CIC Arquitectura y Construcción
Rehabilitación de la Torre 30 (Madrid)
Ubicado al pie de una de las arterias principales de Madrid -la M-30-, este inmueble, sede corporativa de Ilunion, ha sido sometido a una rehabilitación integral de la mano de Ruiz Barbarin Arquitectos que ha devuelto todo el esplendor a su carácter icóni
Juego de transparencias para una doble piel dinámica e integradora
Esta torre de oficinas, construida en 1972, se erigía en el escaparate social que representa su entorno como un austero hito, un volumen fuerte, duro y rotundo cuyas ásperas fachadas, acabadas en mortero gris y con algunos paños realizados en hormigón prefabricado, le conferían una apariencia general que, con el paso del tiempo, derivó en un aspecto anacrónico y desfasado, como explican desde Ruiz Barbarin Arquitectos, artífices del proyecto de rehabilitación del inmueble.
Con una superficie de 10.671 m² sobre rasante, distribuida en 14 plantas, y cuatro sótanos que suman 7.946 m², el edificio requería una renovación, por fuera y por dentro, que le dotara de una apariencia moderna y adaptada a la realidad de los ciudadanos, adecuada en todo caso a las necesidades funcionales y de imagen de sus nuevos usuarios, sin perder de
vista un enfoque de mejora real de la eficiencia energética y ahorro de emisiones, que se ha mantenido siempre subyacente en cada momento del proceso. En este sentido, desde el estudio de arquitectura destacan el hecho de que si bien “cualquier rehabilitación contemporánea que se realice con un mínimo de seriedad aborda de una forma más o menos profunda la reducción imprescindible de las emisiones de carbono en los edificios, pocas veces sin embargo, es el proyecto de diseño, la arquitectura en sí misma, la que se alza como respuesta a dicha problemática”. Siguiendo este hilo argumental, la presente propuesta se distingue precisamente por la integración de respuestas a una necesidad física, social y económica con la innegable realidad de las necesidades medioambientales actuales. Así, según los responsables de este profundo proceso de rehabilitación, “las bajas prestaciones térmicas de la envolvente preexistente clamaban por una mejora en la transmitancia de cerramientos”. Y en ese sentido, un sistema de aislamiento SATE, adherido y fijado por el exterior,
“no solo presentaba las mejores condiciones de instalación, dada su facilidad de instalación desde el exterior, sin pérdida de superficie útil al interior, sino que además su contenido energético (al no ser necesarios trabajos previos de demolición y reconstrucción de cámaras), era significativamente inferior a la posibilidad de introducir el aislante en la cámara de aire de las fachadas”, añaden desde Ruiz Barbarin Arquitectos. Adicionalmente, esta solución permitía una supresión completa de los puentes térmicos preexistentes, localizados en los cantos de forjado y perímetro de ventanas, “que con aislamiento interior habrían sido imposibles de solventar”.
Con esta lógica en mente, se propuso un primer revestimiento ceñido a la fachada existente mediante un sistema de aislamiento SATE de 80 mm, adherido y fijado mecánicamente. Junto a él, las nuevas carpinterías, sinónimo de garantía en exigencia acústica, energética y de confort térmico, constituyen la ‘fachada interior’, la primera piel del edificio, acabada en un colorido pixelado, cambiante a lo alto y ancho del edificio.
Segunda piel exterior
Habiendo mejorado significativamente las pérdidas por transmisión de calor a través del cerramiento, se propuso una segunda piel con el objetivo de controlar la ganancia solar directa a través de los paños acristalados. El gran tamaño de los mismos, unido a la disposición del edificio de gran altura y aislado en el centro de una extensa parcela, producía una alta ganancia solar, especialmente intensa durante los meses cálidos. “Esto no solo resultaba en una demanda significativa de refrigeración, sino que ade-
más dificultaba la consecución de niveles de confort adecuados para los usuarios cercanos a las ventanas, que veían su temperatura operativa aumentar debido a la radiación directa en verano”, apunta el equipo de arquitectos.
