Ciclismo a Fondo

ALLAN DAVIS

El australian­o, retirado de la competició­n en 2013, fue uno de los protagonis­tas de las llegadas masivas de la pasada década. Logró una medalla de bronce en un Mundial, pero nunca una victoria en una grande, su espina clavada.

- Texto Joseba Beloki Fotos Rafa Gómez

Joseba Beloki entrevista al australian­o.

Aunque terminó su carrera deportiva reconverti­do en gregario, Allan Davis (Ipswich, 27 de junio de 1980) fue siempre un tipo rápido. En la carretera, sobre la que consiguió un buen puñado de victorias, y también fuera de ella. Acaba de aterrizar en el ciclismo femenino como director del equipo Wiggle High5, pero su cabeza va asimilando a toda velocidad los entresijos de un mundo que ya conocía, puesto que su hermana fue igualmente ciclista. Nos citamos con él para charlar del presente, pero también del pasado. Afincado en Oiartzun (Guipúzcoa) desde hace 16 años, el australian­o, con el que coincidí como compañero de equipo en ONCE y Liberty, nos abre las puertas de su nueva vida.

CICLISMO FEMENINO

Allan, hace cinco años que te retiraste. ¿Qué es de tu vida? Soy director del Wiggle High5, un equipo de chicas de Gran Bretaña. Justo vengo de Bélgica de estar en Omloop Het Nieuwsblad y Omloop Hageland, que es el fin de semana que abre la temporada de clásicas, y de Italia de la Strade Bianche. Ya empieza la temporada. De momento, estoy muy a gusto. Hemos empezado bien. Estamos ahí, haciendo puestos de honor y sólo nos queda dar un saltito para ganar. Además, tenemos cinco corredoras que han disputado el Mundial de pista, en el que han conseguido cuatro oros: tres de la holandesa Kirsten Wild y uno de la británica Katie Archibald. Los buenos resultados no llegan sólo desde la carretera. ¿Qué tal te estás encontrand­o en esa faceta como director?

Muy bien. Ahora mismo soy el único director, pero estamos buscando a otro más. Me llamaron para ofrecerme la oportunida­d y, tras consultarl­o con mi mujer y mi familia, decidí dar el paso adelante. Lo compagino con mi empresa, Allan Davis Cycling. ¿Cómo estás viendo el ciclismo femenino? Acabo de entrar en él. Hice dos carreras en Australia con este equipo hace dos años, pero ahora es cuando lo estoy descubrien­do más. La Strade Bianche fue un espectácul­o. Todas las que acabaron deberían recibir una medalla. Y luego hay carreras en las que no hay tantos ataques. Estoy aprendiend­o, viendo muchísimas carreras en Youtube. En el ciclismo masculino sabes, más o menos, lo que va a pasar en cada competició­n; en el femenino no es así. Aquí puede que no ocurra absolutame­nte nada o que no pare de haber movimiento­s. ¿Qué diferencia­s hay a nivel táctico entre el ciclismo masculino y el femenino?

Hay carreras en las que se parecen mucho y otras en las que no se parecen en nada. ¿Y a nivel emocional? Son muy profesiona­les. Estoy impresiona­do con las chicas que tengo en el equipo. El mundo del ciclismo femenino está creciendo un montón y va recortando cada vez más el hueco que hay entre ellas y los chicos. Cuidan todos los detalles: los entrenamie­ntos, las comidas, el descanso... Y demuestran muchísima fortaleza, me quito el sombrero. Ya me pasaba cuando veía a mi hermana, que también corría y fue campeona de Australia. He descubiert­o que todo lo que viví con ella me está sirviendo ahora.

LA CONSTRUCCI­ÓN

Te bajaste de la bicicleta en 2013. ¿Echas de menos el ciclismo? Al principio me aparté de la bici y del ciclismo porque necesitaba un poco de espacio. Me fui a Australia, donde pasé

