El trato
Nicolas estudiaba Bachillerato Internacional de Economía y Ciencias Sociales cuando en un momento determinado hizo un trato con su padre, Stephen. "Él quería que siguiera con la Universidad, yo era muy joven. No le gustaba que estuviera soñando a todas horas". El progenitor se sincera con su hijo y revela que el ciclismo es un mundo muy cruel que puede durar un año o diez. Había que contarle toda la realidad. "Quería que supiera que la bici era un trabajo complicado y puede ser efímero. Pasar a pro es una cosa y mantenerte, otra. Me dio un año para intentar mi sueño. Trabajaría de septiembre a marzo en el hotel familiar, con semanas de 50 a 60 horas, y después me dejaría 15 para pedalear". Stephen le repetía que aún no era un profesional de la bici y por tanto también tenía que trabajar y aprender un oficio. "Estoy agradecido a mi padre por esos seis meses en los que me curtí mucho. Mi padre vivía en París y con 19 años tuve que trasladar órdenes a empleados que acumulaban más de 20 de experiencia en hostelería. A veces me mandaban a...", y no puede terminar la frase sin reír. Eso sí, Nicolas no era precisamente el jefe. "Me tocaba limpiar ventanas, poner mesas, hacer reservas, recepción y otros días, restaurante. Si tenía carrera me dejaba la mañana libre y trabajaba por la noche. Probé como stagiaire a final de temporada y ya fui profesional en la siguiente". El trato dio su fruto: el joven se esforzó para alcanzar un objetivo, aunque siempre atento a no descuidar otras posibilidades profesionales. "Me gustaba la escuela. Fui ciclista porque me encanta la bici y también disfrutaba estudiando. Tenía otras ilusiones como trabajar en las finanzas, pero me lancé a por un sueño y lo conseguí".