GANTE˜WEVELGEM
El vigente campeón del mundo venció sin apenas oposición la Gante-Wevelgem, prueba que el eslovaco del Bora-Hansgrohe ya ha dominado de casi todas las maneras posibles.
Tercer éxito de Sagan en su cita talismán.
Ninguna clásica primaveral del World Tour se adapta a Peter Sagan como la Gante-Wevelgem. La recientemente subtitulada Carrera en los Campos de
Flandes viene siendo testigo en los últimos años de distintas exhibiciones del eslovaco, saldadas hasta el momento con tres victorias: una en solitario hace cinco; otra culminando una escapada de cinco integrantes hace dos; y la tercera y última, imponiéndose en este 2018 a una veintena de corredores entre los que se encontraban sus principales rivales de la especialidad y algún primer espada de las llegadas. “Sin duda la más fácil -declaraba tras vencer en la
Vanackerestraat-. La carrera ha ido muy rápida, pero las condiciones eran ideales. El viento no soplaba como para complicar las cosas después del Kemmelberg. Otros años habíamos Texto Lorenzo Ciprés Fotos Bettini Photo sufrido mucho más con el añadido de la lluvia”. Con seis posiciones de podio tras este último triunfo, el ciclista del BoraHansgrohe ya es el mejor en el palmarés histórico de la carrera por encima de Rik Van Looy y Roger De Vlaeminck, leyendas con las que hasta ahora empataba.
BAJO EL TIMÓN DE LOS ROOMPOT
Tras un intento inicial por parte de Alex Dowsett, seis corredores formarían la escapada larga del día con el control por detrás a cargo de FDJ; serían Frison (Lotto-Soudal), Gonçalves (Katusha), Ganna (UAE), Duquennoy (Veranclassic) y los holandeses Van Schip y Van Goethem (Roompot), sorpresas agradables de la carrera tras aguantar la marcha de los mejores después de ser neutralizados y concluir respectivamente 12º y 19º. A Van Schip, doble medalla de plata en el último Mundial de pista celebrado en su país en omnium y puntuación, el resultado le dejó incluso insatisfecho visto el desenlace. “Me da rabia lo que me ha pasado. Debería estar contento, pero este final me iba verdaderamente bien. Rodaba a rueda de Démare cuando Vanmarcke ha entrado y justo ahí he flaqueado. Al final me pasaron por encima unos cuantos”. Su táctica y la de su compañero estuvo clara desde el inicio. “Ir pasando los kilómetros y sobrevivir al Bananenberg”, comentaba a los medios de su país refiriéndose con un humorístico gazapo a la penúltima cota, el Banenberg. El paso por los primeros muros y los tres sectores de tierra -los Plugstreets recientemente introducidos recordando a los combatientes de la Primera Guerra Mundial caídos en la zona- apenas deparó novedades. Al rodar de los fugados le sucedió cierta iniciativa en el pelotón por parte del equipo BMC, que se sirvió del fuerte ritmo de los suizos Küng y Schär para estirar la fila sin continuidad por parte de otras formaciones. Con el regreso del asfalto, su ofensiva terminó disuelta sin éxito. Un avanzadilla de segundos espadas, formada por Kirsch, Kuznetsov,
Vermote y Wallays, logró anticiparse en la segunda subida al Kemmelberg junto a los holandeses del Roompot, únicos supervivientes del sexteto. Por su cima pasó primero el luxemburgués Kirsch, mientras que detrás atacaba infructuosamente Philippe Gilbert y Gianni Moscon se iba contra las vallas mientras remontaba hacia la cabeza del grupo. “Alguno me ha empujado”, comentaría el italiano del Sky, quien se dejó allí todas sus posibilidades.
29 CONTENDIENTES
Lo que no consiguieron las fuertes pendientes que conducen al famoso ángel del Monte Kemmel, sí se produjo poco después en el estrecho camino por el que arranca el descenso de esta colina. El noruego Alexander Kristoff fue el primero en perder rueda en la fila del grupo principal y ya no podría alcanzarla pese al trabajo de sus compañeros del UAE y de los Astana, grandes perjudicados de una fractura que dejaría delante a veintinueve ciclistas con la práctica totalidad de los favoritos. Los últimos kilómetros estuvieron marcados por un fuerte ritmo que seleccionó la composición del pelotón delantero por una simple cuestión de resistencia. Sep Vanmarcke fue ilustrativo en meta cuando se refería al sentimiento generalizado en cabeza de carrera. “He preguntado a muchos si iban a esprintar o atacar, pero la respuesta siempre era la misma: no lo sé todavía...”, comentaba contrariado. Sagan lanzó pronto la llegada sin que Viviani -que lloró desconsolado al acabar- ni Démare pudiesen hacer nada por alcanzarle. “Una llegada siempre es un poco lotería, pero esta vez he tenido suerte al moverme y muy buenas piernas”. Gracias a sus tres triunfos, un segundo y dos terceros acumulados en ocho ediciones desde 2011, motivos de sobra tiene para sentirse en Wevelgem como en casa. Eso de loterías, las justas.