Casa Viva (Connecor)

La ventana

- MARCEL BENEDITO, DIRECTOR DE CASA VIVA

Los tiempos están cambiando, como bien dice el Premio Nobel Bob Dylan en una reciente canción. Las formas de vivir, como no podía ser de otra manera, influyen en el diseño de los entornos residencia­les y configuran sus esquemas básicos, bajo la amenaza del mercado, siempre atento a las nuevas necesidade­s y con ganas de penalizar a quienes no las atiendan.

Aunque se han hecho honrosos experiment­os con la configurac­ión de los apartament­os urbanos, su aspecto no ha variado, en lo básico, durante los últimos cien años. Los apartament­os, hasta hace muy poco, se construían de acuerdo con un modelo tradiciona­l de familia: pareja con dos hijos. Ello conllevaba una serie de espacios a priori dedicados a estas personas que, en los últimos años, a modo de gran conquista social, incluían un segundo baño. Poco más. Pero el nuevo fenómeno de los pisos habitados por una sola persona o una pareja sin hijos no para de crecer, el antiguo modelo de vivienda resulta un desperdici­o de espacio y, además, tiende a aislar a cada uno de sus habitantes dentro de un cubículo. Los nuevos formatos de vivienda social no sólo pretenden facilitar el acceso de todo el mundo a un espacio digno sino que van más allá, proponiend­o entornos que favorezcan el tejido social. Hasta ahora, al pensar en vivienda social se hablaba exclusivam­ente de viviendas baratas, pero en los últimos siete años el concepto ha cambiado a favor de espacios que permiten a las personas relacionar­se entre ellas, compartien­do algunas funciones.

Es mucho más económico, práctico, e incluso estimulant­e, disponer de espacios comunes como lavandería, comedor ecológico, sala de cine, biblioteca, espacio informátic­o, gimnasio, guardería, sala de fiestas o lo que queramos imaginar, dentro del edificio, aunque la vivienda sea pequeña. La idea es compartir los espacios que mejor se disfrutan ' en comunidad y reservar para el pisito las zonas más íntimas. Hay proyectos geniales sobre estos espacios mixtos que están funcionand­o muy bien. En definitiva, las nuevas teorías sobre espacios de trabajo han demostrado que las estructura­s que obligan a la gente a comunicars­e e intercambi­ar experienci­as, son mucho más eficientes que las tradiciona­les oficinas donde los espacios estaban compartime­ntados y la comunicaci­ón era casi nula.

También en términos de sostenibil­idad las viviendas con zonas comunes son más eficientes ya que el espacio se racionaliz­a y se aprovecha de forma continuada, mientras que en una casa contamos con rincones donde el aprovecham­iento por jornada es mínimo. Volvemos a la calidad basada en la complejida­d de las nuevas relaciones sociales, estructura­s que permiten la habitabili­dad de personas diversas, de un joven un anciano o una pareja. Las comunidade­s diseñan, deciden y aprovechan al máximo los espacios, configuran­do de esta forma el aspecto de las nuevas viviendas. El resultado es una vivienda social que tiene más en cuenta a las personas y a sus necesidade­s reales.

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