KLASIKA PRIMAVERA
Andrey Amador rompió su sequía de seis años sin ganar alzando los brazos en Amorebieta, donde Alejandro Valverde le cedió el triunfo. El colombiano Paredes (Manzana Postobón) impidió ante su compatriota Betancur el copo de los azules.
Amador se reencontró con el triunfo.
En realidad, Andrey Amador no tendría que estar aquí. Su dorsal estaba, el mismo día, a medida de sus espaldas en la París-Roubaix. Ahí debería estar, peleando con las piedras en el Infierno
del norte. Frío, casi tanto o más que en Bélgica hacía en Amorebieta. Y agua, para aburrir. El costarricense se fue al suelo en Harelbeke y, aunque terminó la carrera, las magulladuras le obligaron a planear un calendario alternativo. A dejar vacío el dorsal con su nombre de la Roubaix y colgarse el de la Klasika de Amorebieta. Amador, el ciclista del motor impresionante, lleva años poniendo su tremendo talento al servicio de sus jefes. Se ha olvidado de aquel ganador que asombró años atrás en el Lizarte y al que tan prometedor futuro se le adivinaba. Vestirse de azul Movistar en el ciclismo es como ponerse el mono y subir al andamio. A picar piedra. Por eso el olfato de Andrey Amador ha quedado en el olvido, sumido en un recóndito lugar. “Ya ni me acuerdo de cuándo fue la última vez que gané una carrera”. Lo dice inmediatamente después de sumar el Gran Premio de Primavera que le acaba de ceder Valverde. La última de Amador data de hace seis años, cuando se impuso en la meta de Cervinia en un Giro de Italia que tres ediciones después terminó cuarto. Prometedor. Pero no. Después llegaron los Giros de Nairo Quintana y la pelea por el podio del Tour, las clásicas y las victorias del eterno Valverde. Su palmarés está blanco de triunfos pero copado de brillantes notas por sus servicios prestados. Es uno de los imprescindibles para los grandes. Ahora también lo será para Mikel Landa en el próximo Tour de Francia. En Amorebieta quien manda es Alejandro Valverde. Lleva tres triunfos en la carrera y muchos más cedidos a compañeros. Es su forma de pagar a los hombres que se dejan la vida por él. Para el murciano es un entrenamiento con dorsal. Él decide quién gana. El elegido esta vez fue Andrey Amador.
LLUVIA Y FUGA
Movistar Team dejó hacer en la parte inicial de la carrera a los equipos más pequeños. Después de los intentos de Gotzon Martín primero y después de Egoitz Fernández por parte de la Fundación Euskadi y de Felipe Osorio del siempre peleón Manzana Postobón, la fuga se formó poco antes del primero de los tres pasos por Montecalvo. Gonzalo Serrano (Caja Rural-Seguros RGA), Jordan Parra (Manzana Postobón), Artem Samolenkov (Lokosphinx) y Peio Goikoetxea, de la Fundación Euskadi, conseguían unos metros de ventaja que a la postre iban a ser decisivos para formar la escapada de la carrera. Los cuatro hicieron camino sobre el piso mojado de la Klasika de Amorebieta y bajo el aguacero incesante. Burgos BH tiraba del pelotón para neutralizarles, pero los de cabeza se entendieron, colaboraron sin miramientos y disfrutaron de otro baño, éste más caluroso: el de la fiel afición vasca. Pese a la lluvia y el frío, los seguidores no fallaron a su cita con las subidas a Montecalvo y Autzagane, recuperada para la carrera tras años de obras.
El corte duró en cabeza tanto como Movistar Team quiso. Y los hombres de azul no se permitieron esperar demasiado para echarla abajo. Gotzon Udondo (Euskadi-Murias) intentó un imposible mediada la carrera, pero antes del ascenso a Autzagane fue engullido por el pelotón, donde mandaba la escuadra telefónica. Primero con Jaime Castrillo y Rafa Valls en el llano y después con Rubén Fernández y Winner Anacona en las subidas, al segundo ascenso por Montecalvo la escapada no llegó a ver ni siquiera la pancarta de la cima. A los equipos valientes e inconformistas sólo les quedaba el factor sorpresa, el que usó el Manzana Postobón. Juan Sebastián Molano y Bernardo Suaza trataron de romper un pelotón que en cuestión de minutos dejaron reducido a veinte unidades. Ahí estaba el triunfo de la carrera. Entre ellos, cómo no, Alejandro Valverde y medio Movistar. Pero no Andrey Amador. El costarricense tuvo que demarrar desde atrás para engancharse a la posible lista de candidatos entre los que Valverde iba a designar al vencedor de la Klasika de Amorebieta. Si entraba delante, sabía que el poderoso dedo del murciano podría señalarle.
ANDREY Y ALEJANDRO
Lo logró en la segunda pasada por Autzagane. Y antes de la última ascensión a Montecalvo, el costarricense cambió de ritmo para marcharse en solitario. Valverde se quedó atrás, echando el freno de mano a los rivales. En la subida lanzó una última mirada y se marchó en busca de Amador. Para escoltarle. Dejó de llover en Amorebieta, pero el suelo seguía bañado en un espejo tan brillante como deslizante. Amador ha sido padre de una niña hace poco. Se llama Gretta. Eso cambia las cosas. Los descensos, por ejemplo. Ya no se hacen tan a lo loco como antes. En un par de curvas de la bajada de Montecalvo casi se sale del asfalto mientras Valverde, padre de cuatro, las trazaba como una melodía perfecta. En eso también el astro murciano es la excepción que confirma la regla. Valverde le esperó todo lo que hizo falta y juntos se plantaron en la línea de meta. El costarricense alzó los brazos con el permiso de su jefe. “Este triunfo va dedicado a mi hija, trato siempre de ser un ejemplo para ella. Estoy muy contento y le agradezco a todo el equipo y a Alejandro que ha estado conmigo. Una más o una menos no le significa nada”. Para él, en cambio, es pura vida.