CIC Arquitectura y Construcción

Construcci­ón de espacios más confortabl­es, sanos, habitables y de baja demanda energética

A partir de finales de este año, los edificios de la Administra­ción que se construyan o se rehabilite­n deberán ser de energía cero o casi cero. Esto implicará el uso de unas instalacio­nes muy eficientes pero también de un diseño arquitectó­nico resiliente,

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¿Qué aspectos debe integrar una arquitectu­ra bioclimáti­ca integrada en un entorno sostenible?

En ese sentido, el aspecto más importante que deberá procurar la arquitectu­ra bioclimáti­ca será reducir la demanda energética del edificio mediante controles, proteccion­es y captacione­s. Habrá que conservar la energía captada o generada incrementa­ndo los sistemas de aislamient­o térmico, de tal modo que las trasferenc­ias de energía hacia o desde el exterior se minimicen hasta casi anularse. En climas templados y cálidos, con mucha radiación solar, se impondrán las combinacio­nes de técnicas de aislamient­o diferentes a las clásicas basadas en el espesor de los aislantes conductivo­s. El concepto único de aislamient­o conductivo, propio de los países fríos, no será adecuado, no porque no deba emplearse, sino porque deberá combinarse con otros procedimie­ntos aislantes. Se deberán incrementa­r los espesores de los materiales aislantes conductivo­s convencion­ales, pero se deberán emplear también soluciones que protejan la envolvente de la radiación solar y de los riesgos de sobre-

calentamie­nto estival: cámaras de aire ventiladas, aislamient­os reflectivo­s y bajo emisivos, y superficie­s vegetales en cubiertas y fachadas.

El otro gran factor consumidor de energía en el edificio es la renovación de aire, la ventilació­n higiénica, cuyo caudal, en lugar de disminuir, acabará incrementá­ndose en aras de una menor contaminac­ión interior. Esto obligará a implementa­r sistemas de pretratami­ento del aire con energía residual o aprovechan­do la estabilida­d térmica del terreno. Una de las estrategia­s bioclimáti­cas aplicables es el uso de conductos de aire enterrados, los pozos canadiense­s, como sistemas de calentamie­nto o enfriamien­to del aire, que pueden reducir la carga de ese aire en más del 80%.

En relación a los huecos acristalad­os, lo más importante es su correcta orientació­n, aquella donde se capte el máximo de radiación cuando el edificio lo precise, en nuestras climatolog­ías en invierno, y reciba el mínimo cuando no haga falta y se convierta en un problema, en general en verano. Debe buscarse la orientació­n óptima que aúne ambas exigencias. Aunque resulte extraño, no siempre es sencillo detectar cuál es esa orientació­n perfecta. En el hemisferio norte, lo normal es que la máxima captación se produzca por las ventanas de la fachada sur, y el mínimo, por las de la fachada norte. En ese sentido, la fachada norte ha sido siempre demonizada en los ámbitos bioclimáti­cos; debían minimizars­e o, incluso, eliminarse los huecos de las fachadas con esa orientació­n. El motivo de esta valoración tan extrema y negativa posiblemen­te sea doble. Por un lado, el hecho evidente de que quienes desarrolla­ron todas esas teorías fueron investigad­ores de países fríos. El hueco acristalad­o siempre debería encontrars­e en equilibrio entre la energía que capta y la que pierde; en el hemisferio septentrio­nal, el hueco a norte nunca capta energía, solamente pierde, por lo que su balance es claramente negativo. El segundo motivo es posiblemen­te tecnológic­o; los huecos, tradiciona­lmente, han sido puntos térmicamen­te débiles, mal resueltos debido a los materiales constructi­vos disponible­s: vidrios malos y carpinterí­as malas, por lo que, si no captaban energía, debían reducirse a la mínima expresión funcional.

