CIC Arquitectura y Construcción
¿La rehabilitación será el futuro?
Desde hace demasiado tiempo, la mayor parte del sector de la construcción coincidimos en que el “futuro está en la rehabilitación”, pero lamentablemente ese futuro sigue sin llegar. El crecimiento de la conciencia medioambiental de los años 90 planteó nuevos objetivos de sostenibilidad ambiental y social, que requerían priorizar la rehabilitación por encima de la obra nueva.
Sin embargo, la hiperproducción de los primeros años del siglo XXI se centró en el crecimiento urbano, postergando la rehabilitación en un momento en el que la coyuntura económica era muy favorable y permitía disponer de los recursos necesarios para renovar un parque de viviendas prematuramente envejecido. Tras el estallido de la burbuja financiera, el enorme stock de viviendas vacías por vender y la pésima situación económica provocaron que la rehabilitación, lejos de crecer y actuar como equilibrio anticíclico, se redujese, de 2006 a 2013, en un 24,3%, aproximadamente.
En los últimos años, la urgencia de renovar nuestras ciudades, edificios y viviendas se ha hecho cada vez más patente, tanto para poder mitigar el cambio climático (más del 35% de las emisiones de CO2 y el 40% del consumo energético en Europa procede de los edificios) como para adecuar nuestro patrimonio inmobiliario al modo de vida y a las necesidades actuales, que ya en poco se parecen a las de antaño.
Por tanto, llevamos más de un cuarto de siglo pronosticando un futuro (centrado en la rehabilitación) que no llega. Esperando que algún cambio de circunstancias o alineación de acontecimientos lo hagan posible, ya que nos encontramos en la cola europea en rehabilitación, con un 0,08% en concepto de gran rehabilitación en 2016, según la organización Zebra. Si queremos estar preparados para los objetivos 2020, debemos asumir que, como dijo Einstein, “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.
Impulso con valentía de un cambio drástico
Llevamos tres décadas prácticamente con el mismo marco normativo, fiscal y administrativo. La evolución social, medioambiental y del sector exigen que dejemos de esperar que la rehabilitación “despegue” por sí sola e impulsar, con valentía, un cambio drástico en aquello que ahora la frena. El ordenamiento sobre edificación, cuyo código técnico está pensado para construir nuevos edificios, no se adecuará al impulso de la rehabilitación con solo una flexibilización. Necesita un replanteo que la oriente y priorice ese objetivo. Lo mismo sucede en urbanismo y planeamiento, donde también seguimos utilizando herramientas dirigidas a producir nuevo suelo urbanizado, cuando la prioridad debe ser disponer de un nuevo instrumental para facilitar el ya urbanizado.
Los procesos administrativos, más diseñados para la contención y control del crecimiento que para el impulso de la rehabilitación, deben redefinir fórmulas que, manteniendo las garantías públicas sobre aquello que es de interés general, como la seguridad de las personas, la calidad arquitectónica y de las construcciones o su respeto al patrimonio, no frenen sino que impulsen la actividad en renovación urbana.
Y finalmente, necesitamos una política fiscal y de incentivos públicos que, conjuntamente con el resto de cambios descritos, nos permita alcanzar un 2020 en que la rehabilitación y la renovación urbana ya no sean el futuro, sino un presente que impulse el sector y le dé un sentido y la utilidad social por la que los profesionales y los colegios que los representamos estamos trabajando.