CIC Arquitectura y Construcción
Un futuro de luces y sombras
Venimos de un período en el que el sector ha vivido momentos convulsos y de importantes cambios, como la quizás “no tan lejana” incorporación del Código Técnico de la Edificación en 2006 y sus sucesivas modificaciones, y la aprobación de la Ley de rehabilitación, regeneración y renovación urbanas en 2013, la cual perseguía un notable cambio del modelo. En concreto, la segunda buscaba, entre otros, garantizar el cumplimiento del compromiso 20/20/20 en base a las Directivas europeas. Sin embargo, ni la LRRR a nivel comunitario y municipal ni la Directiva 27/2017 han sido traspuestas aún en su totalidad. Así, pese a que se han implantado cambios, hay otros conceptos más inmediatos que no se han realizado o cumplido, como los plazos máximos de exigibilidad de las condiciones básicas de accesibilidad y no discriminación, que están limitados a un cercano 4 de diciembre de 2017. Al igual, la implementación y consolidación de los edificios de consumo casi nulo o el deber ejemplarizante de eficiencia en los edificios de la Administración son objetivos que se perciben algo lejanos aun hoy en día, pese a que su cumplimiento se impone en las Directivas mencionadas previamente.
Además, el futuro no se presenta mucho más claro ya que, pese a que la Estrategia Estatal a largo plazo presentada a la Comisión Europea fue la mejor valorada de entre todos los países miembros, prácticamente ninguna comunidad autónoma ni municipio ha expuesto su estrategia particular en base a la estatal. Si las administraciones no se coordinan o respaldan entre ellas para alcanzar estos objetivos, será muy complejo que se cumplan los objetivos fijados para 2020 e incluso para el año 2030.
Cambio de modelo prácticamente no iniciado
No hay indicadores reales capaces de estimar si 2020 supondrá un antes y un después para el sector de la construcción española, ya que todas las situaciones que se han analizado previamente aseguran que nos encontramos ante un futuro incierto. Sin embargo, se presenta como evidente que el sector debe enfrentarse a un cambio de modelo anunciado, pero
prácticamente no iniciado, al menos con un criterio de rehabilitación y renovación alejado de los estándares que se requieren en la actualidad. Esto adquiere especial relevancia si tenemos en cuenta que las directrices de la ruta Europea hacia 2030 (ya que 2020 está prácticamente aquí) se orientan hacia materiales con menor necesidad de materias primas, con la consiguiente reducción de la dependencia de recursos naturales y con amplia posibilidad de deconstrucción y reciclado.
Para ello será imprescindible contar con una normativa ágil y flexible, una hoja de ruta a largo plazo consensuada y respaldada por las distintas fuerzas políticas, que apueste por un mensaje único que ofrezca garantías al sector, a la financiación y a la inversión, y una economía mejorada que permita a los ciudadanos invertir en las mejoras y consecuentes revalorizaciones de sus propiedades para poder así garantizar realmente el cambio de modelo esperado. Solo con una política conjunta que aúne los aspectos sociales, medioambientales y económicos se podrá alcanzar el objetivo de un medio urbano sostenible.
Así, las medidas en sostenibilidad y eficiencia deberían ser una vía de doble flujo que apueste por el aprovechamiento de los recursos de los que disponemos y, al mismo tiempo, anteponga la calidad de vida y el confort de los ciudadanos, apostando por sufragar la mejora del parque de edificios por otras vías además de los ahorros energéticos.
Matices positivos
Sin embargo, y pese a que el panorama actual no es el más idóneo y el venidero es incierto, también se vislumbran matices positivos. La evidente recuperación progresiva del sector, reforzada por la innovación, el desarrollo tecnológico y el cambio en tendencias sociodemográficas y de consumo ofrecen una serie de posibilidades y novedades para nuestra profesión. Mejoras como el empleo de nuevas tecnologías son necesarias en el escenario del cambio de modelo del sector. Así, la búsqueda de la mejora de la calidad de vida mediante la implantación de nuevos materiales y componentes multifuncionales, menor necesidad de materias primas y recursos naturales, reciclaje, edificios de consumo casi nulo, sensores o la realidad virtual y aumentada, entre otras herramientas, pueden acercarnos a la propuesta de la “denominada” ciudad inteligente que dé respuesta a las necesidades de una sociedad cambiante.
Por todo ello, nuestro colectivo debe aprovechar las oportunidades y seguir apostando tanto por la mejora constante del perfil profesional como por la adaptación de éste en un sector sometido a un continuo cambio, para que no solo se incida en una evidente mejora de la calidad requerida por los ciudadanos, sino también en la estimulación “también de calidad” de un sector herido como es el nuestro.