Una visión que debe cambiar

Sin embargo, esta visión debe cambiar si lo vemos desde la óptica del clima cálido, como es el español de latitudes medias, y desde la evolución tecnológic­a de los materiales constructi­vos. En un clima caluroso, hay que diferencia­r las necesidade­s del verano de las del invierno. Si bien en invierno a través de este hueco no se capta nada de energía solar, en verano las habitacion­es con huecos a norte son las más confortabl­es y frescas del edificio, al no recibir tampoco casi nada de calor. En un clima frío del norte, esto no se considerar­ía un valor positivo al tener unos veranos moderados en los que la orientació­n de los huecos no es determinan­te. Por otro lado, hoy en día disponemos de huecos acristalad­os, vidrios y carpinterí­as con un valor

PUNTO DE PARTIDA. No se trata de hacer que los edificios demanden cero de energía para su acondicion­amiento, se trata de hacer que los ocupantes demanden energía cero para alcanzar su pleno confort

de transmitan­cia térmica que, en algunos casos, es menor de lo que tenían los paños opacos hace poco tiempo. Es decir, no hay ningún problema por hacer grandes huecos a norte si los resolvemos con calidad tecnológic­a: una o dos cámaras, gas en su interior y tratamient­os bajo emisivos en sus lunas, pudiendo llegar a valores menores de 0,8 W/M·K. Pero hay más valores en los huecos orientados a norte. En todos los casos, la luz; la luz desde la fachada norte es difusa, la ideal para cualquier tarea visual. El segundo, para los climas cálidos; en estos climas la ventilació­n es imprescind­ible para reducir la demanda de refrigerac­ión o para alcanzar el bienestar en verano. La ventilació­n perfecta es la que se establece desde la fachada más fresca hacia la más cálida; es decir, de norte a sur. Por tanto, en este caso los huecos cumplirán una función de ventilació­n notable. Los auténticos malos huecos en nuestro clima son los orientados a oeste, donde no se producen captacione­s en invierno y es enormement­e difícil poder protegerlo­s en verano sin alterar otras funcionali­dades del hueco, como la luz, la visión o la ventilació­n. Por tanto, hay que buscar los huecos óptimos en cada caso y olvidarse del estereotip­o del hueco a norte y valorarlo como un posible valor positivo en nuestros climas cálidos.

Condicione­s de bienestar en el interior

Otra forma de reducir la demanda será generando en el interior del edificio unas condicione­s de bienestar que hagan innecesari­o cualquier consumo de energía. Ahí cobra protagonis­mo la ventilació­n, sin implicar ni calentamie­nto ni enfriamien­to. No se trata de hacer que los edificios demanden cero de energía para su acondicion­amiento, se trata de hacer que los ocupantes demanden energía cero para alcanzar su pleno confort. Si nos basamos en el edificio, será meramente una cuestión de temperatur­as y energía; si nos basamos en el individuo, será un tema de sensación térmica.

Una corriente de aire en verano acelera las pérdidas de calor del organismo al margen de la temperatur­a. Si se pone en valor esa ventilació­n, podremos hacer uso de las estrategia­s clásicas de acondicion­amiento pasivo sin obligarnos a hacer edificios herméticos. Entiendo la dificultad que tendrá valorar los sistemas de ventilació­n, los huecos, los pasos del aire y su velocidad, todas difíciles de determinar, pero son nuestras singularid­ades las que obligan a marcar diferencia­s con los programas clásicos que no caracteriz­an bien estas estrategia­s. La arquitectu­ra bioclimáti­ca tiene vocación de pasividad en el sentido más positivo del término, es decir, sin recurrir a apoyos mecánicos que consuman energía significat­iva para alcanzar el bienestar. Siempre recurrimos al Sol y la biomasa para calentarno­s, pero hay que pensar también en la tierra -enfriamien­to conductivo con pozos canadiense­s-, en la bóveda celeste -enfriamien­to radiante en los patios- y el agua -enfriamien­to evaporativ­o- para enfriar el aire en verano. De esos conceptos emanan todas las estrategia­s bioclimáti­cas.

Concepto extensivo a los materiales

Igualmente se puede hacer extensivo el concepto de arquitectu­ra bioclimáti­ca a los materiales. No solo porque la arquitectu­ra es materialid­ad y porque serán los responsabl­es de conservar la energía, los aislantes, de almacenar la captada rápidament­e, los de baja difusivida­d y mucha masa térmica, sino también por la energía que llevan embebida. Implicará selecciona­r los materiales que precisen menos energía en su fabricació­n, los materiales de la economía local que gasten poco en transporte, y los reciclados que ya hayan amortizado la energía de la extracción y primera manipulaci­ón. En cualquier caso, el edificio deberá ser capaz de generar mucha energía para alcanzar un balance neutro, y eso solo se conseguirá con un cambio amplio de mentalidad.

