CIC Arquitectura y Construcción
Opinión / Reflexiones a propósito de los nuevos materiales constructivos
El Camp Nou no existe: ¡hace años que dejó de ser nuevo!
¡Los nuevos materiales no existen! Curiosa forma de iniciar un texto de alabanza de los “nuevos” materiales (nótense las comillas), pero verdaderamente así lo creo y no lo escribo -tan solo- para provocar su curiosidad ni llamar su atención. Tampoco es mi intención abrir un debate acerca de la rigurosidad de mis palabras, sino que pretendo, simplemente, exponer una teoría, a mi juicio nada revolucionaria.
¿Pierdo credibilidad si mi primera cita no es científica, sino literaria? ¿Y más si se trata del libro menos ortodoxo de Miguel de Unamuno, “Amor y pedagogía”? En él, el desdichado personaje de Don Avito Carrascal, hombre de ciencia, adora un altar compuesto por una rueda y un ladrillo… “El ladrillo cocido fue, según Ihering, el principio de la civilización; supone el fuego, la invención que hizo al hombre hombre, y permitió la escritura, pues las más antiguas inscripciones se nos conservan en ladrillos cocidos. Los primeros libros eran de ladrillos…”. La rueda evidentemente se ha ganado sobradamente su pertenencia al altar de la cultura; es “el invento de la humanidad” por antonomasia, puesto que en la naturaleza existen palancas, resortes y demás mecanismos, pero no ruedas. Fascinante el caso de la rueda, da para otro artículo, pero como sospecharán, he citado este fragmento debido a la mención del ladrillo. Dejando aparte su aplicación como soporte de escritura, el ladrillo se usa desde hace unos 11.000 años como material de construcción. Apareció en el levante mediterráneo, en zonas donde ¡atención! no había recursos de madera y piedra. Tierra, piedra, madera. Los sumerios y los egipcios empezaron a usar otro
material; el hierro, gran innovación tecnológica que cambió el rumbo de la (pre)historia y que incluso dio nombre a una de las tres clásicas edades antiguas. Digamos, pues, que la tierra cocida, la piedra, la madera y el hierro son los elementos básicos de construcción. Tengo presente los materiales sintéticos, pero me desbarajustan la argumentación que pretendo desarrollar, así que agradeceré la complicidad del lector, olvidándose de momento de los materiales derivados del petróleo.
Parémonos un momento a reflexionar, permítanse unos segundos de levantar la cabeza y observar a su alrededor. ¿Qué ven? En mi caso veo vidrio de la mesa sobre la que escribo, papel, madera y carbono del lápiz, plástico, mucho plástico, cerámica, algodón, aluminio… ¿No son acaso todo variaciones o derivados de los que he citado en el párrafo anterior? Y si miro por la ventana, observo hormigón armado, tejas cerámicas, piedra artificial… No escribo para intentar convencer de que estos materiales son, en el fondo, los mismos que existen desde hace miles de años, sino para plantear la cuestión de que lo nuevo no es el material; lo nuevo es la aplicación del mismo, la variación de procesos que culminan en el uso de unas gafas, una botella de vino con su tapón de corcho, el pavimento de terrazo, la estructura de hormigón armado…
Notabilísimo es el ejemplo del hormigón armado. En la variación de los procesos y de la aplicación de los distintos materiales que conforman el “material” hormigón armado es donde reside la genialidad de su invención. El cemento no es más que caliza y arcilla calcinada y molida. Los áridos y el agua añadidos para crear el hormigón no tienen más misterio. El armado es de acero, es decir, hierro con la cantidad justa de carbono. Tierra, piedra, hierro. Mismos materiales, nuevas aplicaciones, nuevos procesos, nuevos usos. El concepto de “nuevo” se debe aplicar no tanto al material como a sus aplicaciones. Por cierto, el plástico…, ¿qué es sino una nueva aplicación de un dinosaurio reutilizado? Mismo material, distinto proceso.
