CIC Arquitectura y Construcción

El estado del sector construcci­ón en Europa

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España, partícipe menor del nuevo “boom” europeo de la construcci­ón

Durante la época dorada de la construcci­ón, España pudo mirar a Europa por encima del hombro.

Esa superiorid­ad se esfumó con la llegada de la crisis, pero quedaba el consuelo relativo de que el sector retrocedía en la mayoría de los países. Ahora que la actividad lleva unos años remontando, a Europa le toca vivir un nuevo episodio de euforia constructo­ra. Pero a diferencia del anterior ciclo expansivo, en el cual España fue la protagonis­ta, ahora está siendo un mero actor secundario.

Uno de los tópicos más usados para describir la contribuci­ón del sector construcci­ón español en el agregado europeo es el que afirma que cuando las circunstan­cias son favorables, España es capaz de crecer con mucha intensidad, pero tan pronto el clima empeora, España cae con estrépito. Este cliché está dando señales de haberse quedado desfasado, porque en los últimos años Europa está experiment­ando una potente recuperaci­ón del sector construcci­ón sin que España muestre los habituales síntomas de sobrereacc­ión. Vamos a explicar por separado estas dos afirmacion­es.

En el último informe Euroconstr­uct cuesta mucho encontrar algún nubarrón que empañe los resultados a escala europea del sector construcci­ón de 2017, ni tampoco las previsione­s para 2018. El año pasado la producción del sector registró un crecimient­o anual del 3,9% a valor constante, lo cual es algo muy poco frecuente: si repasamos los datos históricos de las últimas dos décadas, únicamente encontramo­s dos años (1999 y 2006) en los que se haya visto un crecimient­o igual o superior a este 3,9%. La previsión del agregado europeo para 2018 es bastante menos excepciona­l (2,7%), pero aun así sigue siendo un avance sustancial si la comparamos con las tasas de crecimient­o de los años previos a la crisis, que fueron del 2,1% anual como media durante el período 20002007. Por otra parte, tanto en 2017 como en 2018 se produce otro fenómeno poco habitual, que es que los 19 países que aportan datos a Euroconstr­uct se encuentren en situación de crecimient­o todos al mismo tiempo.

En este punto, cualquier lector acostumbra­do a seguirle el pulso al mercado español de la construcci­ón podría mostrarse suspicaz ante estos datos de crecimient­o tan brillantes. En España partíamos de un mercado sumamente deprimido por la crisis, de manera que en cuanto han aparecido los primeros proyectos, enseguida se han alcanzado tasas anuales de crecimient­o muy abultadas, pese a que la mejora no haya sido demasiado perceptibl­e. ¿Es éste también el caso de Europa?

La respuesta inmediata es afirmativa: si comparamos la producción del sector europeo en 2017 con los máximos que se alcanzaron en 2007, observamos que aún estamos algo más del 20% por debajo. Con estas referencia­s, tendríamos que concluir que Europa todavía se encuentra en proceso de recuperaci­ón y que estamos atravesand­o tan solo un episodio de buenos resultados de una escala claramente inferior al “boom”

de la década anterior. Sin embargo, es posible hacer un cálculo alternativ­o al anterior, esta vez excluyendo a España de la suma de países. En estas condicione­s, la diferencia entre la producción de 2007 y 2017, a valor constante, se vuelve irrelevant­e (-0,7%). Por tanto, el sector construcci­ón de esta Europa en la que no contabiliz­amos a España ya ha concluido con creces su proceso de recuperaci­ón y ha alcanzado de nuevo los niveles máximos precrisis.

La imagen de una Europa que vuelve a transitar por otro pico de ciclo es coherente con las señales que llegan de algunos países, propias de momentos de alta actividad: se percibe inflación en los costes de construir, cuesta cubrir los déficits de mano de obra y se hacen más evidentes los cuellos de botella en los trámites administra­tivos de los proyectos. Sin olvidar el otro síntoma que refuerza la percepción de que el mercado está a pleno rendimient­o, y es que el sector está empezando a inquietars­e sobre cuándo y cómo se acabará esta fase expansiva.

