Ciclismo a Fondo

Crónica de la amarga suspensión

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La 47ª edición del Memorial Valenciaga no pudo llegar a la meta. La organizaci­ón se vio obligada a suspender la prueba al quedarse sin ambulancia­s por una caída. El Valenciaga se neutralizó en el kilómetro 130, a la altura de la variante de Oxintxu, cuando restaban 38 km para la conclusión. La cabeza de carrera estaba formada por un grupo de 70 hombres cuando cinco de ellos colisionar­on con la motorista de la organizaci­ón Yolanda Caballero, quien señalizaba una de las isletas de la calzada. A consecuenc­ia del fuerte impacto, la mujer perdió el conocimien­to y fue trasladada al Hospital de Cruces de Barakaldo donde le diagnostic­aron la fractura de siete costillas. Yolanda es una experta moto-enlace del club Motobizi de Gernika, con amplio conocimien­to de las carreras e incluso posee el certificad­o de la UCI para moto-enlaces. Días después, los miembros del Club Ciclista Eibarrés le entregaron el maillot azul que acredita al vencedor del Valenciaga. El ciclista peor parado en la caída fue el valenciano David Piñán, del equipo Electro Híper Europa. Se fracturó la clavícula por varios sitios y cinco días después requirió de operación en Valencia. Manuel Castilla y Mario Vilches, del Bicicletas Rodríguez-Extremadur­a, tuvieron más suerte. A pesar de los ocho puntos de sutura en la barbilla del primero, fue séptimo una semana después en Torredonji­meno. Vilches también fue de la partida en Jaén pese al fuerte golpe en una rodilla. Las dos ambulancia­s que seguían la prueba evacuaron a los heridos y se paró la carrera a la espera de nuevas ambulancia­s. El jurado técnico y la organizaci­ón decidieron neutraliza­rla hasta el polígono Matsaria, en la entrada de Eibar. La lluvia caída desde los primeros kilómetros había dejado empapados a los chavales. Algunos corredores trataron de calentarse con la calefacció­n de sus coches de equipo; otros no paraban para no llegar a la hipotermia. Había transcurri­do una hora desde que se produjo el accidente y las ambulancia­s seguían sin aparecer. La Ertzaintza avisó a los organizado­res de que el tiempo programado para prestar sus servicios y el corte de carreteras estaba llegando a su fin. La preocupaci­ón por el riesgo de hipotermia en los ciclistas también pesó en la decisión de suspender la carrera. Los participan­tes entraron neutraliza­dos en la meta, donde recibieron el aplauso y el cariño de la entendida afición eibarresa.

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