Entremos de lleno en materia
Siento si alguien, llegado a este punto de la lectura, se siente engañado por el encabezado del artículo. Es momento quizás, después de la palabrería previa, de entrar de lleno en materia (en materia orgánica, mejor dicho). Si prosiguen con la lectura, les prometo, ahora sí, innovaciones más o menos sorprendentes. Porque si bien no me retracto del adjetivo genial que he otorgado a la invención del hormigón armado, los edificios construidos con este material tienen una vida útil de entre cincuenta y cien años, por norma general. Mientras que la cúpula del Panteón de Roma, la mayor cúpula de hormigón no reforzado del mundo, construida entre los años 118 y 125 de nuestra era, se mantiene en excelentes condiciones pese a las grietas, gran cantidad de edificios construidos en hormigón armado durante el siglo pasado se desmoronan. La sociedad necesita, pues, superar la primera etapa del hormigón armado para que la revolución que supuso su invención no sea víctima de la ley de Saturno, la ley maldita e inexorable que dice que cualquier revolución, como Saturno, devora a sus propios hijos. “Que nunca, nunca, nunca un hijo de la revolución sea devorado por la ley de Saturno”, palabras de Fidel, aunque
con el paso de los años, él, que quería evitar que su revolución fuera una excepción, no lo consiguió. Para no terminar como André Chénier en una negra pintura de Goya, el hormigón necesita de una vuelta más que quizás ya se ha descubierto, viendo la interesante entrevista con la que tropecé preparando este artículo. Me explico: en la serie de entrevistas que la revista Retina de “El País” publica bajo el nombre de #Datafutures, me encuentro con una especialmente interesante, la dedicada a Liz Corbin, investigadora de la Universidad College London, aka (also known as) The Institute of Making. La entrevistada, especializada en desarrollo de materiales, me puso en conocimiento del hormigón autorreparable. Se trata de una evolución del hormigón que consiste en añadir, a la receta original, una pizca de bacterias microscópicas diseñadas sintéticamente, aunque inspiradas por un tipo particular de bacterias que se encuentran en la cima de los volcanes. La peculiaridad de estas bacterias es que se despiertan con el agua, y se levantan con hambre, como nosotros, y excretan los alimentos, como nosotros, y resulta que la calcita, cuando se digiere y es excretada por nuestra aliada bacteriana, genera una substancia con propiedades pegajosas. Así que, cuando aparece una grieta en el hormigón autorreparable, tan solo hay que esperar a que llueva y la bacteria se encargará de hacernos olvidar de este antiguo problema. ¿Quién sabe los billones de euros que este “nuevo” material puede ahorrar a las futuras generaciones? Las posibilidades son inmensas, es placentero fantasear con ciudades que se curen a sí mismas, aunque vaya en detrimento de nuestro campo laboral, la rehabilitación. Menos relevante, aunque tanto o más impresionante, es el hormigón translúcido, que permite trasferir la luz diurna a través de las fibras ópticas, a través de muros y forjados.
Ejemplos prácticos más al alcance
Pero permítanme dar un paso atrás para demostrar, con ejemplos prácticos más al alcance del entendimiento basado en la experiencia y en la lógica puramente constructiva y no tanto científica, que la evolución de los procesos y de la aplicación de materiales ya conocidos y, desde luego, no tan sofisticados, es capaz de mejorar las prestaciones de, en este caso, la envolvente acústica. Me remito al Paseo de Gracia del año 1975, los más nostálgicos recordarán el cine Publi (o Publi Cinema), referente entonces en el ámbito cultural y de ocio de la ciudad de Barcelona. Como sabrán, los requerimientos de un edificio cuyo uso sea el de proyectar películas de cine es el aislamiento acústico. Sobra comentar lo molesto que resulta que te saquen de la película en la que estabas inmerso, u oír la película que tu vecino disfruta en ese momento. Por aquel entonces, el aislamiento acústico construido para adecuar la citada sala de cine se logró con dos paredes de ladrillo revocado con mortero, separadas por una cámara..., ¡rellena de arena! Casi medio metro de ancho y pesado muro de seis metros de altura que obligó a reforzar la estructura portante. Resultado óptimo acústicamente hablando, pero a un caro precio asumido por el espacio y la estructura. En 1996 nos encontramos con el mismo requisito a solventar en el multisalas Renoir de Les Corts pero, gracias a la evolución de los procesos y a las nuevas aplicaciones de materiales ya conocidos, se logró resolver con tan solo diecisiete centímetros de pared ligera. La notable mejora de la solución constructiva se debe a la ingeniosa combinación del sistema de tabiquería de cartón yeso laminado, que tiene una masa muy reducida que le proporciona propiedades de aislamiento térmico, con la aplicación de láminas de caucho, que actúa como material absorbente en el interior del tabique.
