CIC Arquitectura y Construcción
Edificación sostenible: una cuestión de salud pública
ue los edificios en los que vivimos afectan a nuestra salud es una verdad sobradamente demostrada y reconocida por la Organización Mundial de la Salud. De hecho toda la normativa edificatoria tiene su origen en las medidas higienistas introducidas en el siglo XIX para asegurar la salud de la población que habitaba en tugurios en la ciudad. La edificación sostenible, así lo recogen todas las herramientas de certificación (Verde, Leed, Breeam), cuida especialmente las características que afectan a la salud y el confort de los usuarios, exigiendo parámetros más ambiciosos de los recogidos por la normativa de obligado cumplimiento. Éstos tienen que ver con la calidad de la iluminación natural, la calidad del aire que respiramos, el confort higrotérmico, el confort acústico, el contacto emocional con la naturaleza, etc.
En los informes publicados por World GBC(1), en su proyecto Better Places for People, sobre “Salud, Bienestar y Productividad en Oficinas”, queda demostrado el impacto positivo, tanto en la salud como en la productividad de los trabajadores, en oficinas que han cuidado especialmente su diseño, construcción y operación para mantener un espacio saludable. Los casos de estudio recogidos en estos informes demuestran cómo tener en cuenta estos aspectos reduce el absentismo laboral y consigue una mayor implicación de los trabajadores, que constituyen habitualmente el 90% de los gastos de explotación de un edificio. Esto, unido al incremento de valor de mercado de los edificios, ha convencido a promotores y empresas multinacionales de construir sus sedes atendiendo a estos criterios y acreditar los resultados certificándolos. Estas pautas pueden trasladarse a cualquier tipología de edificios con grandes resultados, como escuelas, que registran un incremento del rendimiento escolar notable. Sin embargo, no todos tenemos la suerte de vivir en edificios construidos con criterios saludables. El acceso a energía barata que existía durante el siglo pasado, sin embargo, nos hizo construir un parque ineficiente y dependiente del aporte de energía para mantener las mínimas condiciones de salubridad.
La situación actual, con precios de la energía en alza y una población empobrecida por una crisis económica que ya dura ocho años, destapa un escenario de pobreza energética que afecta a siete millones de los españoles (informe ACA 2016). En consecuencia, y sobre todo la población socialmente más vulnerable -ancianos, mujeres, niños-, sufre enfermedades respiratorias y cardiovasculares que se pueden cronificar y derivar en muertes prematuras. De forma menos evidente, también se producen situaciones de estrés, depresión, absentismo escolar y laboral que afectan a un mayor porcentaje de personas. Ya no se trata solo de ahorrar energía, y de combatir el cambio climático, hablamos de un problema sanitario que requiere soluciones urgentes, viables y que den respuesta a largo plazo, hablamos de solucionar de raíz el problema, acabar con la dependencia energética de nuestras viviendas, hablamos de salud, nuestra salud.
Ya no se trata solo de ahorrar energía, y de combatir el cambio climático, hablamos de un problema sanitario que requiere soluciones urgentes, viables y que den respuesta a largo plazo