Consecuentemente, se propuso una segunda piel, que es la que dota además al edificio de una imagen más moderna e integrada. Se trata de un cerramiento exento de chapa microperforada que permite reducir la ganancia solar de forma controlada y por zonas en función de la orientación. Esta ‘piel exterior’ está compuesta por más de un millar de chapas con dos niveles de perforación: una primera microperforación base y homogénea que reduce la incidencia solar directa sobre el edificio en al menos un 50%, y una segunda perforación irregular de diferentes diámetros en función de la zona, que introduce una variación en la cantidad de radiación solar de forma localizada y controlada. De esta forma se generó “un sistema constructivo homogéneo y neutro, de un aspecto más moderno, más sobrio, pero a la vez con un detalle dinámico y cambiante en función de las necesidades energéticas en cada punto del cerramiento”.
Toda esta segunda piel está colgada de una nueva estructura construida en la cubierta que transmite las cargas verticales a los pilares existentes y se estabiliza horizontalmente frente al viento en cada planta mediante una estructura triangulada.
Iluminación cambiante
El mismo dinamismo subyacente en el detalle se ha querido transmitir a nivel global a través de un juego de transparencias basado en la iluminación. Del mismo modo que el cerramiento, visible desde el exterior, varía su patrón de perforaciones de acuerdo a los movimientos del sol, el conjunto del edificio se presenta de forma distinta con el ciclo diario.
Así, como explican desde Ruiz Barbarin Arquitectos, “mientras que la iluminación solar muestra al edificio como un sólido neutro, opaco y contundente durante el día, la iluminación nocturna de la fachada interior, fruto de un riguroso estudio de intensidad y opacidades, permite el fundido visual de la fachada exterior”. De este modo, la piel interior se degrada en un pixelado cambiante de colores y la fachada exterior desaparece paulatinamente, fundiéndose con los colores interiores, hasta dejar a la vista la primera piel al anochecer. “La iluminación exterior se presenta, por tanto, como elemento integrador entre ambas pieles, dotando a la Torre 30 de un dinamismo insólito, cambiante con el ciclo solar, en coherencia con su sistema constructivo”, añaden sus responsables.
Fuentes de energía renovables
Las condiciones concretas del edificio preexistente, con una cubierta escasamente utilizable al estar colmatada por instalaciones y casetones, señalaban las medidas de ahorro pasivo de energía como más viables que la instalación de fuentes de generación activas tipo colectores o paneles solares.
En este sentido, se optó por optimizar el uso de ganancia solar directa como fuente de energía inagotable, manteniendo los niveles de radiación en inverno, durante los meses más fríos, pero reduciendo en los puntos más desfavorables durante la época estival.
En este contexto es en el que se propuso, coherentemente, el sistema de doble piel referido: una primera piel ceñida al cerramiento preexistente, destinada a
controlar la pérdida de energía por transmisión; y una segunda piel, exterior, con una función complementaria de control de ganancia por radiación: “La primera piel quedaría así oculta por la segunda, que sería la imagen visible del inmueble renovado. Sin embargo, mediante un juego de luces nocturno, la piel interior sería visible a través de la segunda, cuya naturaleza de chapa microperforada le permitiría ser percibida como un velo transparente”, aclaran. Con este juego de transparencias en el punto de mira, sobre la piel interior se plasmó un patrón colorido, moderno y dinámico, generando en definitiva una imagen nocturna cálida y destacada, en contrapunto con la visión neutra y minimalista de la piel exterior, percibida durante el día.
Fiel a su objetivo inicial, la intervención propone una solución moderna, adecuada y renovada que permite al edificio mantenerse actualizado en su contexto durante un nuevo periodo de vida útil, con unos materiales de calidad y adaptados al entorno que harán posible su conservación con un mantenimiento mínimo. No obstante, más allá de la innovación en su proceso de diseño y construcción, a la cabeza de las posibilidades actuales en tecnología de chapa microperforada, o de su potencial trayectoria, a día de hoy en pleno proceso de desarrollo, hay que destacar que la verdadera singularidad de este trabajo reside en su probada capacidad para dar una respuesta única y equilibrada a todas las vertientes del diseño: sin concesiones medioambientales ni económicas y con un sentido estético renovado y en el contexto de sus necesidades. Esta singularidad ha hecho merecedora a la Torre 30 de una mención en los Premios a la mejor rehabilitación energética de edificios en la Comunidad de Madrid.