La justa utilización de materiales con funciones específicas fue sustituyendo lo que antaño se resolvía añadiendo masa de un solo material, y en este punto nos encontrábamos en 1996, pero hoy en día aparecen más factores a tener en cuenta que, apreciado lector, ya habrás intuido. Se trata de la huella ecológica que tienen los materiales y los procesos constructivos. Por esta razón, y siguiendo los ejemplos dados, el siguiente paso no es resolver el aislamiento acústico de una sala de cine en cinco centímetros, sino resolverlo con un menor impacto ambiental. No me voy a recrear acerca del concepto de sostenibilidad, palabra que, de tan usada, gastada y malinterpretada, está perdiendo algunas de sus acepciones. Resumiendo, los materiales a los que me refiero son los duraderos, los que necesitan un escaso mantenimiento, los que puedan reutilizarse, reciclarse o recuperarse. Uno de los plantea-
Uno de los planteamientos que se compartieron en Rebuild es precisamente que nuestro deber, como profesionales del campo de la construcción, es ser sensibles a la problemática medioambiental, ya que cerca del 40% de los materiales usados en Europa se destinan a la construcción de edificios y a su mantenimiento y reparaciones”
mientos que se compartieron en
Rebuild, la plataforma que reunió a miles de profesionales con el objetivo de dinamizar el sector de la rehabilitación a través de la innovación, la tecnología y el medio ambiente, es precisamente que nuestro deber, como profesionales del campo de la construcción, es ser sensibles a la problemática medioambiental, ya que cerca del 40% de los materiales usados en Europa se destinan a la construcción de edificios y a su mantenimiento y reparaciones. En cierto modo, y pido perdón de antemano por lo simplista que pueda parecer este argumento, debemos tender hacia el mínimo impacto ambiental que en tiempos pretéritos se lograba al usar materiales al alcance próximo, y que se perdió progresivamente a causa de la evolución de los medios de extracción y de transporte.
Aplicaciones por descubrir
De entre todos los que pudieran servirme como muestra de lo que a mi criterio deben ser los nuevos materiales, me decanto por el corcho. Vaya, ¡ya vuelvo a confundir materiales nuevos con tradicionales! Este material, tan básico, tan antiguo, tan conocido por nosotros, tan en las antípodas del hormigón autorreparable, posee las características ideales para ser usado en tantas aplicaciones que aún no las hemos descubiertas todas. Contrastando la intuición con las publicaciones consultadas, sabemos que se trata de un material regenerable, que se obtiene de la corteza de los árboles y tiene un ciclo de vida óptimo, ya que se puede reutilizar y reciclar y tiene una huella ambiental muy baja, dado que las emisiones derivadas del proceso de elaboración del material son mínimas, y es capaz de retirar y almacenar dióxido de carbono de la atmósfera. Hablando de construcción, es un material que ofrece multitud de aplicaciones, ya que se puede aplicar tanto en el interior como en el exterior, en suelos, en paredes, en techos, en fachadas, en cubiertas... gracias a sus características técnicas: aislamiento térmico, acústico, impermeabilidad, durabilidad, resistencia ígnea, estabilidad dimensional, etc. De hecho, el corcho es el material de origen natural que presenta mayor capacidad aislante, por esto no es de extrañar que sea el material base sobre el que tantas empresas inviertan en desarrollar nuevos procesos que desemboquen en nuevos productos, como el Aglocork. Son paneles de corcho aglomerado que pasan por un proceso térmico de tostado que comporta la fusión de la suberina, que actúa como aglutinante natural, con lo que se evita el uso de aditivos químicos y que, además, mejora las prestaciones aislantes térmicas y acústicas del material original.
En definitiva, los materiales de construcción están en constante cambio y evolución. Las exigencias que requieren la edificación y rehabilitación de inmuebles obligan a darle nuevos usos a los viejos materiales. En este sentido, Rebuild y el Congreso Nacional de Arquitectura Avanzada y Construcción 4.0 son espacios necesarios donde descubrir nuevos materiales, las últimas tecnologías emergentes y los sistemas constructivos más innovadores.
En cierto modo, y pido perdón de antemano por lo simplista que pueda parecer este argumento, debemos tender hacia el mínimo impacto ambiental que en tiempos pretéritos se lograba al usar materiales al alcance próximo, y que se perdió progresivamente a causa de la evolución de los medios de extracción y de transporte”