CIC Arquitectura y Construcción
El pasado no puede, ni debe, volver: todos perdimos
El Grupo de Trabajo para la Rehabilitación (GTR) lleva desde el año 2010 trabajando en favor de un cambio de modelo para el sector de la edificación, para transformarlo desde un sector dedicado fundamentalmente a la construcción de edificios de nueva planta hacia un sector dedicado a procurar la habitabilidad socialmente demandada, capaz de garantizar el derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada, y hacerlo en un marco de consideración de las limitaciones ambientales que debemos respetar y a las que, en gran medida, estamos sujetos por acuerdos internacionales, como la lucha contra el cambio climático.
En una situación de estabilización poblacional como la que ahora afronta la sociedad española, con una población cada vez más envejecida, la actuación sobre el parque edificado para adaptarlo a las necesidades de los hogares actuales -muy diferentes de aquéllas para las que se construyeron- es necesaria para dar respuesta a las condiciones y calidades que exige la sociedad actual, afrontando cuestiones claves como la accesibilidad, la practicabilidad y la eficiencia energética.
Para alcanzar esos objetivos, la primera tarea a realizar es un diagnóstico del parque construido respecto a las cuestiones clave -accesibilidad, conservación, eficiencia energética- que deben actuar como detonadores de su rehabilitación; un diagnóstico que requiere disponer de una información adecuada y precisa. Una información que ya no podemos obtener de un censo decenal que ahora se ha transformado en un censo-estadístico (una contradicción en sus términos, un oximorón), pero que debería llegar de las Inspecciones Técnicas de los Edificios ITE y de las certificaciones de eficiencia ener-
géticas CEE (o de los IEE que las agrupan), si estos documentos tuviesen la calidad y el nivel de aplicación que la ley demanda y, además, se recogiesen ordenadamente. Pero nos movemos contra corriente: la práctica ha servido para demostrar que la fiabilidad del resultado de los CEE y, en menor grado, del contenido de las ITE -debido fundamentalmente a la proliferación de documentos de escaso rigor y a la falta de supervisión y sanción por los órganos competenteses escasa. La importancia que estos instrumentos técnicos tienen para favorecer el conocimiento de las condiciones de seguridad, estabilidad, accesibilidad y eficiencia de los inmuebles, y orientar a quienes ostentan la propiedad hacia las medidas de mejora que posibiliten su adecuación rentable, se ha visto eclipsada y devaluada por la mala práctica desarrollada por diferentes agentes de los que intervienen en la cadena de valor, que han terminado por convertirlos -a la vista del público en general- en una especie de nueva tasa impositiva-recaudatoria destinada a solventar los problemas específicos de un sector en declive.
Realizada la diagnosis con las limitaciones de acceso a la información indicadas, es preciso definir los objetivos a alcanzar y los plazos en los que se deben lograr, estableciendo los indicadores que permitan efectuar un adecuado seguimiento. Esa definición pasa inevitablemente por identificar, analizar y establecer las estrategias y líneas de actuación necesarias para superar las barreras que impiden su desarrollo, así como por la definición de diferentes escenarios y el desarrollo de un plan de acción concreto adecuado al escenario seleccionado.
Esas estrategias deberán contemplar la formulación de los balances de costes y beneficios -incluyendo entre éstos no solo los económicos, sino también los vinculados a la mejora de las condiciones de vida, de salud, de seguridad (por ejemplo, frente a la pobreza energética), etc.-, identificando a quién se beneficia y quién debe asumir el pago de los costes, tanto a nivel macroeconómico como microeconómico.
Estrategias y hojas de ruta
En definitiva, hacen falta estrategias y hojas de ruta que las desarrollen. El año 2020 es el año en el que las directivas europeas de eficiencia energética nos piden fundamentalmente dos cosas: definir un objetivo estableciendo el edificio de consumo de energía casi nulo (NZEB en sus siglas en inglés) y que tengamos ya en marcha una estrategia nacional de intervención en la mejora de la eficiencia energética sobre el parque edificado que permita movilizar inversiones. El Gobierno español tiene un diseño de esa estrategia, pero con unas debilidades que deben subsanarse de aquí a 2020. Debilidades de información sobre el parque edificado -como hemos señalado-, pero también debilidades en la forma de enfrentarse a un parque que es muy diverso y con problemáticas muy diferentes en las diversas comunidades autónomas. Diferencias debidas no solo a las características del parque edificado -tipologías, antigüedad, distribución sobre el territorio y estado de conservación- y de exigencia climática, sino también de la situación de los hogares que lo ocupan y de sus rentas. Necesitamos una estrategia nacional que sea suma y articulación de estrategias autonómicas, reconociendo problemas específicos y considerando políticas diferentes pues, recordémoslo, la vivienda es una competencia de las CCAA y cabe desarrollarlas en ese plan estratégico.
Y aún más. Finalmente son los municipios -o sus agrupaciones, sean diputaciones, sean áreas metropolitanas- quienes, ‘enganchados’ al terreno, acaban promoviendo y ordenando las actuaciones concretas de barrios o comunidades. Articular esas tres escalas, esos tres ámbitos de decisión -local, autonómico y estatal- es clave para el desarrollo de la estrategia de rehabilitación que necesitamos para reconvertir el sector de la edificación. Como lo debe ser articular los objetivos que se debe alcanzar. Uno de ellos, la eficiencia energética, que las directivas europeas nos predeterminan pero que puede ser orientado hacia objetivos de calidad o aun de habitabilidad, como procurar la invulnerabilidad a la pobreza energética. Otros, que deben ser enunciados en formas más tradicionales, como la accesibilidad o el estado de conservación, pero que demandan serlo específicamente para la rehabilitación, no solo para la obra nueva.
Los retos de 2020 deben marcar un antes y un después para el sector de la edificación (que no de la construcción) español. La reconversión del sector -necesaria tras una caída del 90% de su producción entre 2007 y 2015- hacia la rehabilitación depende de que seamos capaces de adquirir la visión estratégica que nos demandan esos retos, más allá de un cumplimiento nominal de las exigencias europeas, de que seamos capaces de responder a esas exigencias con inteligencia y con ambición.
El pasado no puede -ni debe- volver. Todos perdimos: los agentes del sector, la población, el país, con un sector especulativo y voraz en consumo de territorio y de recursos que nos ha dejado un parque edificado ineficiente -no solo energéticamentede cuya actualización depende la competitividad de nuestra economía, la mejora de la cohesión social, la calidad de vida de la población actual y futura y el cumplimiento del derecho constitucional de disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Ojalá en 2020 el GTR pueda finalmente disolverse porque ya no tenga sentido su existencia…
www.gbce.es/es/pagina/informe-gtr
Necesitamos una estrategia nacional que sea suma y articulación de estrategias autonómicas, reconociendo problemas específicos y considerando políticas diferentes pues, recordémoslo, la vivienda es una competencia de las CCAA y cabe desarrollarlas en ese plan estratégico”