Ciclismo a Fondo

VUELTA AL PAÍS VASCO

Primoz Roglic dominó una Itzulia que hizo suya a base de consistenc­ia en las primeras etapas y un latigazo en la crono que defendió sin problemas frente a Ion Izagirre y Mikel Landa. QuickStep se anotó tres etapas gracias a Julian Alaphilipp­e -dos- y Enri

- Desde Zarautz hasta Eibar Ainara Hernando Fotos Luis Ángel Gómez/Photo Gomez Sport

Roglic se ganó a pulso la txapela.

Quizá el momento más crítico, el más agónico de Primoz Roglic, fue ese, sobre el asfalto mojado saliendo de Eibar camino a Trabakua, cuando el patinazo de Rigoberto Urán se lo lleva por delante y tropieza sin nada que hacer por remediarlo. Hasta en la caída tuvo suerte. Así son los campeones. Al inicio de una, eso sí, corta y rápida etapa final. Pero con todo el kilometraj­e del mundo para poder remontar. Lo hizo, prácticame­nte solo, destruyend­o las pocas fuerzas que sus compañeros tenían. Quedándose sin ayuda antes, mucho antes de lo previsto. Apenas se preocupó. Es lo que tienen los campeones. “Había que saber controlar la mente”, dijo después. Lo hizo. Desgastó más de lo necesario y luego, en la cuesta más brutal para subir a la ermita de Arrate, lo pagó. Pero con los dos minutos de ventaja que tenía sobre Landa e Izagirre, ¿por qué preocupars­e? Nada. Cosas de los campeones. Aunque Mikel y Ion le pusieron contra las cuerdas en las rampas más duras de Matsaria, el esloveno ni se inmutó. “Sabía que no era larga y que podía aguantar. Lo tenía controlado”.

ENTRE CEJA Y CEJA

Así llegó Roglic a Zarautz: sin un cabo suelto. Desde que el año pasado ganó dos etapas aquí, se enamoró de la Itzulia. Quería esta carrera y cuando vio la crono llana de Lodosa, ya no tuvo dudas. Supo que sería suya si le ponía toda su alma y corazón. Iba a ser la primera piedra en el camino para edificar la senda del ciclista que pretende ser: un puntal de referencia para las carreras por etapas. Y tanto corazón le puso que se quedó en la más absoluta soledad, esa que alcanzan los grandes de verdad, los dominadore­s absolutos. Porque pronto, demasiado pronto para la emoción quizá, se quedó sin compañía en ese trono. Sólo un pequeñito francés contestón de tremendo olfato fue capaz de arrebatarl­e las dos primeras etapas. Julian Alaphilipp­e se dio su gran homenaje en Zarautz y Bermeo. Sobre la cuesta de Elkano, la de nombre del explorador y aventurero que desde la localidad guipuzcoan­a surcó los mares para dar la vuelta al mundo, partió Roglic frente al ataque de Alaphilipp­e. Ninguno de sus teóricos contendien­tes pudo seguirle. Ni Landa, ni Quintana, ni Ion ni su hermano Gorka Izagirre, ni Vincenzo Nibali, aún dormitando encima de la bicicleta tras su viaje desde el Tour de Flandes hasta Euskadi. Nadie. Roglic, como Juan Sebastián Elcano, se lanzó a conquistar los mares y hacer suya la Itzulia. El esloveno dio en Euskadi el salto de calidad definitivo. De eso, el del LottoNLJum­bo sabe bastante. De pequeño soñaba con “ser el mejor esquiador del mundo”. Lo logró pronto, siempre precoz. En juveniles ya fue campeón del mundo de saltos por equipos. Pero apenas unas semanas después, cuando se deslizaba por un trampolín, su vuelo terminó por los suelos y estuvo inconscien­te unos minutos por el golpe en la cabeza. Cuando despertó, ya en la cama de un hospital, le recetaron pedalear como método de recuperaci­ón. Nunca volvió a saltar igual con los esquís, pero la bicicleta le gustó y comenzó a soñar despierto “con ser el mejor ciclista del mundo”. En ello anda. Roglic es un chaval tranquilo. Un líder nada tirano, “incluso demasiado bueno con sus compañeros que tienen que trabajar para él”. A él lo que le gusta al despertars­e es salir del hotel y dar una vuelta por los alrededore­s, solo. Para despejar la mente, pensar e inspirarse. Después se sienta en el comedor junto al resto como uno más. La Itzulia la ganó en esa soledad de las mañanas previas al desayuno. Sin un equipo potente, por fuerza bruta propia. En las rampas de Elkano y en las de San Pelaio, un día después, Roglic le comió la moral a sus contrincan­tes. Landa resucitó camino de

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