Ciclismo a Fondo

MOTIVACIÓN

Le conocí pedaleando, cómo no, y me llamó la atención su pasión por este deporte. Podéis pensar que todos los que montamos en bici la tenemos, pero esta no es común, sino una bendita locura por el ciclismo.

- Texto Luis Pasamontes

Jesús A. Gómez visto por Luis Pasamontes.

En la charla-coloquio de La Pasamontes le lanzó una pregunta a Álvaro Pino para pedirle ser su gregario durante el recorrido. Era su mayor ilusión. Y si quieres saber cuántos años tiene no te contestará con un número. Añadirá: "38, como Valverde". Cocinero profesiona­l y ciclista aficionado, así se define. Gracias, Jesús. A todos nos deberían llamar loco en algún momento. Como dice el escritor Paulo Coelho: "La locura es la única manera de escapar a la esclavitud".

Jesús, ¿cómo comienza esta afición por el ciclismo?

Me enganché viéndolo por televisión. Después, con 20 años, decidí practicarl­o por motivos de salud. Fue por voluntad propia y es una de las mejores decisiones de mi vida.

¿Empezaste a trabajar muy joven?

Con 16 años. Soy de Cazorla, Jaén, y nos vinimos a Madrid con una mano delante y otra detrás. Tenía muchas ganas de aprender y quería comerme el mundo. Había que trabajar, era necesario.

¿Qué función desarrolla­bas al principio?

Empecé como ayudante de cocina, como gregario (risas) Hacía lo que me mandaran. Si alguien faltaba ocupaba su puesto y eso me ayudó a aprender bien el oficio.

Y ese gregario de la cocina también decide serlo en la carretera.

Compré mi primera bicicleta hace 22 años con las propinas que me daban los clientes en el restaurant­e. Una MTB de segunda mano con la que hacía algunas pruebas en mi tierra. En vacaciones disputaba alguna carrera popular.

Después ya me compré la de carretera y empecé a participar en marchas.

No será fácil compaginar hostelería con ciclismo.

La verdad es que no. Llevo muchos años en el restaurant­e y me apetece disfrutar más de la vida. Me da cosa dejarlo, pero es muy sacrificad­o, son muchas horas. Pese a todo estoy muy agradecido a los jefes, se portan genial conmigo.

Imagino que en ese restaurant­e sólo se ve y escucha ciclismo. ¿Me equivoco?

Cuando hago guardia en cocina, los jueves, pongo la radio y os escucho a ti y a Pereiro. Llevo varios años haciéndolo y me gusta.

¿De qué ciclista deseas escuchar la narración de su ataque?

Difícil elegir uno. Los hermanos Gorospe, Lejarreta, Perico... Adoro el espectácul­o. No había pinganillo y me gustaba verlos bajar al coche a por instruccio­nes. También recuerdo a Antonio Martín, que iba para grande y por desgracia un vehículo terminó con su vida.

¿Cómo te organizas para entrenar?

Por las mañanas voy al gimnasio. Si no me da el día, acudo por la noche. Doy una clase de spinning virtual, algo es algo. El día libre para mí es como correr el Tour de Francia (carcajada), a pedalear hasta el final. Salgo por el carril bici de Alcobendas y después a comer a un lugar que no frecuente como pizzería, burguer... No es como la carne de tu tierra, pero bueno.

¿Acudes a muchas marchas al año?

Entre 3 y 4. Las escojo duras para motivarme más. He hecho 5 Quebrantah­uesos, 2 Lagos de Covadonga, 2 Miguel Indurain, 3 Pasamontes, 3 Óscar Sevilla, Dolomitas y otras más.

¿Ya tienes calendario para el que viene?

En 2019 quiero hacer mi sexta QH y la Amstel Gold Race. Alguna más caerá.

Como los buenos ciclistas, tienes un apodo.

Sí, Ubrique el loco, pero de loco no tengo nada (vuelve a reír) Hasta hicimos unos maillots con un amigo y patrocinam­os un equipo de jóvenes. Aporté algo de dinero; me hacía ilusión que disfrutara­n, ya que yo por mi trabajo lo tengo complicado. Llevo más de veinte años federado porque considero que la Federación ayuda al deporte base.

¿De dónde salió el mote?

En aquella época estaba muy de moda el torero de dicha localidad y como también me llamo

Jesús, un amigo empezó a decirlo. Me quedé con ese mote y encantado. Me conocen más por él que por mi nombre real.

Tienes tus propios métodos para animarte.

Aunque llegue cansado de toda la semana, a veces toca levantar la autoestima. La bici me desbloquea de los problemas. Con 25 años estuve seis meses en tratamient­o y comprendí que no todo era trabajar. Hay que disfrutar más de la vida. Trabajar mucho, pero el día de descanso pasarlo bien. Tengo mi habitación llena de dorsales, trofeos de finisher, maillots firmados, etc. Los veo y mis ganas aumentan.

Y tus propios retos...

Sí (ríe) La Vuelta globera es una invención mía. Hago un entrenamie­nto con puertos y después cojo los trofeos que me dan o me pongo los maillots firmados que tengo. Siempre gano, sólo participo yo. También el récord de la hora. El primero fue en 1893 con 35,3 km/h; yo hice 36 km/h.

O sea, que eliges el año que te interesa.

Así es. De otra manera, difícil.

¿Qué piensan de esta pasión tu familia, clientes y amigos?

Mi madre se preocupa, pero sabe que respeto las normas de circulació­n. Están encantados, me vieron en un momento complicado de mi vida y esto supone una tranquilid­ad. Hay que intentar las cosas. No voy a ser un profesiona­l, pero atreverme con ese plato o ese reto complicado es necesario. Aunque seas el más torpe del mundo, lo consigues. Tardarás más que otros, pero siempre acaba saliendo.

¿Qué es el ciclismo para ti?

Mucha salud. En la adolescenc­ia no hice las cosas bien y la bici me ayudó a cambiar todo. Me ha quitado de vicios tóxicos acercándom­e a otras amistades. Es mi terapia.

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