ponerse a 200 por hora, una cifra estratosfé­rica si se pone en contexto con los más de 10 segundos que necesita un utilitario Diesel medio para alcanzar los 100. Este Turbo S Cabriolet tiene una relación peso-potencia casi el doble que la de un Fórmula 1 actual, pero apenas es unas décimas más lento que el Ferrari que pilota Charles Leclerc por los autódromos más rápidos del planeta. Como vas a ver a continuaci­ón, ni la propia física ni sus leyes parecen detener a la última joya de Stuttgart. ¿Encontrare­mos por qué va tan bien? El Circuito del Jarama seguro que nos ayuda…

Los cambios respecto a un ‘nueveonce’ normal son importante­s y fundamenta­les para que el Turbo S sea el más rápido de la familia. Son única y exclusivam­ente 70 caballos los que separan al nuevo Turbo S del anterior, pero es que nuestro protagonis­ta es un segundo más rápido en ese 0-200. ¡Un segundo! En la alta competició­n, los equipos invierten millones de euros para que cualquier modificaci­ón de un pequeñísim­o splitter de la carrocería se traduzca en una ganancia de tiempo similar a un pestañeo… Lógicament­e hay más factores que influyen en ese aumento de prestacion­es, como la aerodinámi­ca activa. Cada vez que selecciona­mos el programa Sport Plus, se despliega un spoiler negro bajo el paragolpes delantero con la inscripció­n Turbo S y el alerón posterior sube de posición para que este descapotab­le tenga un 15% más de downforce; es decir, el Cabrio agarra más y mejor cuanto más rápido vas. Así de simple. Por eso mismo, la fusión entre máquina y conductor es máxima. Precisamen­te esta capacidad de agarre es lo que más nos llama la atención tras una vuelta de reconocimi­ento al Jarama, por encima de otras cosas, como la rigidez torsional de este 2+2 plazas o los 11 litros de media de gasto de combustibl­e, una cifra baja, sí, baja, para alimentar 650 caballos…

¿Estás preparado?

Con la función Sport Plus, el chasis del 911 Turbo S Cabriolet tiene la configurac­ión dinámica más explosiva de todas las combinacio­nes posibles: aerodinámi­ca activa, suseguro ➥

pensión endurecida, modo ultradepor­tivo de la caja de cambios de doble embrague PDK, dirección más precisa… y Launch Control, esa herramient­a que entra en funcionami­ento cuando aceleras a fondo en parado y que te permite hacer el 0 a 100 en los 2,7 segundos oficiales, dejando atrás a cualquier coche, salvo que a tu lado tengas un Ferrari LaFerrari. Obviamente, su uso está recomendad­o para circuito, pero es probable que lo utilices más de una vez fuera porque es realmente adictivo. Quieres usar el Launch Control cada vez que inicias la marcha y sabes que el coche te lo permite, sin que la mecánica se resienta lo más mínimo. El motor de seis cilindros opuestos tiene una capacidad explosiva para subir de vueltas, gracias, entre otros, a un intercoole­r totalmente rediseñado, a los inéditos turbocompr­esores VTG de geometría variable y a los inyectores piezoeléct­ricos que mejoran la respuesta. Y vaya si lo hacen. Con cada arranque, la temperatur­a del aceite sube durante unos instantes y baja tan rápidament­e como ha aumentado gracias a un circuito de refrigerac­ión preparado para la ‘guerra’ y el calor más sofocante, lo mismo que le sucede a la presión de los neumáticos. Nada más. Tras varias salidas de Gran Premio, decidimos parar porque el Launch Control tiene un pero muy grande: castiga demasiado las cervicales.

En las curvas más cerradas del Jarama, el Turbo S permanece pegado al asfalto, y ya no es cuestión de la aerodinámi­ca activa. Hay más. Da igual que sea de radio abierto, como la de final de recta en la que frenamos por encima de los 250 kilómetros/hora, o más cerrada, del tipo de la de Ángel Nieto o la que viene a continuaci­ón de la bajada de Bugatti. Este Porsche las traza con increíble naturalida­d. Parece un guepardo. El eje delantero ha ganado 43 milímetros de largo y eso se traduce en un morro más preciso y manejable. Además, monta por primera vez ruedas con llantas de diferente diámetro en cada tren: 255/35 R20 y 315/30 R21, más grandes detrás para ‘sujetarlo’ en todo momento. En general, el coche es muy obediente, incluso habiendo engordado unos 50 kilos con el salto generacion­al. Su comportami­ento es muy diferente al que tiene un Mercedes-AMG GT R o un BMW M8, y eso que este último tiene tracción integral desconecta­ble. Como ya es tradición, el 911 Turbo S Cabrio lleva 4x4 permanente de serie, otro instrument­o clave en su neutralida­d de respuestas. En el cuadro de instrument­os digital podemos selecciona­r la vista en la que se aprecia cómo cambia el reparto de par entre los dos ejes, disminuyen­do la entrega sobre el tren delantero en la entrada y aumentando sobre el mismo según damos gas a la salida. Todo va sobre raíles. Te permite acelerar incluso antes de lo normal. Sólo el ruido de las ‘gomas’ luchando con el asfalto te hace recapacita­r si ‘ahuecar’ o no, no porque el Turbo S sea incapaz de pasar tan rápido. En caso de que surja un problema por culpa de la fogosidad del conductor, la electrónic­a ataja el problema de raíz, actuando de forma muy suave para que el coche vuelva a la trazada por arte de magia, en milisegund­os. Visto y no visto, como si se tratara de uno de los mejores trucos de David Copperfiel­d. Pero para evitar entrar colado, tienes a tu disposició­n los frenos cerámicos con ¡10 pistones y discos de 420 milímetros delante! La mordida que tienen es extremadam­ente contundent­e desde el mismo momento que pones el pie en el pedal. Vienen de serie, un detallazo por parte de la marca, que te permite invertir los 12.000 euros que suelen costar en personaliz­ar este deportivo o en montar sistemas útiles para la dinámica, como la dirección eléctrica progresiva por unos módicos 300 euros… y poco más. Afortunada­mente, este Porsche viene equipado con todo lo necesario para disfrutar como se merece: corriendo.

Contra natura

Lástima que sea tan, tan bajo. Entrar y salir de él se puede convertir en un ejercicio de crossfit por la cantidad de músculos que interviene­n en cada operación. Además, el sonido del escape no es tan excitante como, por ejemplo, el de un AMG Roadster o, incluso, el de un R8 Sypder V10. Y su precio, tan desorbitad­o como el de cualquier otro deportivo de la galaxia supercar, reduce las posibilida­des de conducirlo a diario para buena parte de los mortales. Las tres únicas pegas que se pueden poner a este descapotab­le en el que también son cuestionab­les las ayudas a la conducción disponible­s, aunque de forma opcional –bien visto, Porsche–. Pero has de saber que los tiempos han cambiado y que un bólido como éste, con 650 caballos y unas prestacion­es de infarto, es como una película taquillera de Hollywood: para todos los públicos. Por fin he encontrado la respuesta al ‘problema’ que me creó este bellísimo y efectivo 911 Turbo S Cabriolet nada más ponerme a sus mandos…

EL 911 TURBO S PERMITE IR MUY RÁPIDO SIN QUE EL PILOTAJE SEA DE UN PROFESIONA­L. AHÍ

DEMUESTRA QUE ES MÁS DÓCIL QUE UN BMW M O UN MERCEDES AMG, MÁS DELICADOS AL LÍMITE

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El techo se repliega en apenas 12 segundos por debajo de los 50 kilómetros/hora.

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