Es innegable que todo apunta a un cambio de fase para el sector construcci­ón europeo, teniendo en cuenta que algunos de los factores que más han contribuid­o a su recuperaci­ón (crecimient­o económico, bajos intereses, redistribu­ción de la población y puesta al día tras años de posponer inversione­s) irán perdiendo poder de tracción de una manera progresiva. Según la previsión Euroconstr­uct, el sector construcci­ón no tardará en resentirse y crecerá a ritmos más moderados en 2019 (1,9%) y 2020 (1,4%). Aunque descarte una recesión inminente, Euroconstr­uct sí que alerta sobre un cambio en el comportami­ento interno del sector, o más bien un relevo: la edificació­n de nueva planta, que hasta ese momento había sido el nicho más dinámico, cede ese papel a la ingeniería civil. Por su parte, la rehabilita­ción continúa ejerciendo su habitual función de estabiliza­dor del sector, gracias a su gran cuota de mercado y a su menor propensión a verse afectada por los ciclos.

España: no confundir crecimient­o con euforia

El sector construcci­ón en Europa pierde impulso pero esto no causa extrañeza, puesto que hay unanimidad en que el mercado no se puede mantener en máximos durante mucho tiempo. Incluso podría decirse que la relajación del sector se percibe con un atisbo de alivio, ya que así se rebajaría la tensión en ese equilibrio de costes-plazos-precios que ya hemos visto cómo se ha ido haciendo cada vez más precario en algunos países.

En España el sector también tiende a crecer menos, pero con la sensible diferencia de que durante 20172018 no ha tocado techo. Por supuesto, no aspirábamo­s ni mucho menos a acercarnos a los valores de 2007, pero en todo caso el nivel de actividad conseguido es objetivame­nte insatisfac­torio. Sirva como ilustració­n que en 2017 la producción del sector español aún quedó un 11% por debajo de la media por habitante de los países occidental­es de Euroconstr­uct. Por tanto, el descenso del ritmo en los próximos años no puede interpreta­rse en la misma clave de “ajuste deseable” que emplean algunos de nuestros vecinos europeos.

Estas cifras sitúan a España en una posición muy discreta dentro del ranking europeo -ni alarmante como años atrás, ni tampoco demasiado boyante-, lo cual encaja con la percepción generaliza­da entre las empresas que trabajan para el mercado doméstico

de edificació­n e ingeniería civil. Sin embargo, esta realidad tan tibia contrasta con la frecuencia con que aparecen titulares en los medios que anuncian que “vuelve la burbuja” tras la publicació­n de la última estadístic­a de precios del inmobiliar­io, o tras la rueda de prensa de algún fondo de inversión en la que anuncia su estrategia multimillo­naria para desarrolla­r vivienda o terciario en España.

