Amore e Vita
Aunque no ha abandonado el pelotón profesional desde aquella ocasión, en 2018 se cumplirán veinte años de la última participación del recordado Amore e Vita en el Giro de Italia. De raíz toscana y un evocador nombre tomado de las fuertes convicciones religiosas de su patrón, Ivano Fanini, esta formación fue habitual protagonista del ciclismo italiano y de la Corsa rosa durante la década de los noventa. Cinco victorias de etapa -en la imagen inferior aparece brazos en alto el sueco Glenn Magnusson, apreciable sprinter- y un habitual protagonismo de sus ciclistas en las escapadas, logros habitualmente acompañados por polémicas de despacho de toda índole, algo que con los años y a falta de argumentos más sólidos ha acabado siendo marca inequívoca de la casa. "Amore e Vita" nació en 1990 como alternativa al primer intento de Fanini por incluir inscripciones antiabortistas en la ropa de sus corredores para una audiencia con el Papa. Las protestas posteriores e incidentes vividos en competición -les llegaron a tirar pintura- obligarían a dulcificar el mensaje y optar por otro que mantuviese alejado de polémicas ese sentido cristiano y humanitario inicial. Desde entonces, su paso por este deporte siempre ha estado marcado por la búsqueda del equilibrio entre los valores propugnados y la difícil realidad de la especialidad, lucha que le llevó a chocar frecuentemente con los grandes poderes y buscar caminos alternativos: Reino Unido, Polonia, EE.UU., Ucrania y, desde 2017, Albania han acogido su afiliación en su huida de Italia, proporcionándole de paso exigencias más livianas para inscribir al equipo en la categoría continental. Incluso la composición de la plantilla se vería en bastantes ocasiones condicionada por la mentalidad de sus mentores, quienes lo convirtieron muchas veces en espacio de segundas
oportunidades con un lugar siempre reservado para el díscolo. Rodolfo Massi, el ucraniano Bileka, Graziano Gasparre o personajes más recientes como Francesco Gavazzi y Mauro Santambrogio han sido algunos de esos casos, de entre los que sobresale el del madrileño Jesús Manzano. Nunca llegaría a debutar allí, pese a su fichaje y el revuelo originado tras su aterrizaje, con fotografía incluida en el Vaticano besando la mano del propio Juan Pablo II. Pero el episodio menos ortodoxo de estas tres décadas de Amore e Vita y Fanini en el ciclismo seguramente fuesen sus intentos de acercamiento a Silvio Berlusconi, el último en los meses previos al Giro'98 cuando su participación no parecía clara. A la equipación de los ciclistas, por entonces similar con sus franjas verticales rojinegras a la del AC Milán que Berlusconi presidía, se le añadía un gran logo de 'ForzArcore' sospechosamente idéntico en tipografía y diseño al de 'Forza Italia', partido político que también dirigía el magnate italiano. El propio Berlusconi acabó visitando la sede del equipo para mostrar un apoyo personal, que unido al económico de una de sus empresas les permitiría finalmente estar en la salida de Niza. Para el jugoso anecdotario, decir que ForzArcore no existía, sólo fue un simple juego de palabras entre el nombre de su partido y Arcore, la localidad lombarda donde
Il Cavaliere vivía y vive en la renombrada Villa San Martino.