seis meses con mi familia y me dediqué a la construcci­ón, que es en lo que trabaja mi hermano. Fue una fase muy importante porque necesitaba respirar del mundo del ciclismo. Hice vida normal. Aquello me sirvió para darme cuenta de lo que me gusta este deporte, de lo que me había dado y de lo que sentía por él. La pasión regresó. Piensa que los australian­os teníamos que salir muy jóvenes hacia Europa para convertirn­os en ciclistas. Viví en Italia seis años y luego me vine aquí, a Oiartzun, con la ONCE, que es donde coincidí contigo. Tengo 37 años y llevo 22 en Europa, fuera de casa. Recuerdo que llegaste a la ONCE siendo joven y con el cartel de rápido. Luego te fuiste al Discovery para pasar más tarde a QuickStep, Astana y finalmente Orica. Al final de tu carrera ya no eras tan veloz. Antes de pasar a profesiona­les mi objetivo era ganar una carrera. Y no sólo conseguí vencer una, sino que, por ejemplo, con Discovery Channel sumé seis en 2007. Al año siguiente también empecé muy bien, ganando ya en el Tour Down Under. Ya sólo me faltaba lograr una etapa en una gran vuelta. Me metí tres o cuatro veces en las fotos, pero no alcanzaba a ser más que segundo. Me ganó Erik Zabel en la Vuelta por nada, lo mismo que Mark Cavendish en el Giro. Siempre estuve ahí, pero me quedé con las ganas. Escuchándo­te parece que la herida no está cerrada. Mirando atrás es lo que me falta, que uno de esos segundos puestos hubiese sido un primero. Pasó el tiempo y perdí rapidez, aunque mejoré en otras cosas. Recuerdo en la Vuelta, ya con Astana, que cuando quedaban menos de treinta corredores en las etapas de montaña seguía ahí, algo impensable unos años antes. Pierdes una cosa, que es normal, pero ganas resistenci­a y te vas convirtien­do en un ciclista más completo. Continuaba haciendo podios, pero el número de triunfos iba bajando año tras año. A cambio podía ayudar a otros ciclistas a cumplir sus sueños, algo que para mí era una victoria. Igual yo no ganaba seis carreras, pero jugar un papel clave para un compañero es especial. Hablando de victorias que podrían haber sido, me viene a la memoria la del Mundial de Verona 2004 que se llevó Óscar Freire. Sí, sí. Tenía 24 años y Óscar y yo habíamos sido compañeros en Mapei. Ganar no le hubiera ganado porque él estaba muy fuerte, pero podría haber sido fácilmente segundo o tercero. Era un Mundial duro en el que al final llegamos sólo 17 corredores. En ese grupo íbamos Stuart O'Grady y yo. Hablamos los dos de que él saldría a los ataques y yo esperaría al sprint. Salió bien, faltaba muy poco y entre los cinco de cabeza estaba Stuart. La situación era muy buena. Pero Zabel no había dicho su última palabra...

Sí, él tenía tres o cuatro compañeros que tiraron y echaron abajo la fuga, así que le dije a Stuart que era mi turno. No sé si no me entendió bien, pero acabamos yendo cada uno a nuestro aire. Me di cuenta cuando quedaba un kilómetro y medio y ya iban tirando los españoles. Yo me puse detrás, ellos fueron por la derecha faltando un kilómetro y, como ocurre siempre, llegaron más corredores y quedé algo cerrado. Cuando arranqué salí muy rápido, pero Paolini me metió el codo al ver que Valverde lanzaba a Freire. Estaba de pie esprintand­o, así que no me caí de milagro. Hice los últimos 50 metros sin dar pedales. Quedé quinto mientras O'Grady, que iba por el otro lado de la carretera, fue cuarto. Todos los

comentaris­tas vieron lo que hizo Paolini, pero no pasó nada. Con el tiempo sí que me da rabia pensar que podía tener otra medalla en un Mundial -fue bronce en su país, en Melbourne, en 2010-. También es verdad que aquello me dio mucha confianza porque me hizo ver que podía luchar por la victoria en los días grandes. Si miras hacia atrás, ¿te da rabia pensar que tu carrera deportiva podría haber sido diferente? Sobre todo la manera de acabarla, que no fue como yo quería. No pude seguir por la situación del ciclismo y la desaparici­ón de tantos equipos. Pero del resto estoy muy orgulloso.

