AMSTEL GOLD RACE
Ni Peter Sagan, ni Valverde, ni Van Avermaet, ni Alaphilippe... Michael Valgren se confirma en la élite del ciclismo con un excelente triunfo ante los mejores corredores del mundo.
Astana y Valgren obraron con maestría.
Hubo en el fútbol mundial, años 80, una selección nacional que dejó recuerdo por su juego alegre, ofensivo, despreocupado. “La respuesta de Europa al fútbol brasileño”, la definió uno de sus líderes, Michael Laudrup. Recibió el sobrenombre de ‘Dinamita danesa’ y es recordada como un equipo de culto pese a que, acuciada por infortunios de todo tipo, su mayor logro a nivel internacional fue ser eliminada por España en las semifinales de la Eurocopa del 84 que se escapó entre las piernas de Arconada... Basta de fútbol. La cuestión ciclista es que este término, ‘Dinamita danesa’, ha sido recuperado en los medios de ese país que alumbró a Laudrup pero también a Bjarne Riis para denominar a la nueva generación de talentos que ha crecido en sus tierras llanas, tan expuestas al viento que sólo pueden generar corredores correosos. Con la referencia lejana de aquel ciclista, recordado en España por batir a Indurain y dirigir a Contador, y la cercana de Jakob Fuglsang, el último candidato realista a ondear la bandera roja y blanca en el podio de una gran vuelta, crecen una serie de ciclistas nacidos en los 90 que han coleccionado títulos europeos y mundiales en categorías inferiores y ahora se están granjeando un estatus en el pelotón World Tour. Están Søren Kragh, rodador del Sunweb; Jesper Hansen, escalador de Astana; Mads Pedersen, campeón nacional que se coló en el podio del Tour de Flandes en su primera participación y con sólo 22 años; Magnus Cort, sprinter que se reveló en Orica-Scott y cada vez saborea más a menudo la victoria... Y en cabeza, abanderando, Michael Valgren, un angelito capaz de anotarse clásicas de pavés y de cotas en primavera y de actuar como el mejor gregario posible en las rondas por etapas.
CARÁCTER
Al tríptico de las Ardenas se le llama así por metonimia. En realidad, la región de las Ardenas se circunscribe a Bélgica, Luxemburgo y el norte de Francia: las colinas de Limburgo en las cuales se disputa la Amstel Gold Race no pertenecen a ella. Sin embargo, es cierto que hubo una época en la cual la Clásica de la cerveza formaba un trío cuasi indivisible con Flecha Valona y LiejaBastoña-Lieja: tres carreras repecheras que se disputaban en un lapso de ocho días en un radio de 100 kilómetros y cuyas respectivas metas estaban situadas en la cima de una cota. Cauberg, Huy, Ans. Tan parecidas eran que dos ciclistas, Davide Rebellin en 2004 y Philippe Gilbert en 2011, lograron ganar las tres en el mismo año. Como si fueran la misma carrera disputada tres veces. No obstante, hace ya un tiempo que la Amstel Gold Race dejó de ser una carrera “de las Ardenas”. El punto de inflexión lo marcó el Mundial disputado en 2012 por sus carreteras. Para buscar acomodo a la infraestructura necesaria, se movió la meta un kilómetro y medio más allá de la cima del Cauberg. Ganó Philippe Gilbert de nuevo, pero el desenlace fue muy distinto: ese kilómetro y medio final cambiaba radicalmente el guión, ya que al sprint hacia lo más alto de la colina había que unirle casi dos minutos de esfuerzo azotados por el viento mientras un grupo rezagado organizaba la caza de los más valientes cuesta arriba. La nueva meta, buena para el espectáculo y para el negocio, fue adoptada por la Amstel que, no obstante, la cambió hace un año por otra sita en Berg en Terblijt, una pedanía dentro del municipio de Valkenburg, donde ha concluido también en 2018 después de una nueva modificación de los kilómetros finales.
