Sonrisas y lágrimas
Le invitamos a recordar anécdotas y cuenta un sinfín de José María Jiménez. "Sólo con él tengo las anécdotas de todos y por todos. Chava era muy completo y espectacular en las subidas. El niño más fiel, más bueno, más noble y más cariñoso que he tenido. Nunca una mala contestación ni un mal gesto. Llegó a la escuela con 10 años y era una bola. Disponía de tanta fuerza que rompía cambios y cadenas. Cuando se hizo el Polideportivo en El Barraco fue él quien insistió para que le pusieran mi nombre y no el suyo, cuando el deportista famoso era él. Chava era como era y no pudimos cambiarle; ni en lo bueno ni en lo malo". Un ciclista y un carisma único, como prueba la vivencia que comparte con CAF. "Le llamé la noche antes de ir a una carrera en Ciudad Rodrigo y no estaba en casa a las once y pico. Al día siguiente cuando fue a mi casa para salir de viaje le dije: 'Vete donde estuviste anoche'. No le llevé a competir y le advertí que 'el domingo que viene correrás, pero que lo de hoy te sirva de lección'. Y ese domingo ganó en solitario con dos minutos de ventaja. Aún recuerdo cuando me enseñó con orgullo el artículo que publicasteis sobre su triunfo en el Circuito Montañés. Chava era el hombre que hacía lo que dijera Víctor hasta que comenzó a ganar dinero. Siempre me pedía opinión sobre los contratos antes de firmar. Cuando empezó a torcerse me senté con él: 'Según te has metido en todo esto, tienes que salir'. Y salía temporalmente, pero luego volvía a entrar. En los últimos momentos ya no hizo caso a nadie", relata con pena cuando se acaban de cumplir catorce años de su muerte por una embolia.