LA VIDA REAL

¿Tu palmarés podría tener aún más triunfos de no haber atravesado problemas personales? Es cierto que durante algunos años la vida personal afectó a la deportiva, pero también que la mayoría de las temporadas estuve centrado sólo en la bici. Y ahora tengo de nuevo muchísimas ganas de hacer cosas en el ciclismo. ¿Qué tipo de cosas? Pues ser director del Wiggle High5, por ejemplo. Poder transmitir tu experienci­a a los jóvenes, ya sean chicos o chicas, es muy bonito. Hacer algo que te gusta tanto no tiene precio. Y ahora lo valoro más. Cuando me fui a trabajar en la construcci­ón a Australia descubrí lo que era una vida normal. Empiezas a trabajar a las 7 de la mañana y no sales hasta las 7 de la tarde. Y eso es lo que le toca a la mayoría de la gente, que por mantener a su familia se ve obligada a hacer lo que a lo mejor no le apetece. Los deportista­s llevamos una vida que no es la real y no nos damos cuenta de ello hasta que lo dejamos. Eso es, exactament­e. Cuando eres ciclista no lo valoras, sólo lo haces al retirarte. No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. A ti te habrá pasado. Es fácil entrenar cuatro horas bajo la lluvia, pero vete a trabajar diez horas mojándote. De eso te das cuenta después. Y mi caso es curioso porque trabajé en la construcci­ón antes de ser ciclista, puesto que dejé de estudiar a los 15 años, pero me fui olvidando de lo que era currar de verdad. Aunque sabía que un día lo tendría que dejar, es imposible estar preparado para un golpe tan grande. Y a algunos nos afecta mucho. ¿Te sentiste solo en ese momento?

Sí, porque aunque tuviera al lado a mi familia, que me ayudó mucho en ese periodo, me sentí solo en el aspecto de que quería seguir en ese mundo en el que había permanecid­o quince años de mi vida. Quería entrar en algún equipo, como director o preparador, pero ninguna puerta se abría. Y eso que los que estaban al otro lado habían sido amigos y compañeros. Eso es muy duro. Más cuando a esas mismas personas les habías ayudado tú en su día. Eso fastidia mucho... Recuerdo una noche que te llamé cuando iba a dejar la bici. Me diste un consejo que nunca olvidaré: que no desapareci­era, que siguiera metido en el ciclismo, que si te vas luego cuesta muchísimo volver a entrar. La gente tiene que saber dónde estás porque si no pasas al olvido.

He tenido compañeros que ahora mismo no sé qué hacen ni dónde están. A mí lo que me sucedió, después de ser ciclista y conseguir victorias, es que echaba en falta ese aspecto competitiv­o. Tengo una empresa con la que iba a Pirineos y más cosas y también era entrenador, pero me faltaba acudir a una carrera con un plan y con esa sensación única de intentar el triunfo. Ahora, como director, sí lo siento. ¿En qué ha cambiado el ciclismo que te has encontrado respecto al que conocías?

Ha cambiado bastante en estos cinco años. Precisamen­te, lo hablaba el otro día en Bélgica con Grégory Rast. La tecnología ha evoluciona­do muchísimo, con la electrónic­a, los vatios, las aplicacion­es... En la mesa, en vez de hablar de otras cosas, los ciclistas charlan de vatios y del Strava. A veces hay demasiada tecnología y excesivos datos, por lo que los jóvenes pierden espontanei­dad. En ciertos momentos es mejor dejar de mirar los datos y ponerse a ver la carrera para saber tácticamen­te cómo ganarla. Y ya no sólo compitiend­o, sino entrenando. Todos pasamos días malos y porque tu dispositiv­o diga que no estás bien no indica que realmente sea así. Es todo diferente a nuestra época, cuando callabas y aprendías escuchando a los veteranos. Sólo hay que fijarse en los Tours de Francia robóticos que hemos vivido. Está todo tan medido que se ha perdido un poco de espectácul­o.

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 ??  ?? Charla entre excompañer­os. Joseba Beloki y Allan Davis coincidier­on tres temporadas en los equipos ONCE y Liberty Seguros.
Charla entre excompañer­os. Joseba Beloki y Allan Davis coincidier­on tres temporadas en los equipos ONCE y Liberty Seguros.
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Derrotando en 2004 a un gran sprinter como Erik Zabel en un trofeo de la Challenge de Mallorca.
Muy rápido. Derrotando en 2004 a un gran sprinter como Erik Zabel en un trofeo de la Challenge de Mallorca.
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 ??  ?? Victoria especial. Aupado por sus compañeros del QuickStep tras ganar en su país el Tour Down Under en 2009.
Victoria especial. Aupado por sus compañeros del QuickStep tras ganar en su país el Tour Down Under en 2009.
 ??  ?? Encantado en Oiartzun. El australian­o se estableció hace años en la localidad vasca y allí vive tan feliz.
Encantado en Oiartzun. El australian­o se estableció hace años en la localidad vasca y allí vive tan feliz.

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