El resultado de todas estas variaciones ha sido un carácter nuevo, y distintivo, para la carrera, “mucho más abierta que Flecha y Lieja” en palabras de Julian Alaphilippe. Las subidas más empinadas, seguidas por páramos inmisericordes, están situadas a una hora de la meta; el Cauberg, otrora juez, es atravesado por última vez a 20 kilómetros del final. Las cotas de postre, Geulhemmerberg y Bemelerberg, tienen unas pendientes amables en las cuales los clasicómanos se juegan el triunfo a base de plato grande y escaramuzas. La situación de la carrera en el calendario, entre las clásicas de adoquines y las auténticas clásicas de las Ardenas, provoca que en la salida de Maastricht se junten mastodontes del pavés como Peter Sagan, Greg Van Avermaet o Niki Terpstra, que apuran su pico de forma, con pesos pluma de los repechos como Alejandro Valverde, Tim Wellens o el citado Alaphilippe, que calientan con la vista puesta en Huy y Ans.
QUINCE MINUTOS
Más allá del recorrido, hubo un segundo factor de peso en el desarrollo de esta Amstel Gold Race. La escapada de la jornada tomó muchísima ventaja, casi un cuarto de hora sobre el pelotón, ante la ausencia de un equipo dispuesto a controlarla con firmeza. Constaba de nueve ciclistas entre los cuales se incluían Willie Smit, youtuber sudafricano que brilló el año pasado en el campo amateur español con Rías Baixas y ahora conoce el World Tour de la mano de KatushaAlpecin, y Bram Tankink, veterano de LottoNL-Jumbo que a sus 39 años decidió vivir su decimosexta y última Amstel como profesional en la fuga. Esos quince minutos de ventaja significaron que jornaleros de la gloria como el belga Preben Van Hecke (Sport Vlaanderen), el italiano Matteo Bono (UAE) o el neerlandés Oscar Riesebeek (Roompot) estuvieran en cabeza de carrera hasta los últimos diez kilómetros, en los cuales incluso osaron atacar a los grandes favoritos. Uno de los fugados, el estadounidense Lawson Craddock (Education First-Drapac), lograría clasificarse entre los diez primeros. Pero, por encima de todo, la gran consecuencia fue que el pelotón tuvo que marchar muy rápido desde que, con sólo 50 kilómetros recorridos, BoraHansgrohe despertó y se puso a trabajar a marchas forzadas. “Había un cansancio general en el pelotón porque hemos tenido que ir muy rápido para cazar a la escapada”, contó Philippe Gilbert (QuickStep). “Todos hemos acabado vacíos”, coreó su compañero Alaphilippe.
ATAQUES
Fue así que la carrera se fue seleccionando sin grandes ataques: bastó con los acelerones antes y durante los bergs para esquilmar al pelotón. Particularmente activo se mostró Bahrain-Merida, que lanzó en varias ocasiones a los hermanos Izagirre para abrir terreno a Enrico Gasparotto, quien hizo sociedad con su excompañero Roman Kreuziger (Mitchelton-Scott) para realizar un ataque a dúo que, en última instancia, provocó la selección final en la cual estaban también Valverde, Sagan, Wellens, Alaphilippe y dos Astana, Jakob Fuglsang y Michael Valgren, junto a los supervivientes de la fuga. El vueltómano danés se sacrificó en pos de las opciones del clasicómano, quien demarró dos veces. En la primera, a 5 kilómetros de meta, le secaron entre Sagan y Wellens. En la segunda, cuando sólo restaban 2200 metros para el final, le secundó Kreuziger; intentó hacer lo propio Gasparotto, pero no le dejaron unirse a una fiesta que terminó siendo completa sólo para Valgren. Así, el segundo clasificado de la edición 2016 le devolvió la moneda al ganador de aquel año -Gasparotto, también victorioso en 2012- batiendo a Kreuziger, triunfador
de 2013, en un sprint sin color. Se trata de la culminación de una primavera de revelación para Michael Valgren (1992, Østerild). La comenzó ganando la Omloop Het Nieuwsblad, apertura de la temporada de adoquines, con un ataque a lo Recio en medio de los rumores después confirmados de problemas económicos en el equipo Astana. “Fue un triunfo importante porque me dio confianza para creer en mí mismo y en mi capacidad de conseguir resultados con ataques cortos y potentes”. Explosivo como la dinamita, repitió modus operandi para ser cuarto en el Tour de Flandes y para conquistar esta Amstel. “Pensaba especializarme en las clásicas de pavés después de lo visto estos meses, pero es cierto que también gané la Lieja cuando era sub23, y ahora esto...”, vacilaba pensando en el futuro. En el horizonte inmediato está su cuarto Tour de Francia, en el cual podrá devolver a Fuglsang su valiosa ayuda.