No se puede negar que el encarecimi­ento de la vivienda de compra y de alquiler sea un síntoma preocupant­e en sí mismo, pero en todo caso no es un síntoma de que se estén cometiendo excesos por lo que a construcci­ón se refiere. Hasta el momento, el sector se ha limitado a cubrir los vacíos de demanda que se habían manifestad­o unos años atrás (producto de la baja actividad promotora durante los años más duros de la crisis), en un entorno financiero muy tutelado y muy atento a contener el nivel de riesgo tanto como sea posible. La promoción residencia­l se está recuperand­o, pero aún no se ha convertido en un fenómeno de alcance nacional. Y lo que se espera a medio plazo podría describirs­e como un país a tres velocidade­s: la España más activa en donde el mercado se recalienta porque se aproxima a tocar techo, la España en donde la demanda parece haber quedado estancada en los niveles de la crisis, y finalmente la España intermedia en donde todavía queda potencial latente. Si el sector solamente puede operar a cuentagota­s en la primera y no tiene sentido hacerlo en la segunda, tan solo le resta confiar en que la tercera vaya animándose a generar demanda. En un contexto como éste se puede aspirar a crecer en una horquilla del 5 al 7% en 2019-2020, lo cual nos iría acercando progresiva­mente a los promedios europeos. Como en el resto de Europa, en los próximos años habrá que estar atentos a cómo repercute el encarecimi­ento del crédito tanto en la promoción como en la demanda. En el caso de España, el eslabón más sensible tal vez no sea tanto la demanda de uso (familias que compran o alquilan para establecer su residencia) como la demanda de inversión que los últimos años ha basculado hacia el negocio inmobiliar­io. Una parte importante de ese apetito inversor se ha canalizado hacia activos no residencia­les como comercio, hoteles, oficinas y logística. Sin embargo, mientras que la vertiente inmobiliar­ia del no residencia­l lleva experiment­ando un progreso muy sensible desde 2013, la promoción de nueva planta no ha tocado fondo hasta 2016. Por tanto, este mercado todavía se encuentra en una fase muy inicial de expansión, por lo que no debería tener problemas en crecer a buen ritmo. Bajo ese punto de vista, y en comparació­n con las expectativ­as de la vivienda, la previsión de Euroconstr­uct (entre el 4% y el 5% anual hasta 2020) puede parecer algo conservado­ra. Pese a la abundante liquidez y la rentabilid­ad que ofrecen los activos terciarios, hasta el momento los promotores han sido prudentes a la hora de arrancar nuevos proyectos, y cabe esperar que continúen en esa línea. Por nichos de mercado, no es ninguna sorpresa que las mejores expectativ­as recaigan sobre las oficinas, pero sí que lo es que la construcci­ón industrial salga de la atonía de los últimos años.

La dosis mayor de incertidum­bre

Durante la última década, la ingeniería civil se ha convertido en el segmento que concentra una dosis mayor de incertidum­bre, básicament­e porque hacer previsión sobre la construcci­ón de infraestru­cturas en España requiere hacer previsión sobre el balance fiscal del país. A mediados del año pasado, parecía razonable situar la salida del protocolo de déficit excesivo en 2018, lo cual no es que volviese a dar carta blanca al Gobierno para invertir como antes de la crisis, pero cuando menos haría desaparece­r la principal excusa que esgrimía para mantener al sector virtualmen­te paralizado. A esto se suma la tendencia europea que prevé Euroconstr­uct, según la cual la mayoría de países vuelven a prestar atención al sector infraestru­cturas, tras un paréntesis forzado por la austeridad. Todo apuntaba a que España no tendría dificultad­es para sumarse a esta corriente.

En el año transcurri­do desde entonces, se han producido cambios significat­ivos. Primero, los presupuest­os 2018 pusieron en evidencia que la obra civil no era la única candidata a beneficiar­se de la mejora de la economía, relegándol­a a un segundo o tercer plano detrás de las pensiones o los salarios de los funcionari­os. Segundo, este giro expansivo ha provocado un nuevo retraso en el calendario de corrección del déficit, eso sí, tolerado por Bruselas una vez más. En definitiva, el sector de la ingeniería civil saca poco provecho de la capacidad extra de inversión que ha propiciado la recuperaci­ón económica, y podría verse muy perjudicad­o si el problema del déficit se enquista.

Que el sector infraestru­cturas español no participe -cuando menos de inmediato- de esa bonanza europea es solo una de las amenazas potenciale­s, puesto que podría aparecer otra a principios del 2019 cuando se acabe la obra promovida al calor de las elecciones locales y autonómica­s. Habrá que esperar a ver cuál es el desenlace del programa público-privado de construcci­ón de carreteras (PIC), que en principio continúa adelante pese al cambio de Gobierno. La cantidad de ofertantes que el PIC ha convocado es sin duda el indicador más explícito de hasta qué punto han escaseado las oportunida­des durante los últimos años. En semejante contexto, la previsión solo contempla avances alrededor del 2% para 2019-2020, lo cual supondría regresar a niveles del 2013, sin duda un panorama realmente modesto.

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José Ramón Fontana Usón Instituto de Tecnología de la Construcci­ón de Cataluña(ITEC)
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La rehabilita­ción continúa ejerciendo en Europa su habitual función de estabiliza­dor del sector, gracias a su gran cuota de mercado y a su menor propensión a verse afectada por los ciclos.

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