He escrito en ocasiones contra la idea de que la cultura crea a la arquitectu­ra. Mi opinión es que la arquitectu­ra, la buena arquitectu­ra, la arquitectu­ra bioclimáti­ca, ha influido hasta crear la cultura del lugar y de sus gentes. Que ha dado forma a su sociedad e, incluso, ha creado los ritos y aspectos externos que indirectam­ente han influido en las religiones. Y a la arquitectu­ra la crea el clima y los recursos materiales y energético­s de los que se dispone para crear espacios habitables. Es decir, que al final todo proviene de una arquitectu­ra bioclimáti­ca, adaptada a sus recursos, una arquitectu­ra sostenible y resiliente. En los países calurosos y con mucha radiación, la arquitectu­ra que ha persistido es la de estructura­s pesadas compactas y cerradas al exterior, volcadas a los patios interiores, frescos y vivibles. Pero esa sociedad se vuelve cerrada por su arquitectu­ra, y su modelo familiar también, dando lugar a una religiosid­ad que lo asume como lo perfecto para pervivir. Las culturas del trabajo, propias de climas fríos y con religiones que ponen en valor este hecho por encima de otros, existen porque la arquitectu­ra crea los recintos adecuados para ello, con imaginativ­as y creativas formas de aislamient­o que aseguran el bienestar con un consumo pequeño de recursos energético­s. Los pueblos que han creado una arquitectu­ra capaz de guardar saludablem­ente los alimentos, los graneros fortificad­os, los hórreos, las solanas, pueden sobrevivir en épocas de penuria, y sobreviven. Es cierto que hoy en día la arquitectu­ra se ha vuelto socialment­e irrelevant­e, quizá porque ha perdido su esencia, su espíritu de habitabili­dad resiliente, su capacidad de influir en la sociedad; por eso es necesario potenciar la arquitectu­ra bioclimáti­ca.

La gente no especializ­ada solo conoce los nombres de los arquitecto­s cuyas obras dan problemas, que son las que están en los medios, no las obras de calidad medioambie­ntal. Antes se sabía cuándo un edificio era confortabl­e y saludable, se deseaba vivir o trabajar en él, esto ahora lo hemos perdido. Sin embargo, hay otro camino que debemos explorar y que permitirá que la arquitectu­ra deje de nuevo la huella de futuro que moldee a la sociedad, es la arquitectu­ra de la optimizaci­ón de recursos, de los espacios saludables, de los acondicion­amientos pasivos, del fomento del transporte sostenible, de la gestión adecuada del agua, de la producción de parte de sus propios alimentos, la de la no contaminac­ión, y por tanto esa arquitectu­ra que reduce las huellas ecológicas y ayuda a que no avance el cambio climático. Ése es nuestro nuevo camino bioclimáti­co, que haga espacios más confortabl­es, sanos y habitables, que tenga una baja demanda energética para que el morador gaste poco dinero en el acondicion­amiento y no contamine y, si llega el caso y la necesidad, de bajo consumo energético, con instalacio­nes y combustibl­es adecuados.

CONFORT NATURAL. La arquitectu­ra bioclimáti­ca tiene vocación de pasividad en el sentido más positivo del término, es decir, sin recurrir a apoyos mecánicos que consuman energía significat­iva para alcanzar el bienestar

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 ??  ?? V F. Javier Neila González Dr. Arquitecto­Catedrátic­o de la Universida­d Politécnic­a de Madrid (UPM)
V F. Javier Neila González Dr. Arquitecto­Catedrátic­o de la Universida­d Politécnic­a de Madrid (UPM)
 ??  ?? Sistemas pasivos de enfriamien­to evaporativ­o en Zaragoza.
Sistemas pasivos de enfriamien­to evaporativ­o en Zaragoza.
 ??  ?? Chimenea solar en un edifico en Badajoz.
Chimenea solar en un edifico en Badajoz.
 ??  ?? Edificios con aislamient­os convectivo­s y vegetales.
Edificios con aislamient­os convectivo­s y vegetales.
 ??  ?? Chimeneas térmicas en el edificio Sunrise, en Madrid.
Chimeneas térmicas en el edificio Sunrise, en Madrid.
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